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Dunas de Maspalomas

El sexo en 46 zonas prohibidas amenaza las Dunas de Maspalomas

Colillas, botellas de plástico, prendas de vestir, toallas y preservativos usados forman parte de la basura que recogen los operarios de limpieza en la Reserva Natural de Las Dunas de Maspalomas, y no dan abasto.

El espacio natural de Maspalomas, de 400 hectáreas de extensión, es uno de los símbolos más importantes del archipiélago canario, visitado cada año por millones de turistas de todas partes del mundo, pero el tránsito indiscriminado de los mismos por zonas prohibidas, unido a los efectos del cambio climático y el deterioro producido tras el desarrollo urbanístico de Playa del Inglés y Maspalomas en la década de los 60, afectando al ciclo dunar que regenera la arena de las mismas, hacen peligrar la imagen que conocemos de ellas.

Tan sólo hay que realizar una búsqueda en internet para comprobar la existencia, incluso, de páginas webs que promueven este enclave como el lugar ideal para mantener relaciones sexuales.

Un estudio de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria ha identificado hasta 298 puntos donde se practica sexo habitualmente, de los que 46 se encuentran en zona de exclusión de gran importancia ecológica. Estos espacios están delimitados por senderos, que son sorteados por los transeúntes hasta introducirse en áreas que les ofrecen algo de intimidad.

En 2020 el Cabildo de Gran Canaria destinó un equipo de agentes medioambientales a la protección de la Reserva, con la colaboración de la Policía Local del Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, y desde entonces son innumerables las denuncias interpuestas por transitar por lugares prohibidos hasta acampar en la zona con acumulación de residuos y uso de fuego. Las infracciones leves oscilan entre 150 y 600 euros, y las consideradas graves o muy graves, que son las que alteran el espacio, van de los 6.000 a los 600.000 euros.

Pero las dimensiones del espacio, unido al reducido horario en el que los agentes medioambientales prestan el servicio, propician que la situación siga prácticamente igual. Las normas son infringidas de forma sistemática por muchos de los usuarios, adentrándose en las dunas por las zonas acotadas para, por ejemplo, captar una instantánea única al atardecer. La mayoría de ellos lo hace por desconocimiento, porque la señalética, además, brilla por su ausencia.

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