FALTA DE PLACER
Entre las mujeres, la frecuencia e intensidad de los orgasmos varía incluso en la misma persona, pudiendo llegar a experimentar anorgasmia, el concepto que da nombre a la ausencia de llegar al éxtasis en las relaciones sexuales y que puede estar provocado por factores como los aspectos culturales.
Aunque el porcentaje de mujeres que llega al orgasmo durante las relaciones sexuales es alto -entre un 89% y un 94%-, hay muchas otras que no conocen esta placentera experiencia: entre un 6% y un 11% de las mujeres nunca han tenido un orgasmo. Así de reveladores son los datos de un estudio publicado por el Instituto Sexológico Murciano, mientras otros análisis señalan que son más de un 20%. Para entender el porcentaje, primero debemos saber exactamente qué es y cómo se genera el orgasmo femenino.
Según la definición de la Sociedad Internacional de Medicina Sexual, el orgasmo femenino es "una sensación variable, máxima y momentánea de intenso placer, que crea un estado de turbación de la conciencia, acompañado de contracciones rítmicas involuntarias de la musculatura pelviana estriada que rodea la vagina". Lamentablemente, no se trata de una reacción placentera que todas las personas puedan experimentar.
Y no, no es culpa de nadie. Es lo que tienen la anorgasmia o trastorno orgásmico femenino (TOF), el cual se caracteriza por la dificultad de algunas mujeres y hombres para experimentar ese momento de intenso placer, a pesar de sentir excitación. ¿Es la primera vez que escuchas el término y quizás la explicación a tu problema?
Si tus relaciones sexuales son satisfactorias, pero nunca llegas al orgasmo, puede que estés delante de este trastorno, el cual se refiere al retraso, la poca frecuencia o la ausencia completa de orgasmo después de la excitación y una estimulación adecuada.En algunos casos, puede haber presencia de orgasmo, pero significativamente menos intensos. Es algo mucho más común entre las personas de lo que se suele creer.
Y es que la frecuencia e intensidad de los orgasmos puede variar según la ocasión, incluso en la misma persona, pero también el tipo y la cantidad de estimulación necesaria pueden variar. Sobre esta línea, la palabra "anorgasmia" hace referencia a la incapacidad de tener un orgasmo, pero también se usa como término general para referirse a los trastornos orgásmicos femeninos.
Son numerosos los factores que pueden provocar la aparición de la anorgasmia: problemas en la relación, la intimidad, algunos aspectos culturales, afecciones físicas o médicas o la ingesta de medicamentos. Es decir, la excitación y los orgasmos son reacciones complejas a varios factores físicos, emocionales, sensoriales y psicológicos. Cualquier alteración en una de estas áreas puede afectar a tu capacidad sexual. Algunos de los síntomas más frecuentes son:
Sin embargo, diferenciamos hasta cuatro tipos de anorgasmia diferentes:
1. Anorgasmia permanente. Si nunca sentiste un orgasmo.
2. Anorgasmia adquirida. Si empiezas a tener problemas para llegar al orgasmo.
3. Anorgasmia circunstancial. Si solo tienes problemas para tener orgasmos en determinadas situaciones, con ciertos tipos de estimulación o con determinadas parejas.
4. Anorgasmia generalizada. Si tienes problemas para alcanzar el orgasmo en cualquier situación.
Hay una gran diversidad de tratamientos que van desde la educación sexual, incidiendo en la estimulación, hasta los juguetes eróticos para mejorar la actividad sexual o la terapia individual o de pareja. Eso sí, desde la vertiente farmacológica, existen pocas medidas y las que conocemos apenas han significado un éxito rotundo. De esta forma,la mayoría de tratamientos se centran en un tratamiento multidisciplinar.
Es decir, estos métodos incluyen profesionales psicológicos, ginecólogos, endocrinólogos y fisioterapeutas. Existen algunos factores que ayudan a seguir un correcto y adecuado tratamiento para superar la anorgasmia. El primero de todos es una correcta evaluación, incluyendo una entrevista diagnóstica con la intención de conocer varios aspectos de la vida sexual del paciente. Dicha terapia consta de diferentes modelos como el psicodinámico, el conductista y el cognitivo-conductual.
En las dos primeras fases, se ofrecen recursos didácticos generales para profundizar en el conocimiento sexual y sugerir algunos cambios. Estos pueden ser modificaciones en los contextos donde se genera más tensión, estrés y frustración sexual, y el entrenamiento comunicativo o las habilidades sexuales, entre otros.
En la última fase, se abordan aspectos específicos que afectan al paciente o a su pareja. En este periodo se incluyen ejercicios de Kegel, movimientos pélvicos, autoexploración, masturbación individual y en pareja, entre otras técnicas. Pero, sobre todo, la educación y la terapia sexual, enfocadas desde el respeto y la comprensión, son claves en el tratamiento.