Vera ha tocado fondo y lo tiene claro: se irá a vivir a Madrid y dejará Calenda para siempre. Para ello coge parte del dinero que se llevó Ricky de la mina, sin saber que está poniendo en peligro a sus amigos. Por su parte, Diego ha iniciado los trámites para reclamar la paternidad de Vera y Pablo, quienes son ajenos a la identidad de su verdadero progenitor.
Leire, aún asustada e incrédula por el descubrimiento de que Joel es un hombre lobo, acude a la mañana siguiente a la mina abandonada para llevarle ropa y sacarle de allí. Pero no es la única que ha decidido volver a la mina. Los que escondieron allí el dinero también han vuelto para recuperarlo, pero no hay ni rastro del botín. Se lo llevó Ricky antes de abandonar el lugar. El problema es que los ladrones no se irán con las manos vacías, han encontrado la mochila de Leire, con su nombre completo escrito en ella y no pararán hasta dar con la chica.
Raúl y Sara se comportan como dos colegiales. No pueden evitar dejarse llevar por la pasión en cuanto se encuentran a solas. Pero un misterioso incendio tiene lugar en el monte, y Raúl está convencido de que el culpable es Diego, pese a no tener pruebas de ello. Sara le acusará de dejarse llevar por sus sentimientos personales y chocará frontalmente con él. Pronto serán conscientes de que las relaciones a escondidas no son sencillas y mucho menos cuando la relación amorosa se mezcla con lo profesional.
Medina, por un error estúpido, destroza la única prueba que les podría llevar a descubrir quién fue el secuestrador de Sonia. Raúl, harto de sus meteduras de pata, decide pedir su traslado. Medina se hunde, pero Nacho le convence de que no puede tirar la toalla y de que la único que puede hacer para quedarse en Calenda es demostrar a todos que es un buen poli resolviendo el caso del misterioso incendio. Medina recaba unas pruebas que, en principio parecen inútiles, pero Ernesto ayudará al agente para poder sacar algo en claro de sus torpes indicios y evitar su traslado.