EL 1 DE MAYO DEL 81 MORÍA LA PRIMERA VÍCTIMA, UN NIÑO
Las autoridades sanitarias de entonces tardaron casi dos meses en descubrir el origen de la enfermedad. Mientras las primeras hipótesis situaban el foco en la «enfermedad del legionario», empezaron a aparecer una serie de teorías descabelladas. Desde experimentos con armas químicas hasta el sacrificio de numerosas aves tras propagarse el rumor de que el germen residía en una afección transmitida por este tipo de animales.
La ausencia de controles sanitarios supuso el perfecto caldo de cultivo para que este aceite, importado de Francia y con fines industriales, fuera comercializado de manera fraudulenta para el consumo humano.
La intoxicación cayó sobre una España pobre que apenas se había recuperado del intento de golpe de Estado. La indignación y el dolor se apoderó de las calles.
El aceite maldito provocó enfermedades a más de 20.000 personas. 5000 murieron, según las asociaciones de afectados. La mayoría de las víctimas fueron personas de clase trabajadora, que en su mayoría vivían en zonas del centro de España.
En un principio los pacientes presentaban problemas de insuficiencia respiratoria, pero esos síntomas, en poco tiempo, degeneraban en problemas digestivos, cardiovasculares y neurológicos.
Pasaron 17 años hasta que la justicia dictara sentencia. Hubo 15 condenados, aunque sólo tres permanecieron en la cárcel. El Tribunal Supremo sentenció que el estado también era responsable y tuvo que pagar más de 2300 millones de euros en indemnizaciones y ayudas.
Treinta y cuatro años después, las asociaciones de afectados por el aceite de colza desnaturalizado siguen trabajando para que se investigue la cura de algunas de las enfermedades que aún padecen los que resultaron intoxicados. Y para que no se olvide la crueldad de la mayor intoxicación alimentaria que ha vivido España.