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Feria Libro de Frankfurt

La literatura española saca músculo en la Feria del libro de Frankfurt

En esta 74 edición de la feria del libro más importante del mundo, España es invitado de honor. Un pabellón de más de 2000 metros cuadrados da la bienvenida a visitantes e interesados en nuestra literatura.

Entramos al pabellón 1 de la Feria del Libro más relevante del planeta. Es Frankfurt, pero podría ser un pabellón de IFEMA en Madrid en un día nublado de invierno. Nos reciben en perfecto español y todo cuanto nos encontramos alrededor está escrito en la lengua de Cervantes, salvo algún pequeño guiño a nuestras lenguas cooficiales. Un telón de fondo cubre las principales salas de conferencias. En él podemos leer fragmentos de la primera gramática española, la de Antonio de Nebrija, en un claro homenaje al autor fallecido hace 500 años. El espacio impresiona.

Decenas de escritores, editores, traductores y periodistas pasean por los imponentes decorados elegidos para la ocasión. No es para menos: España no era invitado de honor a la Feria desde 1991. Fernando Aramburu, Lorenzo Silva, Rosa Montero, Júlia Navarro, Santiago Posteguillo, Dolores Redondo, Jesús Carrasco, Luis García Montero y así hasta con 110 autores de éxito en nuestro país que han visto traducidas sus obras a decenas de idiomas que ni se atreven a pronunciar. Algunas, como Dolores Redondo, reconocen que tienen que ver su nombre para reconocer uno de sus libros en algún idioma exótico. Otros, como Fernando Aramburu, echan de menos que nuestra literatura destaque en las estanterías de novedades de países que están más allá de los pirineos, donde a su juicio hay una carencia notable de títulos españoles. 'Patria' fue una excepción.

Más de 200 metros cuadrados dedicados a España

En los más de 2000 metros cuadrados del pabellón español, nos topamos con una cita de Lorca reflejada a la entrada, cuyo enfoque conceptual rinde homenaje a 'La Teoría de las Cerezas' de Carmen Martín Gaite, que dijo que las historias son como las cerezas, cuando tomas una, la siguiente sigue automáticamente. Nos encontramos también con un robot que escribe poemas directamente enviados desde las redes sociales, y con unos micrófonos que intentan traducir a colores los sonidos de las palabras que pronunciamos. También hay sillas distribuidas por todo el espacio del pabellón en las que se pueden escuchar poemas, que misteriosamente comienzan a sonar cuando tomamos asiento. Son atractivos ganchos para los visitantes, aunque no dejan de ser cebos para acercar el talento de la propuesta literaria española a los visitantes y, sobre todo, a los editores de todo el mundo que pululan por estos pasillos en busca de un futuro best-seller.

Los autores españoles coinciden: la Feria es espectacular y España está a la altura de las circunstancias. Todos se muestran muy agradecidos a la organización y orgullosos por poder mostrar sus "criaturas" al exterior. Pero si les preguntamos más allá de esta feria por la reputación y posición de nuestra literatura en el mundo, la cosa cambia. Falta de ayudas, trabas burocráticas y un exceso de referencias locales son algunos de los motivos que alegan para justificar que nuestros libros no alcancen las cifras de ventas en el extranjero que todos desearíamos. La propuesta es buena, aseguran, pero la venta podría ser mucho mejor.

Por ello, Frankfurt es tan importante. Aquí no se escribe, aquí se enseña y se vende. El 80% de los derechos de autor de todo el mundo se están negociando en este lugar, en cuya plaza central, llamada Ágora, se pueden ver las 'Meninas' de Velázquez , la 'Maja Desnuda' de Goya o los 'Niños en la playa' de Sorolla. La cultura española impregna por unos días la que habitualmente conocemos como capital económica europea (de aquí normalmente solo se habla del Banco Central Europeo) pero que se convierte por una semana en capital cultural del mundo. Incluso se sirven paellas que indignarían a cualquier valenciano con tal de atraer la atención del público.

Lo cierto es que en esta cita hay cultura, libros, proyecciones, charlas, coloquios…pero también mucha economía envuelta con el papel celofán de la literatura.

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