TRUCO DE COCINA

El truco para quitar la piel del fuet sin complicaciones

Aprende a quitar la piel del fuet en un periquete y ten listo este sabroso embutido en cualquier momento.

Una de las grandes aportaciones de la tradición culinaria catalana dentro de la gastronomía del país es el fuet. Recibe ese nombre -en castellano látigo- debido a su forma, pues es un embutido recto, generalmente aplanado y con un grosor de un par de dedos como máximo.

Se suele comer crudo y en rodajas; entre el pan, en un bocadillo; colocado sobre una gran rebanada, o simplemente cortado en un aperitivo. No hay discusión, el fuet gusta a casi todo el mundo; en lo que no hay tanto consenso es en si lo preferimos con piel o sin ella.

Aunque algunos digan que la piel forma parte del sabor del producto, en NovaMás te explicamos un truco para quitar la piel de este alimento en un santiamén por si lo prefieres consumir sin ella y disfrutar de todo el sabor del embutido.

Cómo quitar la piel al embutido

Pelar el fuet es una tarea algo compleja si pretendes hacerlo únicamente con el cuchillo: te tienes que armar de paciencia y ser bastante minuciosa, pues según el grado de secado que tenga el producto, la piel puede estar muy pegada a la carne y cuesta horrores sacarla.

¿Sabes dónde está el secreto para que la piel se desenganche fácilmente y la puedas retirar en un momento? En mojarlo. Tienes dos opciones: o poner el fuet bajo el grifo durante unos minutos y después ayudarte del cuchillo para retirar la piel o bien humedecer un paño de cocina o una servilleta de papel y envolver el fuet. Dejarlo reposar unos minutos para que la humedad llegue a la piel y ¡voilà!, listo para ser pelado.

No tengas miedo de que el agua traspase a la carne, las pieles que recubren los embutidos suelen ser tripas de cerdo previamente procesadas y enmohecidas y preservan prácticamente de forma hermética su contenido.

Cómo se elabora el fuet

Su elaboración consiste en combinar diversas carnes del cerdo -de partes no tan nobles- y grasas picadas. A esta mezcla se le añaden sal, azúcar, especias y diferentes aditivos autorizados para llevar a cabo la curación.

Cuando la carne está lista, se embute en una tripa del intestino delgado del cerdo que se fermenta -queda recubierta de hongos para impedir que otras bacterias se introduzcan en la carne- y posteriormente se cura.

"Del cerdo hasta los andares"

La gastronomía de nuestro país tiene la gran fortuna de contar con la sabiduría popular que durante siglos ha sabido sacarle el mayor partido a un animal como el gorrino.

De él sacamos piezas nobles y muy sabrosas -lomo, panceta y carrilleras-, sus partes más gelatinosas se convierten en grandes platos -como los pies, el morro o la oreja- y ¿qué podemos decir de sus jamones?

No obstante, si se puede presumir de algo en el procesado de las carnes del cerdo, es de los maravillosos embutidos que extraemos. Históricamente -en la Biblioteca Episcopal de Barcelona hay un documento el s. XVIII titulado 'Avisos e instrucciones para el cocinero principiante' donde consta la receta para elaborar el fuet- la sociedad ha preparado y disfrutado de morcillas, chorizos y longanizas.

Hay muchas variedades de embutidos similares que difieren en las especias según la zona geográfica. De esta manera podemos encontrar elaboraciones de salchichones y longanizas muy parecidas al fuet catalán. De hecho, incluso en Cataluña, podemos encontrar varios tipos de fuet como la secallona -tiene forma de 8 en lugar de ovalada o redonda y su superficie no suele ser blanca- y la sumaia -más alargada y delgada que también carece del recubrimiento característico del fuet-.