Relaciones líquidas

¿Por qué cada vez es más difícil encontrar pareja estable?

Ahora las parejas ya no se mantienen juntas porque es lo que conviene, pero el hecho de tener más libertad y opciones, también nos supone más miedo a sufrir y a mantener compromisos.

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Cuando miras el álbum de fotos de tus padres, a tu edad, ellos ya se habían casado, se habían comprado una casa y empezaban a tener hijos. Tú, a su edad, aún no has encontrado un trabajo estable, vives de alquiler y como mucho te has planteado tener un gato. Porque no, tampoco tienes una pareja. Sí, has tenido diferentes relaciones, unas más largas, otras más cortas, otras casi anecdóticas, pero no has tenido eso que llaman “pareja estable”.

Muchas veces te has planteado si el problema es que eliges mal, o es que el problema en el fondo eres tú, pero cuando te das cuenta de que tu entorno vive una vida más parecida a la tuya, que a la que tuvieron tus progenitores, te da por pensar si lo de las parejas estables es algo del pasado, casi como lo de encontrar un trabajo para toda la vida. Sería lo que el filósofo Zygmunt Bauman denominaba como el paso del amor sólido al amor líquido.

“Actualmente existe la sensación de que mantener una relación estable es complicado”, reconoce la sexóloga Raquel Gargallo. “Mirándolo desde la perspectiva de antes, si nos trasladamos a la generación de nuestros padres o abuelos podríamos admitir que las creencias que pesaban sobre ellos también hacia más factible estar en pareja o tener una relación estable”. ¿Pero era esto algo positivo o negativo?

Como apunta la sexóloga, “Muchas personas han perdido parte de su vida en una relación tóxica, en una relación que no le sumaba, o no le aportaba, o ni siquiera la quería... pero por mantener o querer tener una pareja estable han sido desdichadas/os, han perdido quienes eran, y no han disfrutado de la vida”. De esta forma, el hecho de tener una pareja por tenerla no debería ser nunca una meta o un ideal en sí mismo.

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Sin embargo, por mucho que la mentalidad haya cambiado, la sociedad no tanto, y de cara a formar una vida todavía es más fácil si se es una pareja, que una persona soltera, aunque solo sea para pedir una hipoteca. Pero por suerte, ahora muchas de las personas que se mantienen juntas lo hacen por otra serie de valores, y no porque crean que deben hacerlo. Quizás sea más difícil mantener una pareja, pero las que lo hacen parecen tener las cosas más claras.

“Elegir a una pareja desde la libertad y la conciencia de que todo y todos cambiamos, evolucionamos, crecemos, etc., te da una base sólida de confianza en la relación”, aporta Gargallo. Es por ello que tener una pareja estable puede ser más complejo, pero precisamente porque supone un nuevo concepto.

“Lo que es difícil ahora es conocernos, saber qué queremos, romper con los moldes idealistas y románticos de lo que es el amor y darnos el permiso de ser libres y elegir tener pareja estable”, valora la sexóloga.

Pese a que esta sería la parte positiva, también hay que reconocer que el hecho de tener más libertad individual, social, económica e incluso sexual abre todo un mundo de posibilidades, que también se traduce en cierta alergia a los compromisos. Hay tanto dónde elegir, que es más fácil tener dudas sobre si se ha elegido bien.

Además, esto supone que, en ocasiones, vayamos acumulando muchas más experiencias fallidas que nuestros progenitores, y que nuestra mochila emocional nos pese un poco más a la hora de valorar objetivamente cada nueva relación. “Creo que más que miedo al compromiso, hay más miedo al sufrimiento”, insiste la experta.

Lo que deberíamos reflexionar, por tanto, no es el hecho de contar con una pareja estable o no, sino si el problema es que estamos desligados de esos sentimientos. “Al no saber conectar con nuestras emociones, ni reconocer cómo las sentimos, cada uno buscamos emociones intensas para cerciorarnos de estar vivos, cuando todo es más sencillo”, reflexiona Gargallo.

De esta forma, no se trata de volver al pasado y tener una pareja porque toca, o conservarla aunque ya no haya amor porque conviene, pero tampoco negarse a tenerla por miedo a sentir o por miedo a perder libertad. Se trata de avanzar hacia una nueva búsqueda de equilibrio, y lo que es más difícil, encontrar a alguien que quiera hacer lo mismo.