POR EL DOCTOR BARTOLOMÉ BELTRÁN

Andreas Lubitz, en el suicidio ampliado ligado a ideas catastróficas

La cosa está que arde. Así no podemos vivir, porque no salimos de unas patologías inductoras al terror como de otras de consecuencias irreversibles. Porque cuando se cerró la puerta de la cabina del avión de Lufthansa a una posibilidad se abrió el camino hacia el abismo de otra de maléficas consecuencias.  Datos de la OMS refieren que anualmente fallecen en el mundo aproximadamente un millón de personas por suicidio. Se trata de una conducta extremada y preocupante además de frecuente, según los expertos, quienes señalan que por cada persona que fallece a causa del suicidio, veinte o veinticinco personas intentan quitarse la vida.

Los doctores, especialistas en psiquiatría, Enrique Baca García, Ana González-Pinto y Javier de las Heras, coinciden en que la depresión es una de las principales causas del suicidio, ya sea de índole reflexivo o impulsivo, además de la esquizofrenia y el abuso de sustancias. Algo importante, ya que la depresión a día de hoy supone uno de los principales retos para la salud pública, y es que entre el 8 y el 15 por ciento de la población sufre algún episodio de esta enfermedad a lo largo de su vida.

Andreas Lubitz, el copiloto del avión que se estrelló en los Alpes franceses y en el que perdieron la vida ciento cincuenta personas, estuvo seis meses bajo tratamiento psiquiátrico por una grave depresión antes de completar su formación, según afirma el diario alemán Bild citando como fuente a círculos de la compañía aérea Lufthansa.

Existen escalas validadas internacionalmente para poder diagnosticar el riesgo de suicidio en una persona basadas en una entrevista clínica que incluye una serie de preguntas que miden la desesperanza del paciente. Preguntas del tipo: ¿has tenido idea suicidas?, ¿sientes deseo de vivir?, ¿te has planteado la muerte?, ¿has pensado en autolesionarte? Además, el Dr. Baca matiza que existen otro tipo de instrumentos psicométricos para hacer una valoración más exhaustiva del riesgo de suicidio.

La Escala de Desesperanza de Beck, detalla el Dr. Heras, es la más conocida y evalúa el factor afectivo (sentimientos de futuro), el motivacional (pérdida o no de motivación) y el cognitivo (expectativas de futuro) haciendo un mapa del bienestar o malestar del individuo.

Sin embargo, la más reciente escala de calificación para determinar el riesgo de suicidio de una persona podría ser mejor que otras escalas parecidas para detectar a las personas que están en necesidad más urgente de ayuda. La Escala de calificación de la severidad del suicidio de Columbia (C-SSRS) fue desarrollada por profesionales clínicos. El nuevo estudio, que aparece la revista American Journal of Psychiatry, respalda su uso mediante nueva evidencia.

Los investigadores que crearon la escala sopesaron su validez científica contra el Formulario de antecedentes de suicidio de Columbia, del cual surge la nueva escala, y la Escala Beck de ideación suicida, que se considera el estándar de excelencia de las herramientas de evaluación, señaló la autora del estudio Kelly Posner, directora del Centro de Evaluación del Riesgo de Suicidio de la Universidad de Columbia.El caso del copiloto, señala la Dra. González-Pinto, “es un cuadro muy infrecuente” denominado suicidio ampliado y suele ir ligado a ideas catastróficas como la de que se va a acabar el mundo.

El 90 por ciento de los casos de suicidio tienen detrás una enfermedad psiquiátrica, sin embargo, la Dra. González-Pinto subraya la importancia de que acontecimientos de suicidio ampliado como los recientes no supongan un estigma para las personas que tienen enfermedades psiquiátricas.

“Detectarlas y tratarlas es lo primero que hay que hacer”, matiza el Dr. Baca García, que añade que el suicidio es prevenible. “Enfermedades dolorosas crónicas, situaciones de una gran soledad. Todo lo que produce tensión emocional cuando existe sufrimiento psicológico y se tiene la sensación de que no cambiará y falta de esperanza de que mejorará o se resolverá” es lo que lleva a una situación extrema de desesperanza a estos pacientes, destaca el Dr. Heras.

Hay programas específicos para las personas que tienen riesgo de suicido. “El factor de riesgo más importante para cometer un suicidio es haberlo intentado antes. Otros factor es la ideación suicida, habérselo planteado”, señala el Dr. Baca.

Para luchar contra esta patología se necesita continuidad terapéutica, un seguimiento adecuado del paciente y acceso a nivel sanitario cuando están en crisis.  Porque “pensar en la muerte debe tener atención clínica”. Y, ante esto, “el apoyo social ayuda a prevenir el suicidio”, matiza el Dr. Heras, quien añade que “cuando uno avisa de que se quiere suicidar hay que tenerlo en consideración y no pasarlo por alto”.

Porque a lo mejor a la práctica clínica puede tener puntos nodales en los que se pueden amarrar evoluciones como la depresión de Andreas Lubitz. No me lo quito de la cabeza y la ciencia que más aprecio, la Medicina, debería tener mecanismos para que nadie se lleve la vida de los demás porque no es dueño de la suya.

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