Coronavirus
Las vacaciones de 2020 serán recordadas como las más singulares, por el momento, para muchas de las generaciones actuales, pero no para todas.
Tiempo atrás, el descanso no iba asociado a viajes internacionales, playas o exotismo. De hecho, aquellos que han sufrido el peor de los destinos en la primera ola de esta pandemia en España vivieron una guerra, una posguerra y, en muchos casos, la emigración, tanto la suya como la de su entorno. Para estas personas, las vacaciones eran una oportunidad para reencontrarse con los suyos en sus lugares de origen, en su mayoría pueblos del entorno rural, lo que ahora se conoce como la España vaciada. Las vacaciones sabían a infancia, a familia, a comidas tradicionales y a bailes populares en las fiestas del 15 de agosto.
Este recuerdo ya lejano o inexistente para la mayoría fue rápidamente desterrado por las nuevas generaciones. Los más jóvenes, que habían crecido en otro contexto, entendían las vacaciones como momentos únicos y exclusivos de disfrute propio: primero fueron las playas, luego los viajes internacionales, el ecoturismo, la montaña; cada uno tenía la capacidad de diseñar sus vacaciones según su presupuesto y su situación. Resultaba difícil no encontrar un destino vacacional en el que emplear los días de descanso con ofertas que nos asaltaban a golpe de clic.
Haciendo una comparativa exagerada y rotunda, pasamos de regresar al lugar de origen a explotar otros destinos; era fácil viajar a otros países en un mundo hiperconectado, pero no todo eran ventajas, sino que, sin darnos cuenta, los riesgos y las vulnerabilidades también iban en aumento.
Sin embargo, todo lo que aprendíamos de los lugares que visitábamos no lo conseguíamos, en la mayoría de los casos, de una manera respetuosa ni con el medioambiente ni con las sociedades de esos destinos. Recordemos que años atrás, antes de esta crisis sanitaria del coronavirus, ya se reclamaban cuotas que limitaran el turismo con el fin de eliminar la presión que suponía su presencia masiva en los centros históricos de ciudades importantes o en entornos naturales únicos. Sin embargo, aquellos que viajaban a precios low cost no entendían, en su mayoría, la necesidad de controlar una actividad que tan “buen sabor de boca nos dejaba”.
Nos habíamos acostumbrado a gestionar estoicamente nuestros presupuestos vacacionales, y adaptarlos a la realidad económica que estuviéramos viviendo, a la gravedad de la crisis que sufriera cada generación. Pero no estábamos preparados para despertar de un mal sueño y enfrentarnos a la cruda realidad de escuchar que la expansión de la pandemia del coronavirus tuvo que ver con la interconexión mundial y la falta de medidas de prevención ante un flujo poblacional tan elevado.
Hoy, a las puertas del mes de agosto, en un año en el vivimos la primavera desde la ventana e intuimos que empezaba el calor solo porque el curso escolar finalizaba, nos enfrentamos al verano más singular de los vividos en tiempos del mercado, pues de nosotros mismos depende, y de nuestra responsabilidad ciudadana, que el virus se detenga.
Vacaciones diferentes por el coronavirus
Sin duda, planear estas vacaciones será más complicado que nunca. Muchos decidirán quedarse en casa porque la inestabilidad económica que sufren no les anima al gasto. Otros, por el contrario, buscarán lugares cercanos y de referencia, conocidos por ellos o por su entorno, reduciendo así su sensación de riesgo y vulnerabilidad.
Habrá quienes, necesitados de un descanso, que pasa por el desplazamiento, encontrarán en lo rural la paz que no les otorga la ciudad; y así van pasando los días, eligiendo destinos menos arriesgados y con mucha menos actividad social de la que estábamos acostumbrados tiempo atrás. Y si a esto le sumamos el miedo, la exposición al virus de las personas de riesgo y las dependientes, pareciera que no estamos ante la mejor de las perspectivas vacacionales.
Que la población en su conjunto asuma la necesidad de reducir al mínimo la exposición grupal, moverse en núcleos familiares pequeños, buscar alternativas de ocio no explotadas antes y reducir los contactos físicos con familiares y amigos cercanos parece ser la clave para que todo vuelva a la verdadera normalidad, no a este híbrido insufrible para todos.
Recomendaciones para limitar los contagios durante las vacaciones
He recibido con júbilo la campaña realizada por el Consejo General de Enfermería con todas las recomendaciones que se deben seguir para reunirse con seguridad con familiares y amigos, pues en un momento como el actual, para el que no hemos sido preparados, es necesario que las instituciones nacionales e internacionales se afanen en preparar a los individuos y explicarles qué pueden y deben hacer para continuar socializando con precaución.
Es perfecto saber qué no podemos hacer, pero también es necesario construir discursos sobre lo que sí se puede hacer y por qué ha de hacerse así. El individuo necesita socializar y ha de realizarlo con las mejores garantías; si optamos por la improvisación, el resultado no siempre es el adecuado.
Quizá debemos utilizar este momento para reflexionar acerca de cuáles son nuestras necesidades reales, dónde reside la ansiada felicidad y qué tipo de mundo queremos para todos. Sin duda, no vendría mal reformular parte de nuestros valores en pro de lo colectivo, lo comunitario, la igualdad, la justicia y la sostenibilidad, por citar algunos motivos.
Rebeca Cordero Verdugo, Profesora titular en Sociología Aplicada. Universidad Europea.