GRANDES PREGUNTAS
Aunque sabemos de sobra que es necesario reducir el consumo de plástico, ¿afecta este material a los alimentos?
Que es necesario reducir el consumo de plástico no es novedad, cada vez vamos a encontrar menos plástico de un solo uso tanto en productos de alimentación como fuera de ellos. Algo que nunca deja de preocupar es… ¿El plástico en contacto con los alimentos es seguro para la salud de la población?
El plástico es un material que engloba muchos otros. Algunos plásticos son transparentes, resistentes, otros fuertes, pero pesan poco. No favorece el crecimiento microbiano y es inerte. Es decir, el plástico es un recurso con extraordinarias ventajas. Pero también tiene serios inconvenientes: no lo reciclamos (menos del 8% del plástico se deposita en el contenedor de envases), no lo reutilizamos lo suficiente y no se degrada. Tres problemas a priori insalvables, tanto por nuestro compromiso medioambiental como las no eternas posibilidades de reciclaje en caso de realizarse, el plástico se puede reciclar no más de cinco veces.
Que se reduzca su uso, incluso que se prohíba en algunos casos no va a eliminarlo de nuestra vida, en algunas ocasiones es la alternativa adecuada así que es necesario conocerlo y comprobar que no supone un riesgo para nosotros.
En la mayoría de los envases plásticos son reciclables y muchos de ellos reutilizables. En cada uno de ellos se puede encontrar un dígito para clasificarlos. Normalmente en la parte de abajo del envase. No os asustéis con los nombres, que son raros.
Con tanto nombre extraño no me parecía raro que un escalofrío estuviera recorriendo vuestra espalda. ¿Comemos eso? NO.
Los materiales en contacto con los alimentos están regulados por diferentes normativas y los del plástico tienen incluso normativa propia.
El reglamento 1935/2004 establece los principios generales para que los materiales destinados a ese uso sean seguros y no modifiquen las características del alimento. Además, para los plásticos, el Reglamento 10/2011 exige que se utilicen sustancias autorizadas y especifica límites máximos de migración del material al alimento, es decir, se controla qué cantidad de material es cedida al alimento.
¿Cómo se comprueba?
Realizando ensayos de migración. El propio reglamento indica que debe realizarse un análisis de migración global (cuánto se cede al alimento de forma global) y otro de migración específica (cuánto se cede de cada sustancia). Esto no puede superar los límites máximos autorizados.
Esto se realiza en función del alimento que va a contener y se tienen en cuenta las condiciones de uso que indica el fabricante, tiempo y temperatura a la que el alimento va a estar envasado.
Y aquí llega nuestra tarea:
Los envases están preparados para el uso que se espera de ellos y no para otro. Si incorporamos otro producto, ya no se puede garantizar la seguridad.
Si rellenamos una botella de agua con un líquido ácido como un zumo o con aceite, o la dejamos al calor en el coche, no se podrá asegurar qué cantidad de material migre al alimento. De hecho, en el caso concreto de las botellas de plástico, se recomienda no reutilizarlas. La alternativa de aluminio, plástico duro o vidrio es una opción más sostenible.
¿Prohibiéndolo nos olvidamos del problema del plástico?
Ni de lejos. Los microplásticos se han valorado como riesgo emergente y está en estudio si producen algún efecto no deseado en nuestra salud. Si lo que usamos, no lo reutilizamos primero varias veces y después lo reciclamos, seguiremos contaminando el planeta. La prohibición sin educación sólo sirve para limpiar conciencias y nosotros tenemos un compromiso con el planeta. Eso sí, siempre con seguridad en nuestros alimentos.
Ahora ya tenéis la información, en vuestra mano está la decisión.
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