EEUU
Hunter Biden, hijo del presidente, declarado culpable por compra y posesión ilegal de armas cuando aún no había superado su adicción a las drogas.
El destino tiene en ocasiones ironía perversa. Apenas un par de horas antes de ir a pronunciar un discurso sobre cómo evitar que personas peligrosas tengan armas, Joe Biden se entera de que su hijo Hunter es condenado por posesión ilegal de armas. En concreto, por comprar un arma mientras estaba adicto a las drogas -específicamente al crack.
Al jurado solo le hicieron falta tres horas de deliberaciones, lo cual da idea de lo claro que lo han tenido. A fin de cuentas, Hunter Biden acababa de salir de una clínica para recuperarse de su adicción a las drogas cuando compró el arma en 2018. Y hay múltiples pruebas de que alrededor de la fecha de la compra seguía consumiéndolas.
El lado humano del juicio apunta a las terribles consecuencias de la adicción y al consiguiente drama familiar -por desgracia, tantísimas veces repetido.
Peor aún para los Biden, a Hunter aún le queda otro juicio en septiembre -y el de ahora era el juicio 'fácil'.
Aparte, para el presidente Biden -como para cualquier padre- es, naturalmente, un golpe duro cuyo efecto personal es difícil de predecir, especialmente en el contexto de la presión de una campaña electoral. De momento ha encontrado la suficiente fuerza y, francamente, sentido común y responsabilidad, para decir que respeta el proceso judicial y que no indultará a su hijo.
El lado político es más complicado dado el contexto de enorme división política.
Por un lado, los demócratas pueden decir que este veredicto demuestra que la justicia es igual para todos -incluido el hijo de un presidente.
Eso, en principio, les permitirá hacer un contraste con la reacción de Donald Trump ante la condena en su juicio.
Pero, por otro lado, los republicanos responden que las pruebas contra Hunter Biden eran aplastantes y que, además, esto es, supuestamente, lo menor que le podía pasar a los Biden, a los que acusan, sin aportar prueba alguna, de haberse enriquecido ilegalmente.
En suma, es una nueva condena que, en principio, hará más por reforzar las opiniones y posiciones que ya tenían previamente la mayoría de estadounidenses que inducir a reflexión o cambio.
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