COMO UN LIRÓN
El sueño es un tema que atormenta a muchas familias, que acuden a consulta buscando una respuesta que marque un punto final cercano a los desvelos, ojeras y despertares nocturnos de sus hijos.
Lamentablemente, los pediatras no podemos establecer una fecha exacta a partir de la cual los niños ya empiezan a domir toda la noche ya que esto es muy variable y puede diferir mucho de un niño a otro. Además, las expectativas de los padres en cuanto al sueño de los niños (muchas veces en relación con comentarios de familiares, amigos…) chocan de frente con el proceso madurativo normal del sueño sin indicar necesariamente que se trate de una patología o problema para el niño.
De todas formas, queridos papas y mamás, la mayoría de niños con el tiempo duermen mejor (algunos antes y otros después) pero paciencia, todo lleva un proceso que vamos a intentar explicar en las siguientes líneas.
Lo primero que debemos saber es que todos los bebés nacen sabiendo dormir, no hay que enseñarles nada ni educarles para que duerman como a nosotros nos gustaría.
Hay que tener en cuenta que el sueño de un bebé es un proceso que va adaptándose y evolucionando según las necesidades de descanso y de desarrollo de cada pequeño.
El sueño se estructura en dos fases:
Las fases del sueño van variando a los largo de la edad hasta llegar al sueño maduro que tenemos los adultos donde se alternan unos 5-6 ciclos de sueño No REM y REM durante las 7-8 horas que dormimos.
"Los padres deben asumir que es una cuestión evolutiva y que el sueño irá cambiando a medida que crezcan pero si nos necesitan, hay que estar ahí y evitar dejarlos llorar".
Si lo describimos por etapas vemos lo siguiente:
Puede pasar que a partir de esta edad, el niño se despierte más durante la noche debido a las famosas regresiones del sueño que se producen por varios motivos:
A estas edades resulta de vital importancia establecer un rutina de sueño adecuada con un horario fijo, libre de actividades estimulantes antes del sueño, con un ambiente agradable y tranquilo y preferiblemente acompañándolos pero dejando que se duerman directamente en su cuna o cama.
En este tema existe tanta variabilidad como niños.
Los despertares nocturnos son fisiológicos en la infancia, continúan apareciendo hasta en un 40% de niños menores de 3 años y en un 15% de los mayores de 3 años. A partir de los 3 años suelen ir disminuyendo pero hasta los 5-6 años continúan siendo normales sin significar que exista ningún problema que los produzcan.
Debemos saber que los adultos también tenemos múltiples microdespertares entre las distintas fases del sueño pero la mayoría de veces no las recordamos al despertar porque nos volvemos a dormir a los pocos segundos. Estos despertares son necesarios para cambiar de postura y no levantarnos entumecidos o para un correcto despertar por la mañana.
Los niños también tienen estos microdespertares, varias veces durante la noche, la diferencia es que ellos reclaman nuestra compañía para volver a dormirse porque son inmaduros a nivel psicológico.
Hasta los 8 meses los bebés se despiertan por instinto de superviviencia, necesitan saber que alguien les cuida. A partir de entonces, se despiertan por motivos psicológicos, para asegurarse de que no están solos y tener tranquilidad para volverse a dormir.
Ante estos despertares lo mejor para el niño es acompañarlo, consolarlo si tiene miedo, mostrarnos disponibles y ayudarle a conciliar el sueño de nuevo. Los padres deben asumir que es una cuestión evolutiva y que el sueño irá cambiando a medida que crezcan pero si nos necesitan, hay que estar ahí y evitar dejarlos llorar.