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Real Madrid

Lunin y Brahim, dos actores secundarios se consagran en Leipzig

Un Real Madrid remendado se apoya en dos subalternos, Lunin y Brahim, para tomar ventaja en octavos de Champions (0-1).

Brahim festeja su gol al Leipzig en ChampionsGetty Images

El Real Madridvenía de triturar al Girona, su máximo rival en la Liga, asestándole cuatro goles y no permitiéndole siquiera chutar a portería. Apenas tres días después, los de Carlo Ancelotti sacan ventaja ante el Leipzig en la ida de octavos de la Champions gracias a una noche prodigiosa de dos actores secundarios: Lunin, portero suplente de Courtois, sacó hasta nueve ocasiones para sostener al equipo de las embestidas alemanas, al tiempo que Brahim, quien intenta tirar el muro de la titularidad aprovechando cada oportunidad, firmó una obra de arte digna del mejor Leo Messi. Después el andaluz, que sustituía al lesionado Bellingham, se marchó cojeando del campo.

Al Madrid aún no le había sonado la alarma cuando Sesko y compañía ya iban por el tercer café. Xavi Simons y Olmo buscaban al espigado esloveno, había jaleo en el área todo el rato, el Leipzig parecía un rodillo alemán de los antes. Marcó Sesko de cabeza en el minuto 2, pero el linier levantó la bandera por fuera de juego posicional de Henrichs, quien además había molestado ligeramente a Lunin; el VAR corroboró la decisión y el Madrid se salvó... de momento. Antes, Schlager había chutado contra el césped y, poco después, el meta ucraniano se quedó con la bola en un mano a mano contra Sesko.

Nacho, quien siempre cumplía, ahora es quien menos cumple en la zaga; hasta Tchouaméni, la enésima emergencia blanca ante la plaga de lesiones, parece más entonado y rápido que él, si acaso se le achacan errores posicionales propios de quien juega fuera de su sitio. En pleno aturullamiento inicial, hasta Toni Kroos erró un pase de cinco metros. Inédito. Olmo, echado a la banda, penetraba entre líneas mientras Simons, formado en La Masia y cedido por el Paris Saint-Germain, también parecía volar con la presión altísima del equipo.

El área de Gulácsi quedaba lejos, tan lejos como en un campo de Oliver y Benji. El Madrid buscaba a Vinícius, su desatascador, pero Marco Rose había montado un dispositivo especial con Simakan para poner coto al brasileño. Con todo, Vini empezó a sacar conejos de la chistera y a turbar al rival con sus regates, pero esta noche no estaba Bellingham al otro lado, pues sufrió un esguince contra el Girona. Carletto no quería trastocar al equipo tras ese sensacional partido y había colocado en su lugar a Brahim, con un 4-3-3 en el que Kroos ejercía de pivote.

A Brahim le costaba generar en esa posición y, de hecho, solo cuando se echó a un costado y percutió desde la banda, rompiendo entre líneas, generó peligro real. Y así llegaría el gol (qué digo, golazo) del encuentro: arrancó por la derecha el genio malagueño y filtrándose entre un mar de piernas, tras sortear hasta tres tarascadas, se sacó una parábola de fantasía al palo largo que silenció al Red Bull Arena. Una genialidad propia de quien ha jugado en la calle que recordó, como una magdalena de Proust, a las de cierto rosarino que milita en la MLS.

El Madrid se puso por delante en el luminoso, pero no llegó nunca a hacerse con las riendas del partido. No se dio por vencido un Leipzig que siguió poniendo a prueba a un inspirado Lunin que atornilló su portería en la mejor noche posible. Por contra, el ansia de los locales dejó a su espalda muchos metros para que galoparan Vini, Rodrygo y Valverde; las acometidas de Sesko, Olmo, Simons y Openda venían seguidas de peligrosas contras que pudieron cerrar la eliminatoria de octavos para los merengues antes de la vuelta en el Bernabéu.

Primero la tuvo Rodrygo y, poco después, Vinícius rompió la cadera a un rival y mandó la pelota de un punterazo al poste. Nadie recogió el rechazo y el marcador ya no se movió. Con la Liga casi en el bolsillo, la Champions, su competición fetiche, es la piedra de toque de un Madrid que parece reponerse a cualquier contratiempo esta temporada. Fue un Real desvalido atrás y desatinado arriba, un partido con idas y vueltas que recordó a épocas pretéritas, cuando un portero y un punta solucionaban la papeleta... solo que esta vez fueron dos subalternos y supuso su consagración. Lunin zanja el debate con Kepa y Brahim reabre otro: ¿sentará a Rodrygo?

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