De las palomitas a las costillas

El asombroso mundo de los 'paluegos': 10 comidas que se te quedan en los dientes

Los 'paluegos' podrían ser considerados el cuarto plato en todo menú que se precie: se quedan incrustados en tus muelas y sirven como aperitivo cuando el hambre aprieta. Estas 10 comidas aseguran 'paluegos' de los que hacen época.

Hola, amigos. En Cocinatis, dentro de nuestra línea de hablar de todo tipo de comida, desde las más sublimes a las más populares, hoy abordamos un espinoso tema: los 'paluegos'. Bautizados de esta manera tan simpática en España, son esos trozos de alimento que nuestra boca es incapaz de machacar con propiedad para que sigan su camino al estómago y, en su lugar, acampan al abrigo de muelas y dientes. Si no hay una limpieza dental exhaustiva, se quedan con nosotros durante horas o incluso días. Así de majos son. No falta quién les reconoce su valor como 'snack' entre horas, cuando algún trozo se desprende y se ingiere un rato después. Hemos seleccionado 10 'paluegos' que hemos sufrido en nuestras propias carnes. Dentro vídeo.

Costillas. Si os sentís como un Cromagnon cada vez que os metéis una ración de costillas entre pecho y espalda, debéis saber que esta carne, dura y fibrosa, tiene la capacidad de quedarse alojada en nuestra boca durante eones. Lo más habitual es ver a un grupo de desesperados intentando, palillo en mano, sacarse los restos de costilla tras acabar de comer en el restaurante. No es tarea fácil, la verdad.

Manzana. La imagen de alguien mordiendo una manzana sin pelar suele ser sinónimo de salud, alimentación guay y buen rollo en general. Lo cierto es que consumir esta fruta de esta manera asegura un 'palueguismo' elevado. Tanto la piel como la 'carne' de la manzana tienen cierta tendencia a no querer abandonar nuestras piezas dentales. Lo peor, se trocito durísimo de piel que se mete entre los paletos delanteros: imposible sacarlo con medios humanos.

Semillas. Ahora está de moda añadir semillas en la dieta (el otro día lo contábamos aquí), pero hay que tener en cuenta que en la escala de 'paluegos' están muy arriba. Da igual que sea sésamo o chía, cuando las añadimos a un plato, en lugar de irse con el trozo de ensalada o de pan a nuestro estómago, se quedan jugueteanso entre incisivos y morales, como simpáticos apliques que solo caen para abajo con la ingesta exagerada de litros y litros de agua.

Palomitas. El 'paluego' por excelencia bien podría ser el palomiterio. ¿Quién no ha ido al cine con un ligue, ha comido palomitas y luego ha pasado una mala tarde pensando en los problemas que esos trozos que se quedan incrustados en las muelas podrían dar a la hora de un beso apasionado? En este caso, se convierten en 'paluegos' de transferencia, capaces de viajar de una a otra boca... Ahora os está dando asco, pero en ese momento no reparáis en el tema, que lo se yo.

Jamón. Por muy ibérico y de bellota que sea, el jamón es una fuente inagotable de 'palueguismo'. Obviamente, cuanto más barato sea, peor. Aquí el que nos la juega es el tocino, esa parte de grasa dura y elástica que, haciéndose un rollo, se queda entre dos muelas tan ricamente. Cuando, horas después de comer jamón, alguien suelta "¡qué rico estaba!", no dudéis: acaba de encontrar un trozo rezagado.

Fuet. Decir fuet es decir paluego. Este simpático embutido catalán une a su dureza un innegable poder de adherencia que ya quisiera para él Spiderman. Las posibilidades de que nos queden 'fuetines' en la boca se multiplican cuando nos comportamos como animalicos y comemos el fuet a dentelladas. Esos pequeños taquitos que almacenamos automáticamente son, eso sí, muy socorridos cuando hay gusa a media tarde.

Mango. ¡Oh, las frutas con hebras! El mango es solo uno de sus representantes más ilustres. Su color, tirando a amarillo anaranjado, crea unos 'paluegos' muy llamativos que dejan a nuestros interlocutores preguntándose qué es lo que acaban de ver brillar en nuestra boca. Sus fibras aseguran un poder de agarre que ya quisiera Fernando Alonso para sus neumáticos. Para sacarlos hay que entrar con hilo dental, cepillos interdentales y enjuague. Todo a la vez.

Galletas. Obviamente, no todas las galletas aseguran el mismo nivel de 'paluegos'. Las hay que pasan sin pena ni gloria y las hay que se quedan con nosotros una temporada. La cosa se complica cuando incluyen chocolate o son tipo Oreo, ya que aportan un toque de color que no nos favorece. Remojadas en leche son capaces de transformarse en una argamasa que es como cemento para edificar una caries en nuestra poca. Palabrita.

Espinacas. Esta verdura fibrosa y verde, tiene la mágica propiedad de enlazarse en nuestros dientes durante largos periodos de tiempo. Aquí el color vuelve a jugar un papel fundamental: una sonrisa adornada por destellos de color esmeralda siempre llama la atención. Si las consumimos salteadas con bacon y pasas las posibilidades de que el 'palueguismo' se haga fuerte se triplican.

Caramelos toffee o garrapiñados. Hemos querido dejar para el final un clásico: los caramelos rompemuelas, pegajosos y duros, que al ser masticados se adhieren a las piezas de arriba o a las de abajo con una fuerza sin igual. Con ellos estaríamos hablando del 'paluego' máximo: ante la imposibilidad de romperlos, tenemos que padecer llevarlos en la boca durante horas, pegados. Nos sorprende que aún nos se les haya juzgado por crímenes de lesa humanidad.