Londres, 10 de marzo de 1958

La duodécima carta de Alberto a Ana desde Londres narrada por Miguel Ángel

Tras varios años Alberto escribe de nuevo a Ana, es su última carta a la joven desde Londres. Alberto no le guarda rencor por no haber respondido a ninguna de sus cartas tan solo quiere informar a Ana que vuelve a las galerías por la puerta grande. Le gustaría saber si, por los viejos tiempos, le esperará en la azotea...

Ana,

Hace años que no notaba esta extraña sensación que tengo ahora, la de enfrentarme a un folio en blanco con la intención de hablar contigo… con la completa certeza de que esta carta nunca llegaría a tus manos.

Han pasado varios años y te vuelvo a escribir, sin la seguridad de que tú vivas todavía en Madrid. Conociéndote, me imagino que ya no. Eras una chica inquieta, decidida… y seguro que ya estás en París, triunfando como diseñadora, como siempre quisiste. A mi despacho llegan revistas de moda de todo el mundo, y cada temporada las abro con la ilusión de encontrar algún día tu sonrisa desde el otro lado de las fotografías.

Sin embargo, Ana, esta carta es bastante diferente a todas las que hace años te enviaba. No te preocupes, no hay reproches, puedes seguir leyendo. Sólo te escribo para anunciarte que mi padre me ha pedido que regrese a España para el acto de presentación de la nueva colección… Todavía no le he contestado a mi padre o… quería antes avisártelo a ti.Tú tenías que ser la primera en enterarse de que vuelvo a Madrid.

Qué curiosa es la vida a veces, ¿verdad? La última vez que estuve en las galerías, tuve que salir por la puerta de atrás. Por la del callejón. Ahora mi padre quiere que vuelva a entrar en las Galerías Velvet por todo lo alto: fiesta de gala, champagne, periodistas…

En unos minutos, en cuanto acabe de escribirte esta carta, doblaré el papel con cuidado, y construiré con él un avión como los que te enviaba de pequeño. Lo meteré en un sobre y de esta manera este avión volará hasta Madrid… y llegará días antes que yo. Y con el avión, quiero enviarte una invitación, Ana.

¿Nos vemos en la azotea? Aunque sólo sea por los viejos tiempos.

Un saludo afectuoso.

Alberto

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