SALUD MENTAL
Las coaches sobre TCA, Miriam Sanchez y Eli Custó, nos explican cómo se manifiesta un TCA más allá de la mala relación con la comida.
¿Cómo te imaginas a una persona con anorexia? Muy posiblemente, en tu mente aparecerá la imagen de una chica (siempre una chica) con una delgadez extrema, totalmente huesuda y con un aspecto enfermo.
A juzgar por su apariencia, tiene que ser una persona que no ingiere ni un bocado de comida y que, obviamente, no sale de casa ni intenta llevar un ritmo de vida normal. Pues bien, aunque, desafortunadamente, este escenario también es una realidad, no es el mayoritario en los diagnósticos por Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA).
Una persona con TCA puede comer, no tienen por qué estar en los huesos y puede volcar todos sus esfuerzos y energías (las pocas que pueda tener) en intentar llevar una vida normal. Y, a pesar de todo, seguir teniendo un TCA.
El problema del estigma sobre los TCA
Uno de los grandes problemas que tiene la detección de estas enfermedades es el poco conocimiento que tenemos de ellas y el estigma de persona extremadamente delgada a la que están asociadas.
Esto hace que muchos casos pasen desapercibidos y que no sean diagnosticados hasta que la persona, efectivamente, está física y mentalmente muy enferma, y su patología se encuentra en una fase avanzada.
Con un mayor conocimiento sobre cómo se pueden expresar estas enfermedades, más allá de la mala relación con la comida, muchos casos podrían detectarse antes. Esto facilitaría la recuperación de la persona, y le ahorraría mucho sufrimiento y dolor.
Por todo ello, es de vital importancia conocer en profundidad los síntomas difíciles de detectar que responden, también, a una TCA.
Para ayudarnos con esta tarea, desde NovaMás, hemos contactado con Miriam Sanchez y Eli Custó, psicóloga y nutricionista, respectivamente, y divulgadoras sobre TCA. Las dos forman RecoverEdToBe ("recuperad@ para ser", en español), un espacio en el que ejercen de coaches de TCA para acompañar a las personas en recuperación a través de talleres y consultas.
La relación con la comida en los TCA
Antes que nada, Sanchez y Custó aclaran que la idea del "no comer" que se asocia con los trastornos de conducta alimentaria y, concretamente, con la anorexia es reduccionista. Esto es así porque existen diferentes diagnósticos con una mala relación con la comida, más allá de la anorexia o la bulimia.
Es el caso de la dismorfia muscular, la vigorexia, ortorexia, ejercicio compulsivo, ciclos de dietas-atracones, etcétera.
Dicho esto, "el dejar de comer no es una conducta inherente del TCA. Lo que en realidad vemos son personas que imponen sus decisiones alimentarias basadas en múltiples normas, de un modo casi automatizado", apuntan las coaches.
"Muchas de esas reglas alimentarias (como prohibirse alimentos azucarados, comer solo a ciertas horas del día, comer sólo alimentos etiquetados como 'sanos'), se han convertido en prácticas normalizadas y socialmente aceptadas, y hasta deseables y aplaudidas", continúan. Todo esto ofrece argumentos a las personas con TCA para justificar sus conductas.
Por otro lado, está la etiqueta de la delgadez extrema vinculada con los TCA que, precisamente, solo es esto, un estereotipo social poco fiel a estas patologías. "Cuerpos esqueléticos, rostros demacrados, mujeres jóvenes, blancas, cisgénero, países ricos… Son rasgos asociados a los TCA que no reflejan la realidad".
"El estigma de peso (diagnosticar o dar un trato diferente a una persona en función de su peso o IMC) es la razón por la cual las personas con cuerpos más grandes tienen la mitad de probabilidades de que se les diagnostique un TCA, en comparación con las que tienen un peso normativo o bajo", señalan desde RecoverEdToBe.
Con todo, "en muchos casos los TCA pasan desapercibidos, incluso para las personas afectadas, sus familiares y los propios profesionales de salud, cuando no se amoldan al perfil estereotipado". Por esta razón, “es importante romper con todos los mitos y prejuicios sociales sobre los TCA para un diagnóstico e intervención tempranos”.
Por otro lado, está la cuestión del género, ya que siempre se asocia esta patología con mujeres. "La evidencia más reciente sugiere que entre el 30 y el 40% de las personas diagnosticadas con TCA son hombres o se identifican como tales". El problema es que, según las coaches, hay un inmenso infradiagnóstico relacionado con el género.
Síntomas del TCA más allá de la comida
La manipulación y el engaño
Uno de los síntomas que pasa desapercibido es, precisamente, la mentira y la manipulación que utiliza el TCA para lograr mantener sus hábitos desordenados.
De esta manera, el engaño se hace para justificar conductas como "comer menos, moverse más, deshacerse de lo ingerido… Por ejemplo, el cerebro de una persona con TCA puede inventar cientos de excusas para restringir la alimentación: 'ya he cenado fuera, así que no me prepares cena'; 'tengo intolerancia al gluten, por eso no como pan, pasta, dulce'", explican las coaches.
Cuando la persona está en proceso de recuperación, se da cuenta del sistema de creencias de su TCA y de la manipulación que practicaba para sostenerlo. En este punto, es clave que, a través de la terapia, "entienda que no era ella misma, sino el trastorno."
Del mismo modo, "los seres queridos y profesionales necesitan entender esto para poder separar a la persona del trastorno", afirman las expertas de RecoverEdToBe.
Síntomas conductuales
Hay que aclarar que el cuadro de síntomas puede ser muy diverso y que no todas las personas afectadas los expresan todos, ni los mismos. Sin embargo, Sanchez y Custó exponen algunos posibles que no están relacionados, estrictamente, con el acto de comer:
"Cortar la comida en trozos muy pequeños; utilizar siempre los mismos utensilios de cocina y cubiertos; calentar demasiado la comida; utilizar servilletas de papel para absorber la grasa; reducir la vida social; cocinar platos ricos para otras personas, pero sin probarlos; seguir cuentas en redes sobre nutrición, cocina o fitness; acumular recetas de comida o mirar en bucle fotos de comida o gente comiendo; juzgar cómo comen los demás y tomar una cantidad excesiva de chicles".
Síntomas emocionales
"Temor a quedarse sin comida (sentir como si no fuera a haber suficiente), cambios bruscos de humor; tristeza, apatía y desesperanza; ansiedad continua; mostrarse solitario, ausente y malhumorado; irritabilidad antes o después de las comidas; ansiedad ante los cambios (horarios, rutinas, viajes o invitados en casa)."
Síntomas físicos
"Dificultades de concentración; pérdidas de memoria; mareos, desmayos y síncopes; alteraciones del sueño; problemas dentales; debilidad muscular; lenta cicatrización de las heridas; ojos inyectados en sangre y/o glándulas salivares inflamadas por el vómito autoinducido; marcas en el dorso de las manos y los dedos también por el vómito autoinducido; fatiga y cansancio".
El TCA en todas las esferas de la vida
Las expertas aseguran que los TCA tienen un grado de disfuncionalidad muy elevado en todas las áreas de la vida de una persona.
Debido a su sistema de creencias y hábitos rígidos, las personas afectadas presentan "limitaciones para desempeñar normalmente un trabajo o estudios, problemas de socialización y vinculación afectiva, dificultades para cuidar de sí mismas de manera autónoma y dificultad para desarrollar un proyecto de vida".
Además, estas limitaciones se ven agravadas por los problemas físicos: "reducción de la tasa metabólica, amenorrea o alteraciones del ciclo menstrual, osteoporosis, patologías digestivas, desajustes hormonales, patologías cardiovasculares, inmunosupresión, atrofia cerebral, alteraciones de la microbiota, entre otros. Todo esto en conjunto puede llegar a dificultar enormemente la vida de la persona con un TCA", concluyen.
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