LALIGA JORNADA 38 | ATLÉTICO DE MADRID 2-2 EIBAR
Tifo, pasillo, doblete y adiós. O hasta pronto, aunque no sea como jugador. También emoción, de todo tipo. Alegría, tristeza. Lágrimas. Eso es lo que se vivió en el Metropolitano. Eso, todo eso, por un jugador, o por algo más que un jugador. Porque eso es Fernando Torres para el Atlético. Un mito. Una leyenda. Un símbolo. Uno al que al menos de corto no se verá de nuevo como rojiblanco. Tocaba despedida, y lo que menos importaba era el Eibar y el resultado, un 2-2 que pone fin a una Liga que los de Simeone acaban segundos
Era un día de fiesta en el Wanda. Primero por la Europa League, recién conquistada en Lyon, y segundo, sobre todo por lo segundo, porque Fernando Torres iba a jugar ante el Eibar su último partido con el equipo de su vida. Con el equipo de su corazón. Con su 'familia'. Y se notó, desde el comienzo se notó. Tifo espectacular en la grada, y todos los compañeros jugando por y para el de Fuenlabrada.
El '9' era el gran protagonista. Todos lo sabían. Todos le buscaban. Él quería irse emocionando, como emocionado estaba en Neptuno el viernes y también sobre el verde del Metropolitano con el paso de los minutos. Tuvo la primera, con un tiro que cruzó demasiado ante Dmitrovic. El pase a Vitolo, solo, era mejor opción, pero quería su gol. Y los diez rojiblancos también querían que marcara.
Tanto era así que ocasiones claras, y posibles goles, se iban al limbo ante la insistencia de todos para que Torres anotara. No fue él quien marcó primero, pues Kike García aprovechó la lentitud y la falta de contundencia de Savic para abrir el luminoso. El Eibar tuvo premio a su trabajo y a su orden, y Fernando también tuvo su recompensa ante toda una carrera de rojiblanco.
Porque el Atlético, como dicen muchos y cuenta Simeone, "es una familia". Y en las familias hay cosas que tan solo se pueden sentir y no se pueden explicar. Torres es del Atlético. Siente el Atlético. Marque o no marque, el escudo del oso y el madroño y su corazon son, en muchas ocasiones, uno solo. Balón largo de Saúl para Correa y pase de la muerte del argentino para el primero de Fernando.
Sí, el primero. Porque hubo otro más. Llegó en la segunda parte, en una acción de crack de Torres. No era fácil, ni mucho menos, pero el Niño demostró la importancia del primer control en el fútbol. Le sirvió para quitarse de encima a su par, y para ponerse en ventaja ante Dmitrovic. Doblete, celebración con la grada y amarilla en el festival de Álvarez Izquierdo. Sacó hasta una roja a Lucas Hernández en una acción bastante rigurosa que acabó con el central sangrando.
Con diez y con una media hora por delante estaba el Atlético. Ganando, pero no duró demasiado el 2-1. Rubén Peña se sacó un latigazo desde la frontal que sorprendió a Jan Oblak. El esloveno acarició la pelota con las manos, pero tal era la fuerza del tiro que acabó entrando. El Eibar no quería ser mera comparsa en la fiesta de Fernando Torres, y ni mucho menos lo fue.
Y mientras, Antoine Griezmann. Caso curioso el suyo. Fue suplente, en el que puede ser su último partido con el Atlético. Y cuando salió, lejos de los aplausos unánimes que se debería llevar alguien que te da un título, lo que escuchó fueron silbidos. La familia rojiblanca se huele que quiere vestir de azulgrana, aunque Godín se encargó de, desde la banda, pedir lo que el galo se merece por su fútbol: vítores.
Así acaba el curso para el Atlético. Uno complicado, en el que la imposibilidad de fichar limitó todo movimiento veraniego y que comenzó con un fracaso total en Champions. Lo cierran como campeones de la Europa League y con un segundo puesto en Liga por encima del todopoderoso Real Madrid. Final de temporada. Final de Fernando Torres como rojiblanco. Y quizá también final para Griezmann. A partir de ahora empieza la 2018-19 en el Metropolitano.