PARA CONCILIAR LA VIDA PRIVADA Y LA LEY ISLÁMICA
El alto clero chiíta, que desde la Revolución Islámica de 1979 maneja las estructuras del poder en Irán y tiene la última palabra sobre las normas legales y morales, dirige también una amplia red de consultorios sobre la sharía ideada para solucionar los conflictos que la rigidez de la normativa causa al ciudadano de a pie, un trabajo del que no escapa ni siquiera el líder supremo del país, Alí Jameneí.
Decenas de publicaciones y páginas web, además de encuentros públicos en centros sociales o mezquitas sirven a los ayatolás, título jerárquico que autoriza a su poseedor a emitir sentencias y crear jurisprudencia bajo la sharía, y a sus ayudantes para evacuar estas dudas.
En las consultas, que tocan todo tipo de aspectos de la vida social, tienen una presencia muy importante las prácticas relacionadas con la vida íntima y sexual de los iraníes preocupados por vivir bajo estrictos criterios islámicos. En Irán, un país donde se ejerce una estricta segregación por sexos desde el primer grado escolar, sorprende ver a las mujeres consultar sus temas más privados con los clérigos para encontrar una solución a sus deseos sin cometer pecado.
Precisamente, y para permitir estas y otras consultas, los clérigos chiítas son considerados "mahram" para las mujeres, es decir, personas de sexo opuesto con las que se puede tener contacto directo, algo que generalmente está limitado a padres, hermanos y esposos. "Islám prohíbe muchas cosas pero al mismo tiempo tiene una solución para cada pecado que hayas cometido", dijo Maryam una joven religiosa de 28 años, que aseguró que "cumplir esas normas asegura la vida después de la muerte y previene que dios me lleve al infierno".
Para el clérigo Abdolalí Govahí, uno de los encargados de responder dudas sobre la sharía en una mezquita del norte de Teherán, la necesidad de establecer este sistema se debe "las necesidades morales del ser humano" y buscan tan solo orientar y "dar alimento a la espiritualidad y al alma" de las personas. Una de las ventajas o inconvenientes del sistema es que cada ayatolá puede, y en numerosas ocasiones lo hace, opinar de distinta manera que sus colegas respecto a un tema concreto, lo que puede generar confusión en unos casos o aliviar conciencias en otros.
Prácticas sexuales como la sodomía es una de la que aparentemente más dudas presenta a los iraníes, y para ella hay una amplia diversidad de opiniones entre el clero chiíta. De este modo, hay quienes la consideran estrictamente "harám" o prohibida por la ley islámica, mientras otros como el propio Jameneí apuntan a que es algo permitido siempre y cuando la pareja esté conforme y otros, como el destacado gran ayatolá Makarem Shirazi, lo consideran "indeseable" y recomiendan no practicarlo "por precaución necesaria", aunque no sea "harám".
Si bien gran parte de las respuestas están llenas de sentido común y, en ocasiones, de recomendaciones para buscar ayuda médica o psiquiátrica, otras en cambio están plagadas de arcanas y complejas interpretaciones religiosas que llevan a soluciones un tanto estrambóticas para el no iniciado. Como ejemplo, el líder supremo tranquilizó a los creyentes que quieran toquetearse con su pareja durante el mes sagrado de ramadán, en el que el sexo está prohibido, y afirmó en uno de sus libros que se trata de algo "lícito" siempre que no se provoque la eyaculación.
Sin embargo, uno no estaría autorizado a besarse, ya que implicaría ingerir líquidos, algo que sí está prohibido porque se rompería con el ayuno. Del mismo modo, uno puede chupar cualquier parte de su pareja, pero con la salvedad de que esa parte no esté húmeda por ningún motivo. En otra interpretación un tanto confusa para el lego, el gran ayatolá iraquí Alí Sistaní autorizó a mantener relaciones sexuales en ramadán, siempre y cuando la penetración no vaya más allá del prepucio y no haya eyaculación.