Diez años han tenido que pasar para que Joan y su madre se tocasen piel con piel. El cuerpo de Joana no aguantó la escasez de alimentos y la falta de higiene en esa celda en la que Ponç la condenó a la muerte. Un día como otro cualquiera Joan visitaba a su madre, quien no contestaba a sus preguntas. Ahora que se ha quedado sin nadie encontrará en la Virgen esa gran falta de cariño.