SEGÚN UN ESTUDIO
El escondite es un juego al que casi todo el mundo ha jugado, pero lo que representa una novedad es hacerlo con una rata. Expertos de la Universidad Humboldt de Zúrich han enseñado a estos roedores a jugar y, según parece, se les da bien tanto ocultarse como buscar. El estudio que publica este jueves la revista 'Science' presenta un novedoso paradigma para el estudio de la neurobiología del comportamiento lúdico de los animales. Las ratas que aprendieron este juego infantil no recibían como premio alimento, sino que los expertos las recompensaban interactuando con ellas de forma divertida, como haciéndoles cosquillas o con caricias.
Los científicos enseñaron a las ratas una versión simplificada del escondite adaptada a una versión entre roedores y humanos y bastaron unas semanas para que fueran capaces de jugar, tanto a esconderse como a buscar, "desempeñando cada uno de ellos con un elevado nivel de competencia", agrega la nota. Cuando las ratas tenían que encontrar a un humano, lo hacían sin detenerse hasta dar con su escondrijo, mientras que cuando era su turno para esconderse permanecían quietas hasta ser descubiertas, explicó la firmante principal del estudio, Annika Reinhold. Los resultados muestran que "los animales se convirtieron en jugadores estratégicos que empleaban búsquedas sistemáticas, señales visuales e investigación de escondites anteriores de sus homólogos humanos".
A la hora de esconderse, los roedores, que mostraron su preferencia por meterse en cajas de cartón opaco antes que en otras transparentes, permanecían en silencio. Los autores también observaron en las ratas vocalizaciones únicas para cada rol del juego y las grabaciones neuronales revelaron una intensa actividad en la corteza prefrontal que variaba al ritmo de los eventos del juego. Las características inherentes del comportamiento lúdico en animales -libre, sujeto a reglas y sin beneficios más allá del juego- dificultan la evaluación aplicando los métodos tradicionales de la neurociencia, frecuentemente basados en un estricto control y condicionamiento, por lo que se sabe muy poco sobre la prevalencia o la base neural de los comportamientos lúdicos en los animales.