ESTUDIO DE LA UNIVERSIDAD DE GRANADA
El consumo prolongado a lo largo del tiempo de aceite de girasol o de pescado afecta de forma negativa al hígado y provoca una serie de alteraciones que pueden desencadenar en esteatohepatitis no alcohólica (Ehna), según ha demostrado un equipo internacional liderado por la Universidad de Granada.
La esteatohepatitis no alcohólica es una enfermedad hepática que puede ser la antesala de procesos como cirrosis hepática o cáncer de hígado, y se trata de una inflamación grasa del hígado que no es debida al hábito alcohólico, ha informado hoy la universidad. Su prevalencia en la población general aumenta con la edad, de modo que afecta a un 1-3% en niños, 5% en adolescentes, 18% entre 20 y 40 años, 39% entre 40 y 50 años y más del 40% en mayores de 70.
Este trabajo ha analizado cómo afecta la alimentación con un tipo de grasa u otra (aceite de oliva virgen, girasol o pescado) de forma mayoritaria a lo largo de toda la vida sobre la salud del hígado en ratas. Para ello, los investigadores realizaron a los animales una serie de análisis que abarcaron estudios de anatomía patológica, técnicas de bioenergética, determinación de la longitud de los telómeros, estrés oxidativo y un estudio del genoma hepático completo de las ratas para ver su evolución con la alimentación.
Según el autor principal de este trabajo, el catedrático de Fisiología de la Universidad de Granada José Luis Quiles Morales, el estudio ha puesto de manifiesto que a medida que se envejece la grasa se va acumulando en el hígado. "Pero lo más llamativo es que el tipo de grasa que se acumula es diferente según la alimentación y esto hace que, a pesar de ese acúmulo, unos hígados lleguen a la vejez más sanos que otros y con una mayor o menor predisposición a sufrir ciertas patologías", ha explicado.
De las tres grasas de la dieta estudiadas (aceite de oliva virgen, aceite de girasol y aceite de pescado), la que mejor preservó el hígado a lo largo de la vida fue el aceite de oliva virgen, mientras que el aceite de girasol indujo fibrosis, alteraciones ultraestructurales, bloqueo de expresión génica y un alto grado de oxidación.
Por su parte, el aceite de pescado, además de intensificar la oxidación asociada al envejecimiento, redujo la actividad de la cadena de transporte electrónico mitocondrial y alteró la longitud relativa de los telómeros (extremos de los cromosomas cuyo acortamiento puede llevar al envejecimiento de nuestras células y su alargamiento, al cáncer). De todo ello se deduce que las alteraciones provocadas por el consumo prolongado tanto de aceite de girasol como de pescado "condicionan al hígado para sufrir esteatohepatitis no alcohólica".
Pero, según el investigador, lo realmente novedoso de este estudio ha sido "demostrar a través de qué mecanismos ejerce el aceite de oliva virgen dichos efectos beneficiosos y el por qué del peligro de abusar de otras fuentes grasas". En este trabajo han participado también investigadores del Complejo Hospitalario de Jaén, la Università Politecnica delle Marche (Ancona, Italia), el Centro Pfizer-Universidad de Granada-Junta de Andalucía de Genómica e Investigación Oncológica (Genyo) y el Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos.