¿LO SABÍAS?
No hace falta que toda nuestra despensa esté compuesta por productos ecológicos, pero al menos estos que os detallamos a continuación deberían serlo. Nuestra salud nos lo agradecerá.
Los amantes de la cultura bio dirán que toda nuestra despensa debería estar formada por productos ecológicos. Pero huir de químicos y aditivos no es tan sencillo para algunos bolsillos, que no pueden permitirse una cesta de la compra 100% ecológica o, simplemente, son escépticos ante los supuestos beneficios de la cultura bio. Pero es cierto que hay algunos productos que llegan a nuestros supermercados con una cantidad de químicos, hormonas y aditivos que, a priori, no parecen lo más recomendable para la salud, y que deberíamos sustituir a la de ya por su versión orgánica.
1- Patatas. Si comparamos el precio de una patata ecológica con el de otra que no lo es veremos que, aunque es más del doble, no es una diferencia abismal que cualquier bolsillo medio no pueda permitirse. Por lo tanto, conviene adquirir siempre una patata bio, ya que este alimento, al parecer, llega a nuestras despensas tras haber estado en contacto con una gran cantidad de fungicidas. De hecho, a la patata convencional se le añaden pesticidas en las plantas y fungicidas en el suelo, para evitar que los tubérculos enfermen, de manera que es recomendable optar siempre por la versión bio de este alimento.
2- Carne. Consumir carne ecológica, y por ende también huevos y cualquier otro producto de origen animal, no solo es un compromiso con nuestra salud, sino una opción ética. Sin embargo, la controversia está servida: comprar una ternera ecológica significa que ésta no ha sido tratada con antibióticos ni ha comido piensos ni ha sido hormonada, pero no por fuerza quiere decir que el animal haya vivido al aire libre y haya podido pasturar en el campo. Lo mismo ocurre con el pollo o el cerdo, de manera que a la hora de consumir carnes ecológicas es interesante saber bien de dónde proceden los productos que estamos comiendo.
Por este motivo, nuestra recomendación es tener un carnicero de confianza que nos garantice que estas carnes proceden de un ganadero de proximidad y que los animales han vivido en libertad. ¿De qué nos sirve, si no, comprar un pollo ecológico que tal vez sí reúna todos los requisitos para la salud pero se haya criado en una jaula minúscula? Muchos argumentan que la carne ecológica es cara, y es cierto, pero en realidad todo es cuestión de replantearnos nuestra manera de alimentarnos: mejor comer carne ecológica una vez a la semana y no una no ecológica tres. Sustituye la ingesta de carne por la de legumbres, cereales, verduras y otros productos más saludables (y también mucho más baratos) y consume carne esporádicamente.
3- Huevos. Es un caso similar al de las carnes. Las gallinas que ponen huevos ecológicos (que vienen marcados con un 0 en el código de barras) viven en libertad, comen granos, no han sido tratadas con hormonas ni antibióticos y, al fin, han sido más felices. Un bienestar que se traduce en el sabor y consistencia de los huevos que ponen, una delicia cuyo precio tampoco va a disparar el precio de nuestra cesta de la compra.
4- Verduras de hoja verde. Son un básico de nuestro día a día y de nuestras ensaladas veraniegas, y la mayoría no sabe que son productos a los que se les aplican una grandísima cantidad de plaguicidas. Mientras los agricultores ecológicos utilizan redes y algunos repelentes no tóxicos para hacer frente a los insectos, en la agricultura convencional se les aplican numerosos químicos, lo que convierte a berzas, col rizada, espinacas o acelgas en las verduras que llegan a nuestra mesa con más cantidad de pesticidas.
5- Pimientos y tomates. Ambos productos absorben los pesticidas con mucha facilidad. En el caso de los tomates, esto ocurre especialmente en los cherry, cuya piel finísima es una esponja para los químicos, sin que lavarlos o pelarlos sirva de nada. Tanto pimientos como tomates son propensos a las plagas de insectos, de manera que las fumigaciones están a la orden del día en las granjas convencionales. Dado que, especialmente los tomates, son productos de consumo habitual, lo ideal es comprarlos siempre ecológicos. ¿Una idea para que el bolsillo no lo note? Cómpralos ahora, que están de temporada y los precios son más ajustados, y prepárate conservas que puedan durarte todo el invierno. Salud y economía del hogar no tienen por qué estar reñidas.