SEXTING, ¿UN TRASTORNO?
La historia del congresista demócrata Anthony Weiner ha abierto un debate en EEUU sobre el "sexting", la cada vez más común costumbre de enviar imágenes subidas de tono, y la posibilidad de que sea la punta del iceberg de un trastorno sexual.
La dimisión de Weiner el jueves, tras dos semanas de polémica por la aparición de fotos y mensajes sexuales que envió a través de la red social Twitter, estuvo precedida de un redoble de tambor: el anuncio de que se sometería a un tratamiento para acabar con ese comportamiento.
La búsqueda de ayuda profesional parece normal en el caso de una figura pública a la que ese tipo de conducta le ha costado su carrera, pero para muchos, se trata de una medida desproporcionada para una tendencia aparentemente inofensiva y bastante generalizada.
Carácter compulsivo
Al menos el 6% de los estadounidenses mayores de 18 años han enviado alguna vez imágenes sexualmente sugerentes por mensajes de texto, con un desnudo parcial o completo, y el 15% las han recibido, según un reciente informe del centro de investigación Pew.
La conducta de Weiner puede no haberle conducido a cometer una infidelidad física, pero sí denota una carácter compulsivo comparable al que muestran los alcohólicos y los adictos a las drogas o al juego, según el fundador del Instituto de Rehabilitación Sexual de Los Ángeles (California), Robert Weiss.
"Como para quien siente el deseo de beber o de jugarse unas monedas, la adicción al sexo no se trata en realidad del acto físico. Quienes la padecen pasan mucho más tiempo pensando en el proceso de persecución que en el propio acto", dijo.
Weiss, que ha escrito varios libros sobre "cibersexo" y ha tratado a cientos de adictos a esa conducta, calcula que entre el 5% y el 10% de los hombres y el 2% de las mujeres de Estados Unidos practican el "sexting" con cierta regularidad.
Decisión "poco inteligente"
Aunque la investigación en este terreno es "escasa", el experto cree que esa tendencia no tiene por qué ser síntoma de una adicción sexual, siempre que sea una "demostración natural y esporádica de la sexualidad", al igual que "quien se emborracha de vez en cuando no tiene por qué ser un alcohólico".
En muchos casos, en realidad, se trata más bien de "una decisión poco inteligente, o poco reflexionada", como la que tomó Weiner al lanzar sus fotos en la red, donde la información se extiende como la pólvora. En Estados Unidos ya existen negocios especializados en borrar el rastro de desprestigio que puede dejar ese tipo de conducta impulsiva, como MyReputation.com, que por 130 dólares al año se ofrece a eliminar de la red los deslices de los más despistados.
Pero cuando, como en el caso de Weiner, la adicción lleva a poner en riesgo repetidamente la reputación y la vida personal, se convierte en indicio de un problema emocional que necesita tratamiento, asegura Weiss.