Son normales, no te agobies

Siete cosas que piensa una mujer recién parida (y no confiesa a nadie)

Ya sucedió ese esperado momento: después de 9 meses de larga espera (a veces incluso, alguna semanita más y también otras veces, unas semanitas menos), ya tienes al bebé en tus brazos.

Te asaltan emociones de todo tipo: ríes y lloras (gracias, benditas hormonas femeninas), tan pronto quieres recorrerte el mundo con tu bebé en un hatillo en las espaldas, como te dan ganas de morirte porque llevas una semana sin dormir y hay un ser que te reclama a todas las horas… En fin, que el post-parto no es un camino de rosas (y cuidado, que acecha la depresión post-parto, que no es un rumor) y hay días muy buenos y otros que no lo son tanto. Por mucho que seas muy feliz porque has tenido un hijo. Y te asaltarán pensamientos que ni siquiera confiesas a tu mejor amiga, porque temes que te mire mal (ay, la presión que se ejerce sobre las mujeres en general).

Vamos con algunos de ellos, que seguro te suenan:

- Odias a las visitas: peliagudo tema este. Esas visitas que, con toda buena intención, se te presentan en casa. Con ganas de ayudar, seguro, pero que, vamos a ser francas, molestan. Pues porque no estás para nadie, porque te estás acostumbrando a tu nueva vida, porque no sabes ni por dónde te da el viento… Por un sinfín de razones: así que lo mejor, si no quieres ser muy cruda, es que les digas “mira, ven a conocer al bebé más adelante, por ejemplo, para cuando haga la Primera Comunión”. O siempre puedes ir por el menos fino “es que estoy a ver si sobrevivo a la semana, ya vamos hablando”. Que el vamos hablando todo el mundo sabe es sinónimo de “nunca pasará”.

- Odias a tu pareja: sí, ese santo al que has mirado siempre con pasión y con cariño ahora, de repente, se te antoja un inepto y un estorbo. Te molesta. Así, de la noche a la mañana: y puede que todo te moleste en él pero claro, ¡cómo vas a confesar esto! No te apures, es normal, pasará…. (esperamos).

- ¿Relaciones sexuales y mimos? Sí, queridas, hay muchos hombres que acaban de ser padres y, a pesar de que la madre está inmersa en un cataclismo interior y exterior (tu tripa colgandera, los puntos si te han dado, los lloros a todas horas, la leche que no sube..) todavía te reclama mimos. Incluso algún tipo empático viene buscando sexo… En este caso viene muy bien esa frase del español de la calle: “no tengo yo el chocho para farolillos”. Estás tú como para dar mimos a otro que no sea el bebé, ¿qué somos, un dispensador de amor o qué?

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- ¿Has dicho ducha? No, no te da tiempo a ducharte. Ni a cortarte las uñas de los pies. Tampoco a buscar otros vaqueros: es decir, vas todos los días, cuando sales a pasear al enano/a, con unas pintas zarapastrosas. Y a ti, que siempre has ido hecha un primor, maqueada que no veas… te da igual.

- Esos regalos de rigor: sí, aún recuerdas que aquella amiga te trajo un sacaleches y te dieron ganas de tirárselo a la cabeza. O ropita azul si es niño, rosa si es niña. O 25 peluches que harán las delicias de tu mini zulito de 45 metros cuadrados. Amistades/familiares: regalos útiles. Desde pijamas y bodies, porque los peques se ensucian cada dos por tres, a productos de cosmética infantil (geles/champús, siempre necesarios) y por supuesto, dinero para las vacunas. Por ejemplo. Las flores están muy bien, pero combinan mal con las pelusas que van y vienen, según corriente de aire, por el suelo. Casi mejor regalar un servicio de limpieza para que te deje la casa como los chorros del oro. O unos tuppers de comida, por ejemplo.

- Hablando de comida, tienes un apetito voraz y te lo quieres comer todo (y te sientes una gorda, claro está): el lomo, el farinato que te ha traído tu primo el del pueblo, la caja de galletas de chocolate, el helado y como colofón, un bocata de calamares. No te angusties, no te agobies: es normal.

- Tu niño es increíble: le adoras. Le amas desde que lo notaste en tu tripa. Pero eso no quita que a ratos, te den ganas de salir corriendo y dejárselo al padre en el cesto de la ropa, y ahí os apañáis. No te rayes: es normal también tener estos pensamientos de “me voy como alma que lleva el Diablo”. Pasará, no temas, y que los tengas no hace de ti una mala madre. Eres una madre estupenda, y lo harás fenomenal. Respira.

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