ATENTADOS EN BRUSELAS
A las seis de la mañana, los terroristas cogieron un taxi en la puerta de su piso franco. Uno de ellos se enfureció cuando comprobó que no cabían las cinco maletas con el material explosivo. Tuvieron que subir dos al apartamento y dejarlas abandonadas. Con las tres maletas restantes, ya en el taxi, se dirigieron al aeropuerto. El taxista no sospechó nada durante el trayecto.
Al llegar al aeropuerto, el conductor del taxi recibió una orden clara: no podía tocar las maletas. Esto le sorprendió pero obedeció a sus clientes. Poco después, se enteraba de las dos primeras explosiones. Al ver las imágenes de los sospechosos en televisión acudió a la policía y contó el viaje que había hecho, ajeno a lo que se avecinaba.
La declaración del taxista sirvió a la policía para localizar el piso franco situado en la calle Max Roos, donde encontraron las dos maletas llenas de explosivos y que no habían entrado en el taxi, dos detonadores, y otro tipo de material.