EL ZIKA Y LA DELINCUENCIA, PRINCIPALES AMENAZAS

Río inaugura sus Juegos tratando de eclipsar las protestas y sus problemas económicos y políticos

Brasil llega a los Juegos Olímpicos de Río 2016 inmerso en una profunda crisis política y económica que avanza ajena a la mayor cita deportiva del mundo y que, según las últimas encuestas, no ha logrado encandilar a sus ciudadanos. En lo político cuentan con dos presidentes, el interino Michel Temer y la suspendida Dilma Rousseff, y en lo económico se enfrentan a la peor recesión en muchas décadas.

Río de Janeiro, mundialmente conocida por su carnaval y por su paisaje único, en el que las playas más blancas se alternan con las montañas más verdes, se afana por destacar estas bondades durante los Juegos Olímpicos pero está por ver que logren eclipsar a llamativas sombras como la delincuencia, el temor al virus Zika o las crisis económica y política.

El mítico estadio de Macaraná, sede de la ceremonia de apertura de los Juegos de Río 2016, se ha blindado con más de 3.000 policías y militares por las protestas convocadas contra el gobierno de Michel Temer y las propia cita olímpica. Las fuerzas de seguridad han extremado los controles en los alrededores del acceso al estadio, hasta el punto de que los periodistas acreditados por el Comité Olímpico Internacional ni siquiera han podido acceder a la sala de prensa si no contaban con la correspondiente invitación para asistir a la ceremonia. Camiones militares y policía a pie y a caballo patrullan por la zona, sobrevolada por helicópteros de las fuerzas de seguridad, que han establecido un perímetro vallado para filtrar el acceso al recinto.

Los grupos que han convocado las protestas tenían como objetivo manifestar su rechazo a Temer. Estos movimientos expresan abiertamente su rechazo a los Juegos y argumentan que Río de Janeiro, golpeada fuertemente por la crisis económica, vive una "calamidad olímpica" por causa de su empeño en "obras absurdas" para los Juegos, un "caos" en la educación y salud pública y la "especulación inmobiliaria" desatada por el evento deportivo, que ha perjudicado "a los más pobres".

Las protestas contra los Juegos, sin embargo, no han tenido tanta acogida como las convocadas contra el Mundial de fútbol que Brasil 2014, cuando millones de brasileños tomaron las calles en cientos de ciudades para exigir más inversiones sociales y menos en estadios.

A la crisis política también se atribuye el menguado número de jefes de Estado y de Gobierno esperado para la inauguración de los Olímpicos, ya que algunos mandatarios han manifestado apoyo a Rousseff y otros prefieren esperar a que el Senado se pronuncie. Sólo 45 gobernantes habían confirmado presencia en la ceremonia inaugural, un número muy inferior al casi centenar que prestigió tanto los Juegos de Londres 2012 como los de Pekín 2008.

La crisis económica del país también ha proseguido ajena a los Olímpicos pese a que, según autoridades que participaron en un seminario sobre el legado olímpico, la organización de los Juegos ayudó a Río a atenuar la crisis del país. Mientras que la renta per cápita en Brasil creció un 19 % desde 2009, cuando Río se adjudicó los Olímpicos, la de este estado brasileño creció un 30 %, dijo en el seminario el gobernador de Río de Janeiro, Francisco Dornelles. Los inversiones que Río atrajo por sus Olímpicos, sin embargo, no impidieron que el gobierno regional tuviera que declarar "calamidad pública" en sus finanzas hace dos meses y solicitara ayuda para pagar los salarios, incluso de los policías que garantizarán la seguridad durante los Juegos.

El ambiente negativo que antecede a los Juegos tal vez explica el poco respaldo de los brasileños al evento. Según una encuesta divulgada en julio, el 50 % de los brasileños se opone a la celebración del evento, un 63 % considera que los Juegos traerán más perjuicios que ventajas a Brasil, el 57 % dijo que la seguridad pública causará vergüenza a Brasil y el 55 % mostró esa misma preocupación en relación al sistema de transporte. El presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, expresó esta semana su "solidaridad y empatía" con el país ante "la realidad que impera en Brasil y las dificultades que afronta".

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