QUÉ MARAVILLOSO ES SER TURISTA

¡Los guiris se suman al tapeo! Diez tapas para diez destinos

Nuestro país es mundialmente famoso por su exquisita gastronomía  y sus deliciosas tapas, y de todo aquello que nos identifica quizá sea este estereotipo uno de los que más nos agradan. Al fin y al cabo, ¿a quién no se le conquista por el estómago? Autóctonos y foráneos disfrutan de la mejor materia prima en forma de pequeños y sabrosos platillos acompañados de una cerveza bien fresca y una alegre conversación.

El jamón, ay, el jamón... La perdición de los guiris.Gastronosfera

El origen de la tapa

Por si todavía hay alguien que no  conoce cómo y cuándo se crearon las primeras tapas, se cuentan diferentes versiones: se dice que en el siglo XIII el médico de Alfonso X el Sabio, incapaz de encontrar cura a la enfermedad del Rey,  le prescribió un sorbito de vino cada cierto tiempo y para “tapar” o atenuar los efectos del alcohol tomaba un pequeño refrigerio de fiambres, queso o aceitunas. Milagrosamente se recuperó (quizá porque no sentía el dolor gracias al alcohol, ya que la cura no tiene mucha base científica) y por ello promulgó una ley que ordenaba que se sirvieran aperitivos “tapando” la copa en todas las tabernas del reino.

Otras fuentes aseguran que la gente que se paraba a descansar en las ventas del camino armaba bastante jaleo cuando se embriagaban y por ello se obligó a servir tapas gratuitas con cada consumición. Algunos afirman que fue Fernando II de Aragón quien, de visita a Cádiz, paró en una taberna y pidió que le taparan su bebida con una loncha de embutido para evitar que las molestas moscas nadaran en ella. Se cuenta esa misma versión con Alfonso XIII de protagonista con la arena que llevaba el viento como incordio en lugar de los impertinentes moscones. Los soldados y los campesinos  se alimentaban igualmente con tapas entre horas para aguantar las duras jornadas de trabajo.

El siglo de Oro dio buena cuenta de las tapas. Néstor Luján, en su libro El ritual del aperitivo; Avisillos, llamativos y tapas narra que Quevedo, en su novela Vida del Buscón,  llamaba a las tapas “avisos” o  “avisillos”, ya que “avisaban” de que se acercaba la comida principal. Cervantes las denominaba “llamativos” en el Quijote (“Si vuestra merced quiere un traguito, aunque caliente, puro, aquí llevo una calabaza llena de lo caro […] con no sé cuántas rajitas de queso de Tronchón, que servirán de llamativo y despertador de la sed, si acaso está durmiendo”) o en algunas de sus novelas ejemplares como Rinconete y Cortadillo.

10 tapas para 10 paladares exóticos

¿Quién no siente pasión por la tapa? Ese pequeño bocado de placer que nos sirven en ocasiones gratuitamente, acompañado de una bebida o pagando un pequeño precio según su complejidad, creatividad y exclusividad. La tapa no es sólo una forma de saborear los alimentos, es un estilo de vida, una tradición cultural que simboliza la alegría de la amistad y el compañerismo. Ese sencillo y natural júbilo que surge ante un buen “marisquito”, unos calamares a la romana, caracoles, gambas al ajillo, boquerones en vinagre, mejillones tigre, bacalao rebozado, gallinejas, zarajos, entresijos, callos, croquetas, albóndigas, chorizo, salchichón, lomo rabo de toro…es difícil de explicar, hay que sentirlo.

Y si hablamos de la fascinación por la cultura del tapeo, nuestros amigos extranjeros, a los que en ocasiones denominamos cariñosamente “guiris”, se llevan la palma. Hemos tenido la suerte de conversar con algunos de ellos  que viven o pasan temporadas largas en la Villa de Madrid y nos han confesado su tapa madrileña favorita.

Manuel Klee es un arquitecto colombiano que lleva nada más y nada menos que catorce años en Madrid. Manuel nos cuenta que conoció a Esther, su actual esposa de nacionalidad española, en Puerto Rico, en un intercambio de estudiantes de la Universidad. “Allí hacían comidas típicas de cada país un día a la semana, y cuando tocaba España era la locura, porque ¡¡Esther hacía una tortilla de patatas que era para morirse!!”. Nuestro amigo colombiano no oculta su entusiasmo por dicha tapa: “Cuando llegué a Madrid, me dediqué a la tarea de encontrar una tortilla parecida a la de ella, pero fue imposible (risas), sin embargo, con la “excusa” de esa búsqueda le tomé el gusto al hecho de salir de ronda por Madrid y pedir una tortilla de patata con una caña o un vinito. ¡¡Eso no tiene precio!!”.

Simona Farcas es una encantadora e inteligente rumana que ya ha vivido en más de seis países y domina cerca de siete idiomas a la perfección. Estudió un Máster en el  IESE de Barcelona y es una experta en Márketing. Sus amigos de España, donde pasa largas temporadas, le dicen que tiene un adorable acento de Cuenca en castellano. Ahora mismo vive volcada desde hace cuatro años en un proyecto para la protección y adopción de animales abandonados en el Norte de África, “dándoles una segunda oportunidad de ser felices”. Nos confiesa su amor por el salmorejo, tan presente en tantas tabernas  de tradición andaluza en la capital madrileña. “¡Sólo puedo decir que es absolutamente delicioso! Me apasiona su textura, su frescor  y ese punto ácido del vinagre. Hay gente que le añade un poco de pimiento verde pero yo lo prefiero  sólo con tomate, ajo, miga de pan, aceite de oliva y sal. ¡Las berenjenas fritas bañadas en un poco de salmorejo son algo realmente suculento!”.

Jorge Toledo trabaja en televisión y es originario de México D.F. Como buen mexicano adora y tolera bien el picante y es por eso que su tapa preferida es la gilda (haciendo referencia al personaje de la película encarnado por Rita Hayworth por ser “salada, verde y un poco picante”). De todos es sabida la influencia que tiene la cocina del norte de la península en Madrid y no es de extrañar que esta banderilla compuesta por  encurtidos (pepinillo, aceituna, guindilla) y anchoa, triunfe entre paladares exóticos. Jorge nos cuenta que le gusta por su “contraste de sabores tan fuertes. Yo creo que me enamoré de la gilda por el picante de la guindilla. Una vez me tocó una en San Sebastián que picaba bastante, desde ahí soy adicto a ellas, pero ¡¡como en San Sebastián no hay dos!!”.

Urla Poppe lleva ya más de 12 años en Madrid. Esta peruana con nacionalidad irlandesa (por su abuelo materno) está terminando su carrera de filología inglesa y prepara oposiciones para técnico de biblioteca. Le gusta mucho escribir y  comparte en su blog cuentos y novelas que brotan de su grandiosa imaginación (es posible descargar sus dos primeras novelas en bubok: Historias Reales (Vampiros) de ciencia ficción y fantasía, y una novela romántica titulada Un profundo silencio). Urla nos habla de la gastronomía española: “Me cuesta mucho comer aquí en España porque soy vegetariana… Eso sí, el queso español me parece muy bueno. Especialmente el semicurado manchego… Un día me dieron un truco para saber si  el queso no está bien curado: si el borde exterior tiene un tono más claro que el interior aún le falta maduración”.

Ricardo Goñí, joven actor nacido en Santiago de Chile, disfruta sin límite y conservando su buen tipo (¡bien podría contarnos su secreto!) de su tapa preferida: la ensaladilla rusa. “No se puede negar la calidad gastronómica en España, pero no soy mucho de embutidos. ¡Mi novia y mis amigos casi me mataron cuando les conté que mi primer bocata de jamón tuve que acompañarlo con ketchup! Lo cierto es que estaba muy seco y supongo que no era el mejor sitio para comer buen jamón. Ahora ya lo disfruto más (sin extras) y también me gusta mucho el gazpacho”. Sin embargo la “elegida” sigue siendo la ensaladilla rusa: “cuando me preguntan cuál es mi comida española favorita y respondo ensaladilla rusa, muchos se ríen y me dicen ‘Te gusta algo ruso y nunca has estado en Rusia’, ¡aunque debo decir que no he probado una ensaladilla rusa mejor que la española!”. Debemos especificar que la  ensaladilla original creada por Lucien Olivier (chef del Hermitage de Moscú) llevaba carne de venado.

La dulce sueca Emma Westberg es responsable de Administración y Finanzas en una empresa sueca de equipos de climatización en Madrid. “Me quedo con el pulpo a la gallega, me encanta el sabor de su carne tierna y fresca con el toque de pimentón y un buen aceite de oliva. Me hizo mucha gracia cuando me dijeron que para cocinar el pulpo había que “asustarlo” (meter y sacar el pulpo 3 veces en agua hirviendo y luego dejarlo cocinar hasta que esté blando). Con el tiempo, aprendí también que había que congelarlo al menos 48 horas para ablandarlo y eliminar el riesgo de anisakis, así como que no hay que cocerlo demasiado para que no pierda la piel y los botones, vigilando el punto siempre con un palillo de madera, nunca de metal. Meter una cebolla en la cocción es además un buen truco para mejorar el color del pulpo. ¡Realmente cocinar el pulpo es toda una ciencia!”.

Alesandro Salis es originario de la preciosa isla de Cerdeña y vive en Madrid con su mujer Silvia, también italiana. Hace cinco años, las ganas de vivir una nueva experiencia les trajeron a la capital de España. Este analista de Proyectos y “Business Solution” siente pasión por una buena tapa de orejas a la plancha y unos ricos chopitos. “La cultura del tapeo es un ritual: siempre se hace de pie, se va cambiando de sitio, no se mezclan sabores muy diferentes y cada amigo siempre invita a una ronda”.

La tapa favorita de Victoria Jing Xiang es el jamón ibérico. Esta joven y talentosa ciudadana china de Chongqing, estudió diseño de Moda en el IED de Madrid. Actualmente se dedica al mundo de la Moda. A Victoria, (nombre que utiliza en España desde hace cinco años para los que no saben pronunciar el suyo), le  encanta el sabor del jamón ibérico porque “el aroma es súper agradable, especial y delicado. A través del olor se puede saber la calidad del producto. Además el corte de jamón es todo un arte”.

La madre de Rolf Mueller-Gruenow nació y vivió en Madrid hasta su mayoría de edad. “Por eso nunca faltan las tapas españolas en casa”, nos cuenta este divertido alemán, director  de una conocida empresa de cosméticos. Rolf nos revela su adicción a las patatas bravas. “Veraneo en Comillas y vengo también a menudo a Madrid a pasar el mayor tiempo posible en casa de mis tíos y mis primos, y  aunque también soy fan del queso manchego, me derrito ante unas sabrosas patatas bravas con su punto de picante. Mi tía hace la salsa con cebolla, pimiento rojo y verde, puerro, un par de ajos, tomate triturado, pimentón picante y dulce y una pizca de sal. Y para que las patatas queden  crujientes  las hierve durante 5 minutos, luego las enfría un poco en la nevera y después las fríe durante 10 minutos hasta que estén doraditas. Después la escurre y quita el exceso de aceite con papel absorbente y de nuevo a la nevera para después darle un toque final de fuego en dos minutos. ¡Quedan espectaculares!”.

Marjorie Gutiérrez es una simpática  psicóloga venezolana que reside en Madrid. Al igual que Manuel, se decanta por una jugosa tortilla de patatas. “Me gusta muy jugosa y cuando la hago en casa guardo una proporción de 3 patatas por 5 huevos y utilizo el “pela-patatas” con el fin de que cada corte de patatas me salga al mismo grosor (unos 2mm,  aproximadamente). Y sé que hay gente que añade un pequeño chorro de leche al batir los huevos para conseguir más jugosidad”. Recuerda también una divertida anécdota: “la primera vez que me pusieron oreja me gustó mucho hasta que supe lo que era, ¡aunque ahora ya me gusta y todo!”.

¿Y tú, con cuál de todas ellas te quedas?

Texto de Mónica Salazar