Un recorrido alejado de las discotecas y las playas
Pocos destinos hay en España más atractivos que las islas Baleares: aguas cristalinas, playas de arena fina, buen clima, buena gente… Perfecto para desconectar. Ibiza es una de las islas preferidas por el turista nacional e internacional. Muchos acuden a ella atraídos por la música electrónica y el ambiente festivo en sus playas, pero hay otro tipo de viajero que gana peso con los años: el que planifica sus comidas antes que sus visitas. Sus calas son exactamente lo que te esperas, pero sobre la mesa puede sorprenderte.
¿Verdad que no imaginas comer de bocadillo en Galicia? Si lo haces en Ibiza es porque nadie te ha explicado lo que te pierdes. Es hora de ponerse al día: aquí van algunas recomendaciones para que tu paladar disfrute de la escapada tanto como tu piel y tu mente:
1. Deja los chiringuitos a los guiris
Esto ya te lo sabes, porque no es algo que ocurra sólo en Ibiza. Puede que tenga muy buena puntuación en TripAdvisor, pero sabes tan bien como yo que el extranjero medio tiene un paladar algo diferente al nuestro, y lo mismo pone por las nubes una tortilla con patata cocida que un vino peleón con casera. Asegúrate de que las opiniones sean en su mayoría nacionales, y déjate guiar por tu intuición: si la entrada del local está repleta de caballetes con menús en inglés y alemán, y sus paredes están plagadas de fotografías descoloridas de un montón de platos difíciles de identificar… Ahí no es.
2. Lo que no puedes dejar de pedir
Apúntate este truco para no pedir más de lo que tu estómago pueda digerir un 15 de agosto a 35 grados: Pide Bullit de Peix (imprescindible), pero no te hinches a pescado, porque cuando te retiren el plato, llegará una gran paellera con el arroz. No te asustes, no es que el camarero se haya confundido de mesa y no te lo cobrarán aparte: el plato trae premio, y te aseguro que querrás tener hueco, porque lo preparan delicioso, con todo el caldito resultante de ese pescado que te has comido previamente.
Ten en cuenta que el “peix” de roca que te sirven en primer lugar (mero, rape, araña, gallo…) va cubierto en ocasiones con una salsita irresistible de ajo y aceite. El azafrán le da ese color característico que invita a mojar pan. Y ahí, amigo, es donde tendrás que controlarte si no quieres pinchar.
Si tienes buen saque y no haces ascos a una siesta por necesidad, anímate con una ración de frita de pulpo. No falla, con sus patatitas bien empapadas está de vicio.
3. Come postre, que estás de vacaciones
Aquí no se pide tarta de queso ni brownie con helado de vainilla, eso lo puedes comer en cualquier parte. Lánzate a por el Flaó, probablemente no se parezca a nada de lo que hayas probado antes. O sí: a lo mejor te recuerda a un mojito. Lleva queso fresco de cabra, huevos, azúcar y –atención- hierbabuena.
Los menos atrevidos tienen una opción sin riesgos, la greixonera. Similar al pudding de toda la vida, pero con una variación clave: el pan es sustituido por ensaimada.