'THE MDNA TOUR' EN EL PALAU SANT JORDI
La ambición rubia ha llegado a España para presentar las canciones de su nuevo disco, 'MDNA', y lo ha hecho en un concierto de más de dos horas, de puesta en escena cinematográfica, coreografías continuas en el que no han faltado los símbolos marca de la casa, como la iconografía religiosa y su gusto extremo por los crucifijos.
En lo alto de un altar, como una virgen totalmente cubierta con un velo negro, coronada y con una metralleta, Madonna ha dado el pistoletazo de salida con 'Girl gone wild', un disparo casi literal, pues también ha ido armada en 'Revolver' y en 'Gang bang', donde ha protagonizado una sangrienta escena en la habitación de un motel.
La oscuridad y los simbología cristiana cuando ha saltado al escenario convertida en majorette, y que incluía un mensaje muy personal: ha cantado el estribillo del 'Born this way' de Lady Gaga , quizá para evidenciar el parecido entre ambas.
Y es que más que un tributo, la alusión a la cantante ha sido una puya, pues justo después ha repetido varias veces 'She's not me'; por si había alguna duda de quién ocupa a día de hoy lo más alto de la música pop.
A sus 54 años, Madonna se ha pasado todo el recital dando saltos, escalando, haciendo funambulismo sobre cuerdas elásticas, a rastras por el suelo o siendo sacudida por sus bailarines: el mantra 'soy biónica, soy supersónica' se ha escuchado de fondo mientras cantaba alguna que otra canción.
El primer respiro ha llegado casi en el ecuador, cuando ha cantado 'Masterpiece', el tema principal de su última película como directora, 'W.E', que ha cantado junto al grupo vasco Kalakan, que han aprovechado para cantar en euskera 'Sagarra jo', en el momento más exótico y surrealista de todo el recital.
El tema ha ido precedido de uno de los pocos momentos de interacción con el público. "Todos formamos parte del mismo ADN, somos uno, estamos unidos, no importa de que color es nuestra piel, nuestras creencias o la orientación sexual que tengamos, tenemos un única alma", ha dicho.
El vestuario diseñado por Jean Paul Gaultier, que ha lucido especialmente en 'Vogue', que ha entonado con una reinterpretación del célebre sujetador de conos de principios de los 90, esta vez convertido en un negro corsé de dominatrix, pero con elegante camisa blanca y corbata negra.
Poco a poco la ropa ha ido desapareciendo, y aunque en Estambul enseñó un pecho y en Roma se bajó los pantalones, en Barcelona se ha mostrado algo más comedida, y ha aprovechado que estaba semidesnuda para cantar una insólita versión de 'Like a Virgin' en acústico, acompañada únicamente de un piano.
La religión ha vuelto hacia el final del concierto, aunque esta vez ha sido la estética budista la elegida para 'I'm a sinner', sólo un preludio para el apoteosis de 'Like a prayer', con coro de gospel incluido, y una Madonna que por fin se ha soltado la melena, hasta entonces perfectamente peinada.
El toque de las campanas que ha abierto el concierto ha vuelto para anunciar el cierre: la fiesta discotequera de 'Celebration', ha puesto punto y final a un concierto planificado al milímetro cuajado de efectos especiales, acrobacias y música pregrabada que ha hecho las delicias de los fans y que la reina del pop repetirá milimétricamente este jueves en Barcelona y en los próximos meses por todo el mundo.