NO VUELVAS A HACERLO

Nueve cosas que deberían estar prohibidas después del sexo

Hay ciertas costumbres después del sexo tan extendidas que alguien debe salir en defensa de la cordura y decir... ¡Basta! No vuelvas a hacer nada de esto en un momento tan poco adecuado.

Sexo insatisfactorioiStock

Una vez satisfechas debidamente nuestras necesidades físicas, en muchas ocasiones dejamos escapar por esa boquita salvajadas dignas de que nos quemasen la ropa y nos echasen de casa ajena en pelota picada en plena madrugada. Y es que hay cosas que hacemos o decimos tras el sexo que, si uno lo piensa fríamente, están totalmente fuera de lugar. Aquí van nueve.

1- No dejes el preservativo en la mesita. Te concedemos que quieras esperarte unos minutos para saborear la gloria del momento, pero pasado ese tiempo te levantas y lo tiras a la basura o a la papelera del cuarto de baño. No nos vale la excusa de que no es tu casa y no sabes dónde está la basura, porque si activas una sola de tus neuronas, ella te ayudará a discernir en qué misterioso lugar de la casa puede hallarse ese inexpugnable sitio en el que confluyen los desechos del hogar. El riesgo de dejar el condón en la mesita pensando que ya lo tirarás es que te quedes dormido, es más, que a la mañana siguiente te largues como si nada dejando allí la huella del festival, y si es ella la que tiene que tirarlo va a resultar, paradojas de la vida, que todo aquello a lo que no hacía ascos de ningún tipo la noche anterior le va a parecer una guarrada suprema por la mañana.

2- No hables de otros polvos. Tras el sexo, llega el apasionante apartado de comentar la jugada, en ocasiones muchísimo más apasionante que el sexo en sí. Que si cuando me has hecho esto, que si el momento en que me has dicho esto otro, que si qué picha más bonita tienes, que se inclina un poco a la derecha, qué sexy estabas cuando me mirabas así. Al menos, nos cuentan nuestras fuentes, cuando se folla con alguien inteligente tiene que haber cierto análisis después, como cuando tras los grandes partidos de fútbol se congela la imagen de los jugadores para discernir si una jugada era o no fuera de juego. Y es en esos momentos cuando resulta muy tentador recurrir al "pues a mí una vez..." o "pues yo la primera vez que...". No hace falta, en serio. Es vuestro momento, efímero, falso, pero vuestro, así que no incluyas a terceras personas.

3- No te duermas ipso facto. Hay que esperar un rato para dormirse, por más cansados que estemos. Ha llegado el momento de las caricias en el pelo o las conversaciones banales, que tampoco tenemos por qué alargar en exceso pero no podemos saltarnos porque nos dé la gana. Si tienes la suerte de haber caído en casa de un o una indie, que suelen vivir en los barrios del centro histórico, por lo tanto en edificios antiguos de techos altos, el recurrente tema molduras del techo siempre va a dar mucho juego.

De hecho, una de nuestras fuentes para este reportaje asegura haber comentado durante horas las molduras de su techo con hombres variopintos, con las más diversas complexiones físicas, nacionalidades y caracteres, y nos cuenta que ha pensado en más de una ocasión en poner una cámara en el techo y rodar un corto documental titulado Qué guay el techo, tía. La cinta consistiría en una retahíla de tipos tumbados boca arriba, en pelotas, con ella invariablemente apoyada en su hombro (siempre la misma postura), comentando los detalles del techo como símbolo de las relaciones humanas en la posmodernidad. El techo como punta del iceberg de una serie de situaciones forzadas de falsa intimidad entre personas que en líneas generales se dan igual y buscan, cada uno a su manera, algo complejo y recóndito, algo que no existe.

4- No te vayas pitando. Del mismo modo que no puedes dormirte tampoco puedes largarte a la de ya. Puede que sea tarde, que vayas a dormir dos horas, que no quieras regresar a ese lugar ni aunque te apunten con una pistola, pero vas a tener que quedarte un ratito. Si hay molduras, ya sabes de qué tienes que hablar. Si no, siempre puedes preguntarle por el libro que tiene en la mesita, si cree que habrá terceras elecciones o si va con Alba o con Feli.

5- No te tapes. No hay nada menos sexy que alguien que se avergüenza de su cuerpo y se tapa hasta el cuello tras el sexo, como si no hubiese quedado todo al descubierto hace un rato. No te vistas enseguida ni te escondas para ir al baño, tus defectos pueden ser absolutamente sexys, de veras.

Mensajes en la cama | iStock

6- Deja el móvil. Es muy tentador comprobar cómo van las cosas en Twitter tras un polvo salvaje, incluso mandar un Whatsapp a nuestros colegas explicando la hazaña, pero por favor, olvidemos que existe el móvil al menos durante un rato.

7- No te recorras su casa como si fuese tuya. Si estás en casa ajena, es cierto que siempre va a dar mejor imagen que te sientas cómodo que cohibido, pero no hagas eso de levantarte de la cama, dirigirte al salón, analizar todos los libros de la biblioteca, ponerte a mirar todas las fotos, comentar las lámparas, mirar por el balcón y acto seguido sentarte en pelota limpia en el sofá mientras pones los pies sobre la mesa de centro, no sin antes haberte cogido una birra de la nevera. En el momento en que la otra persona se siente incómoda en su propia casa es que algo estás haciendo mal.

8- No le vengas con rollos existenciales. Ya hablaréis más adelante sobre en qué momento vital se encuentra cada uno, sobre si quieres estar solo porque acabas de dejar una relación o sobre si crees que la otra persona es muy guay pero no hay la chispa que tiene que haber. Ni preguntes ni expliques, y mucho menos des por sentado que la otra persona se muere por tus huesos y su único deseo en la vida es formar contigo una familia. Tal vez no vayáis a veros nunca más, por lo tanto te ahorrarás el rollo, y en el caso de que venga a cuento, ya habrá otros momentos para peroratas.

9- No dejes tu trabajo a medias. Puede que uno de los dos se haya quedado satisfecho y el otro a medias, y puede que al que se ha quedado a medias realmente le dé igual, pero el gesto de querer acabar el trabajo mal hecho te va a honrar para siempre. Tal vez estéis borrachos, tengas sueño y lo que menos te apetezca en ese preciso momento sea regresar al campo de batalla, pero es lo que toca por haberlo dado todo así de rápido.