HOY, 14 DE MAYO, ES EL DÍA MUNDIAL DEL WHISKY
Y podemos agarrar una botella y apostar por meternos entre pecho y espalda esta bebida a palo seco o, si lo deseamos, optar por uno de estos diez usos. En cualquier caso, ¡viva el whisky!
1-Podemos hacer las cosas bien y catarlo 'comme il faut'. Esto es, servirlo junto a un vaso de agua aparte que nos ayudará a sentir sus aromas, sus matices y todas esas características que hacen que una bebida sea grande. Para catarlo, lo primero que debemos hacer es tomar un sorbo de agua, a poder ser muy fría, para refrescar la boca y la garganta. A continuación, tomamos un sorbo de whisky y lo mantenemos en boca durante unos segundos, de manera que el brebaje se reparta por toda la cavidad bucal y podamos ser conscientes de los matices que nos deja en las diferentes zonas, desde la lengua a la garganta o el paladar.
2- Coleccionarlo. Hay quien prefiere admirar las botellas de whisky sin abrir que tomarlas. Es el caso del brasileño Cliave Vidiz, que estuvo 35 años comprando whiskys por todo el mundo hasta tener una colección de 3.348 botellas, que en la actualidad forman parte del Museo del Whisky de Edimburgo.
3- Mantequilla. Sí, sí, así, es. Si optamos por utilizar nuestro whisky para hacer mantequilla vamos a poder desayunar un pelotazo, cosa que a muchos va a sentarles estupendamente. Se trata de juntar media taza de mantequilla blanda, sin derretir, con dos cucharadas de whisky y una de azúcar. Basta con untarla sobre pan tostado, aunque hay quien utiliza la mezcla (en este caso sin azúcar) para barnizar un pollo o un pavo al horno, por ejemplo.
4- Flambeados. El whisky es uno de los licores más populares a la hora de flambear alimentos, especialmente pescados. Combina estupendamente con el marisco, al que le sienta de maravilla ese toque de aromas y sabores que queda cuando el fuego se ha llevado buena parte del alcohol.
5-Beberlo 'on the rocks'. Coges un vaso de whisky, colocas dos o tres hielos, rellenas con dos dedos de whisky y dejas pasar unos segundos hasta que se haya enfriado, sin dejar que el hielo se derrita, para beberlo prácticamente de un sorbo. Los grandes bebedores de whisky te dirán que esa es la única manera de degustarlo, y que hay pocas sensaciones equiparables a la de sentir esa bebida sofisticada e imponente llenar tu boca de sabores y bajar por tu esófago. Pese a que la ejecución de un whisky 'on the rocks' es sencilla, hay que tener cuidado con los hielos, que pueden arruinar el mejor de los brebajes. Deben ser lo suficientemente grandes, estar elaborados con agua embotellada y haber sido congelados herméticamente, sin que hayan tenido contacto con otros sabores.
6-Mezclar con cola o bebidas energéticas. Hay quien lo combina con refresco de naranja, de limón, con cola o incluso con esas bebidas energéticas de sabor dulzón y contundente, tan de moda. Los puristas te llamarán sacrílego, pero sí a ti te gusta, nosotros creemos que en materia de whisky (y de cualquier cosa, en realidad, todo vale).
7- Cócteles con whisky. Desde el Manhattan al Whisky Sour, el Scotch Mist o el Old Fashioned. Existen numerosos cócteles míticos elaborados con whisky como bebida base que últimamente parecen haber sido eclipsados en las coctelerías por los de ginebra. Algunos de ellos, como el Rob Roy, que lleva además vermú, angostura y zumo de cerezas, son una auténtica bomba de relojería.
8- Con el café. ¿Quién se resiste a un buen café irlandés tras una comida copiosa? No es más que añadir un chorro de crema de café y de whisky a un espresso bien cargado y es el final ideal para cualquier ágape. Aunque la receta clásica incluye un acabado con dos centímetros de nata, hay quien prefiere saltarse ese paso.
9- Para el dolor de muelas. Un remedio tradicional contra el dolor intenso de muelas consiste en humedecer un algodoncito con un chorro de whisky y colocarlo durante un rato en la zona dolorida. No sólo contribuye a calmar el dolor, sino que además mata los gérmenes.
10- Purificar el agua. De momento este nuevo e insólito uso está todavía en fase de pruebas y ha sido descubierto por el doctor Leigh Cassidy, de la Universidad de Aberdeen, que ha descubierto la manera de utilizar el 'draff', que es lo que queda de la cebada tras la fermentación, como agente de limpieza de las aguas. El filtro ya se ha probado con éxito en Bangladesh y es capaz de limpiar más de 1.000 litros por hora, auténticos niveles industriales.