EL 35% DE LAS MUJERES AFGANAS ESTABAN REGISTRADAS PARA VOTAR
Sin los extremistas islámicos, expulsados del poder en 2001, una mujer puede trabajar de panadera. La batalla diaria que libra no es contra los fundamentalistas, que la obligaban a llevar el burka, esa túnica que cubre incluso los ojos. Se trata de proporcionar alimento y refugio para mantener vivos a los niñas.
Su lamento se ha convertido en una cantinela muy popular en este país de 30 millones de habitantes, en el que las mujeres son un poco más libres. Más de un millón de niños han regresado a la escuela y unas 300 mujeres se presentan a los Consejos Provinciales. Por primera vez, una mujer es candidata a la vicepresidencia del país.
Comparte cartel con el candidato del poder actual, Zalmay Rassoul. Sólo dos candidatos han hecho campaña con sus esposas. El presidente saliente, Hamid Karzai, no aparece nunca con la suya, una mujer de rostro desconocido que no necesita guardaespaldas para ir de compras.
Lo que más temen las afganas: que los talibanes regresen al poder, que las tropas internacionales abandonen el país y que la comunidad internacional elimine las ayudas a la escolarización infantil.