ENTREVISTA
¿Todos somos un poco padecientes? ¿Somos una sociedad más que nunca padeciente?
Todos somos padecientes. Como decía Miguel de Unamuno sobre el sentimiento trágico de la vida, ser un ser humano implica atravesar territorios de soledad e incertidumbre. Sólo tenemos una única certeza: la muerte. ¡Qué complejo es vivir sabiendo eso! Es un desafío ser un sujeto humano. La diferencia es que algunos podemos quedarnos solamente en el dolor y otros llegan al padecimiento, el punto extremo del dolor. Es más patológico. Todos sufrimos porque alguien nos dejó de amar o se nos fue un ser querido. Eso nos mete en un territorio de dolor, pero lo superamos. En cambio, el padecimiento nos impide seguir adelante.
Los personajes de esta novela viven en soledad, atrapados por la angustia. Dos sentimientos que calan profundamente en el lector. ¿Qué traumatiza a Pablo, el protagonista? ¿Y al autor de esta novela?
Pablo tiene unas angustias históricas: la relación con su padre, una infancia sufriente, esa mujer que no logra olvidar... Se culpa por no haber podido cambiar el pasado. Es curioso, pero se da mucho en nuestra psique: querer subsanar algo del pasado que es y hubiera sido imposible de cambiar. ¿Cómo no estuve ahí? ¿Dónde estaba yo cuándo pasó esto?, se pregunta mucha gente.
Por otro lado, Pablo siente mucha impotencia ante la historia que teje la novela. Va a tener una gran crisis ética: entre lo que sabe que debería hacer como psicoanalista y lo que le gustaría hacer como individuo. El protagonista tiene un compromiso con la verdad que lo atormenta.
Y a mí como autor, en esta novela hablo de realidades que había escuchado mucho en las sesiones con pacientes. Estar frente a personas que han padecido lo que viven mis personajes es muy angustiante, genera mucha rabia e impotencia. Y justamente el arte de un analista es no permitir que esas emociones te controlen. Y como escritor podía dejarme ir... Esta es una novela fuerte y cruda, pero sin golpes bajos.
Esta novela reflexiona sobre distintos tipos de abusos. ¿Por qué elegir una temática así para un debut literario?
Yo me pregunté qué tenía yo para ofrecer que fuera novedoso, que aportara algo a lo mucho que ya hay. Creía que podía llevar al lector por algunos de los pisos del infierno. Un infierno que yo he conocido de primera mano y que puedo traducir y explicar.
Me pareció que era importante tratar estos temas. Sobre todo porque creo que estamos viviendo una resignificación de la violencia. Sentía que por mi experiencia como analista podía aportar algo de luz en esto, pero no solamente para mostrarlo y horrorizar, sino para marcar que algo puede hacerse por estos padecientes. Si justamente alguna convicción tiene Pablo es que, descubriendo la verdad, los padecientes van a sufrir menos. Este es el gran motor de esta novela y de los analistas en general.
Lo único que nosotros podemos hacer es tratar de conectar al paciente con una verdad que está en su interior, pero a la que no puede poner palabras. Nuestro objetivo es ayudarle a llegar a ella.
Pablo Rouviot, el terapeuta-detective de la novela, usa la deducción al más puro estilo noir para llegar a esa verdad. ¿Un psicoanalista debe tener algo de detective para llegar al fondo de sus pacientes?
Más que deducción, en el sentido método científico, es decir, sentarse, atar cabos, creo que en Pablo, como en un analista, es darse cuenta. De repente, todos esos lazos que estaban inconexos, todo lo que ocurre toma sentido. Los analistas hablamos de resignificar. No es que yo deduzca, es que en un momento me doy cuenta. Y esto es lo que le sucede a Pablo en la novela: se da de bruces con un saber que estaba allí y no terminaba de posarse.
Pablo está obsesionado en encontrar la verdad del caso, pero también de su camino vital. ¿Es esta verdad el objetivo de este detective y también la de un terapeuta?
Un investigador tiene hechos concretos que le permiten llegar a la verdad. Sin embargo, un analista sabe que esos hechos pueden ser ciertos pero no necesariamente son la verdad, que la realidad no es necesariamente la verdad. Un mismo hecho para un mismo sujeto puede ser algo diferente y por ello, la mirada analítica del terapeuta también es distinta. A mí no me interesa saber la verdad de lo que me cuenta mi paciente, me importa saber qué siente, por qué le duele. Pablo, por ello, creo que es un investigador diferente.