Nunca más te la darán con queso
Aunque se trate de un maestro del engaño como el pequeño Nicolás, las apariencias no engañan a la hora de comer. Un falsamente pretendido finolis quedaría al descubierto sentado a la mesa gracias a estos siete consejos: ¿come el huevo con cuchillo?, ¿se ayuda de una cuchara para la pasta? Maaaaaal.
En apenas unos días se ha hecho más famoso que el Papa. Francisco Nicolás Gómez Iglesias, ya conocido como el pequeño Nicolás, ha hecho de la suplantación y el engaño todo un arte. En la mesa, sin embargo, es prácticamente imposible que alguien logre hacerse pasar por quien no es. Te proponemos una serie de trucos para desenmascarar a los finolis que van de selectos solo porque se conocen todos los restaurantes de la guía Michelin.
Huevo frito. Cuando veas que un comensal utiliza el cuchillo, grita eureka y presume de ser un sabueso, alerta. No te dejes impresionar porque vista traje de Ermenegildo Zegna o porque haya comido siete veces en elBulli: estás, sin ningún atisbo de duda, ante un auténtico gañanazo. Lo correcto en este caso es partir el huevo con el tenedor, ayudándose con un trozo de pan si fuera necesario. Jamás debe emplearse el cuchillo.
Pan. Si al terminar una vianda regada con salsa, alguien coge el pan con la mano y rebaña el plato hasta dejarlo más limpio que el Mistol, no le des más vueltas: ni sabe comportarse en la mesa ni es probable que aprenda. En realidad, las buenas maneras imponen que el pan hay que mojarlo con el tenedor y llevárselo a la boca con el mismo cubierto. Tampoco es correcto dejar el plato totalmente impoluto.
Marisco. Pelar unas cigalas o unos langostinos con la mano no es definitivo a la hora de distinguir a un comensal bien educado del que pretende serlo. Lo más correcto sería utilizar el tenedor y la pala de pescado, pero está socialmente aceptado comer marisco con los dedos. Ahora bien, si ves que alguien succiona la gamba con más fuerza que un aspirador y hace el mismo ruido, ya lo sabes: es un verdadero paladín de la vulgaridad.
Chuletitas de cordero. Aunque nada impide comértelas con cubiertos, hacerlo de esta manera implica renunciar a toda la parte de carne que queda adherida a la costilla o hacer el ridículo intentando arañarla con el cuchillo para apenas recoger una migaja. Quizá por ello, los usos sociales permiten comer las chuletitas con las manos y roer toda la grasa. Lo que es inaceptable, y gracias a ello podrás identificar más fácilmente al impostor, es chuparse los dedos al terminar de comer, ni que tragues con la excusa de que lo ha hecho para no manchar la servilleta.
Spaghetti. Un sencillo plato de pasta larga nos puede proporcionar un buen número de pistas para desenmascarar al embaucador. La primera podría ser la forma de colocar la servilleta: si se la cuelga del cuello a modo de babero, es posible que no se manche su preciosa camisa de marca, pero sin duda quedará peor parada su reputación. Debemos recordar que no es correcto utilizar una cuchara para ayudarnos a enrollar la pasta y que, en el caso de cortarla para que resulte más fácil de comer, se debe usar solo el tenedor.
Espárragos blancos. Si eres de los que señalarías rápidamente como farsante a un comensal que se los come con la mano, haces bien en leer este post para no cometer semejante error. Los espárragos blancos son de los pocos alimentos que se pueden engullir sin utilizar los cubiertos. De hecho, lo correcto es cogerlos con los dedos por la base del tallo, mojarlos en la mayonesa o salsa que los acompañe, y metérselos en la boca, desechando la parte final. Debes desconfiar, en cambio, de quien use cuchillo y tenedor: es obvio que no sabe comer.
Alcachofas. A este producto le sucede casi lo mismo que a los espárragos pero con una pequeña diferencia. Si bien es correcto usar las manos para quitarle las hojas y chuparlas, el corazón de la alcachofa debe comerse con cubiertos. Lo contrario indica un comportamiento tan primario como falto de modales.