Tragedia en Valencia
Muchos alcaldes de la zona tomaron decisiones estratégicas antes de la llegada de la riada, como suspender clases, paralizar la actividad en polígonos industriales o enviar avisos por redes sociales a sus vecinos.
Los ayuntamientos son la primera administración. Y los alcaldes, las primeras autoridades sobre el terreno. Por eso, muchos regidores tomaron la iniciativa para salvar vidas mucho antes de que sonaran las alertas en los teléfonos.
José Javier Sanchís, alcalde de Algemesí, activó los planes municipales de emergencia el domingo 27 de octubre, ante las previsiones meteorológicas. El lunes 28, el ayuntamiento decide suspender las clases para el martes. Ese fatídico día, el consistorio envía un mensaje a los vecinos a través de redes sociales para que se paralice la actividad en los polígonos industriales. “Así la gente pudo volver antes a casa”. A las siete de la tarde recibe un aviso de que “el agua marrón empieza a entrar en las calles. Alertamos a los vecinos de que suban a las plantas altas y no salgan de casa”, nos asegura.
También el Ayuntamiento de Riba-roja de Túria empezó a alertar el domingo “con comunicados a la ciudadanía para que tuvieran precaución porque viene una Dana y por tanto hay un peligro inminente”, asegura el primer edil, Robert Raga. El lunes, recuerda, se emite un comunicado para que no se aparquen vehículos en barrancos. El martes “la rambla del Poyo venía cargada” y deciden sobre 15h alertar a las 1.400 empresas de la localidad de que el peligro es inminente y tomen decisiones para desalojar y reducir al mínimo su actividad. El agua sigue creciendo y a las 18h envían un aviso a toda la ciudadanía. También piden a las empresas que nadie salga de sus instalaciones para evitar desplazamientos por las ramblas. Ahora cree que “el que se quedó en su empresa, salvó la vida”.
Horas antes, el alcalde de Utiel, Ricardo Gabaldón, vio crecer el rio Magro. Y decidió suspender las clases en el instituto, al que acuden 400 jóvenes de varias localidades de la comarca. El río “creció tres metros, y el instituto quedó anegado”. Esa orden, como las tomadas por otros regidores, salvó vidas. “Si no la hubiera tomado… algo no bueno hubiera pasado”, reflexiona.
Kilómetros más abajo, en Paiporta, una lengua de lodo arrastró esa tarde cientos de vehículos. “Nadie nos avisó de que venía esa agua”, nos cuenta la alcaldesa, Maribel Albalat. “Si nos hubieran avisado, hubiésemos podido sacar a más gente”, lamenta.
Todos coinciden en que hubo errores en la gestión de las alertas y habrá que depurar responsabilidades. Pero ahora lo urgente es atender a sus vecinos.
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