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Conflicto Afganistán

Afganistán: "Ha sido como jugar una partida de un juego de mesa, pero a lo bestia"

Les tocó avión, así que han ganado una vida. Son los refugiados afganos que han aterrizado en la Base de Rota, pudieron escapar a tiempo y ahora empezarán a reconstruirse en EEUU. Es brutal verlos llegar... pero muchos se han quedado allí, no les tocó avión, no les tocó la vida.

Aterrizan 3 aviones con 334 afganos en la base de Rota de donde saldrán hacia Estados Unidos 250 evacuadosEFE

Imagino que se llama Habib, pero solo porque me suena a nombre afgano. Tendrá unos 6 años, y los ojos abiertos, pero está dormido. Su madre le zarandea sonriendo, mientras sujeta su dedo para que el soldado le pueda pillar la huella. El soldado le sonríe, le habla, pero él apenas mira, está embobado, dormido-despierto. No sale de ahí, lleva casi un día de vuelo y está tan cansado que su madre se ríe a carcajadas. Él, después de todo, ve poco, pero lo que ve, es muy extraño.

Miro a su madre, casi no la veo, porque sólo tiene los ojos al aire, pero son ojos grandes de esperanza: está con sus hijos y su esposo, está a salvo. Pienso que aquí va a poder existir, va a poder ser mujer, va pasear por la calle y, si las cosas van bien, puede que trabaje por las mañanas.

Lo mejor, como casi siempre, ha sido lo que no hemos podido grabar.

Acaban de aterrizar 200 refugiados afganos en la base militar de Rota, y hemos venido a cubrirlo, a verlo y a contarlo. Lo mejor, como casi siempre, ha sido lo que no hemos podido grabar. Cuando hemos estado con ellos sin cámaras, cuando hemos podido sonreírnos por encima de la mascarilla y les hemos tirado besos a los niños. Qué pellizco...

Algunos soldados estadounidenses, con esas espaldas enormes y vestidos de uniforme, se han cubierto el chaleco antibalas con Chupachups. Chupachups como antibalas, ¿cómo no se ha inventado antes? ¿Quién va a disparar a alguien que tenga el torso cubierto de Chupachups? La cosa es que así los niños se les acercan y ellos aprovechan la chuche para darles también una magdalena y un poco de leche. Mientras la burocracia les coge huellas, les hacen PCR, comprueban su identificación y en esas mesas deciden a qué país los van a llevar dentro de unos días, los soldados se tiran al suelo para jugar con los peluches y dan patadas a una pelota para animarlos a jugar. Así contado es rápido, pero verlo... otra vez el pellizco.

Son parte de los refugiados

Estos 200 recién llegados, se unen a los 1.470 que empezaron a venir desde el pasado viernes a esta base de Rota. El ejército de EEUU los ha podido sacar de Afganistán porque han colaborado con ellos o están en situación de riesgo. Vamos, peligraban sus vidas. Allí estaban más muertos que vivos. Los hombres, a lo mejor, pero las mujeres seguro porque porque en su país, ahora bajo el mandato talibán, dejan de existir, son sólo bultos que no pueden salir a la calle solas, que no pueden hablar porque son eso, mujeres... y para ellos, lo único que pueden hacer es taparse y quedarse en casa. Ahí lo llevas, por mujer.

Y aquí, el pueblo de Rota lo ha dado todo. Nos enseñan el local de la ONG norteamericana que recoge donaciones. Ahora todo el patio está lleno de cajas de ropa, pañales, comida, juguetes de niños... Toda la comunidad se ha volcado con ellos, quieren acompañarlos a través de lo que pueden dar. Les llevan biberones para que, al menos, a través de ellos les llegue el cariño que no les pueden dar físicamente. Esa tromba de solidaridad emociona, cómo somos cuándo nos ponemos.... Más de 20 voluntarios lo organizan todo y preparan bolsas grandes, transparentes, que entregan a los recién llegados. Porque vienen sin un solo bulto, con lo puesto.

Las sonrisas de los voluntarios les preparan ropa y les meten discos voladores, pelotas, clips de Playmobil. Otra vez el pellizco.

¿Imaginan subir a un avión rumbo a dónde te lleven, sin saberlo, sin llevar siquiera un equipaje de mano? Madre mía, si mi bolso cada día es más grande y llevo más cosas a las grabaciones y eso que estoy sólo un rato fuera de casa. ¿Cómo debe ser eso de llegar a no sé dónde, sin nada, nada, nada? Las sonrisas de los voluntarios les preparan ropa y les meten discos voladores, pelotas, clips de Playmobil. Otra vez el pellizco.

Nos están enseñando dónde van a vivir estos días, dónde van a comer, nos están explicando que en Rota sólo están de paso, porque son refugiados por EE.UU y en un máximo de 14 días tienen que estar en territorio norteamericano. Nos confirman que esa misma tarde sale el primer vuelo que se llevará a 350 de ellos a Virginia. Me pregunto qué sabrán de Virginia. Y aunque la información es interesante, no quiero apuntar nada porque no quiero dejar de mirarlos ni un sólo momento, sólo quiero sonreírles. Intento sentirlos. Busco a las niñas, les miro esos ojos negros y pienso si son conscientes de que han ganado una vida. Como si empiezas un juego y te toca una vida, así por las buenas.

Un juego a lo bestia

Como un juego de mesa, pero a lo bestia. Parte 1: no te ha tocado el avión: "ohh...". No vuelves a ir al colegio y te quedas en casa con tu madre. Nada de jugar en el patio con amigas. En dos años, cumples 10 y te vas a vivir con un hombre que no conoces: es tu esposo. Lo obedeces. Y ya. Lo obedeces y te tapas. Tienes hijos. Lo obedeces y no vas a pisar la calle sola nunca más. Crías a tus hijas y las entregas a otros hombres. Mientras, obedece. Calla y muere.

Pero, ¡chas! Te ha tocado el avión, y puedes vivir la Parte 2: llegas a un país distinto, pero vas al cole. Haces amigas, juegas. Le dices a tus padres que tener que llegar a casa a las ocho es muy temprano, que te amplíen a las diez. Tienes novio, pero no te gusta y le dejas. Empiezas el grado de matemáticas. La vida no es rosa, eres una afgana en tierras estadounidenses, pero eres libre. Vuelve el pellizco, claro. Las miro y pienso en lo afortunadas que son, les ha tocado el avión y podrán vivir algo parecido a la Parte 2.

No sé, me pregunto qué mundo estamos haciendo, si ellos son los afortunados. No volverán a ver a sus padres, a sus hermanos, a sus amigos... No saben qué será de ellos. Sí saben que los han dejado en un infierno. ¿Se sentirán desertores, egoístas, por haber huido y dejarlos allí? Tenían una vida que ya es sólo un recuerdo, cada vez más borroso. No tienen absolutamente nada. No saben adónde los van a llevar a vivir. Cuando caiga la noche, llorarán, se sentirán perdidos, abatidos. Se harán preguntas que no saben responder. Y tendrán que empezar otra vez, renacer.

Intentarán sacar ganas y a construirse de nuevo. Pero ellos son los afortunados, porque lo que han dejado atrás es tan horrible que en un par de semanas ni siquiera saldrá en las noticias. Y otra vez el pellizco, pero esta vez, en el alma, y es insoportable porque no puedo dejar de preguntarme, ¿qué clase de mundo estamos haciendo si estos son los afortunados?

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