La historia de una madre capaz de todo por hacer justicia

La guerra entre Manolita y Beltrán llega a su fin: así ha sido la oscura e interminable batalla entre los Gómez y Martín-Cuesta

Los Gómez y Beltrán han protagonizado una lucha encarnecida durante esta novena temporada. Recordamos cómo ha evolucionado esta guerra entre ellos antes del apoteósico final.

La vida de Manolita y Marcelino no ha vuelto a ser igual desde que Beltrán Martín-Cuesta se cruzara en su camino. El coronel asesinó a sangre fría a Marisol, la hija de los Gómez, y estos juraban venganza por hacer justicia.

Aunque Manolita acusó desde un principio a Tito, el hijo del coronel. Sanabria quiso que el joven confesara el crimen a punta de pistola, pero Martín-Cuesta se interpuso para bajarle el arma, y aprovechó el forcejeo para disparar a su propio hijo y acusarla de intento de asesinato. Manolita ingresó en la prisión de Yeserías por algo que no cometió.

Tras su periplo en la cárcel, del que consigue salir primero de manera provisional por unas pruebas médicas, y más delante porque Beltrán cambió su testimonio y alegó que el disparo a Tito fue accidental, Manolita retoma su vida en la Plaza de los Frutos con sed de venganza.

Pero Beltrán, astuto y despiadado, es capaz de hacer cualquier cosa para cubrir su rastro en la muerte de Marisol. Como, por ejemplo, acabar con la vida de Tito, su propio hijo, por ponerse en su contra.

Mientras tanto, Manolita sigue en su lucha por ver a Beltrán entre rejas, y consigue en María Cabanilles una poderosa aliada. Gracias a la mujer del coronel, descubre las atrocidades que ha cometido Martín-Cuesta durante tanto tiempo, que tampoco tenía reparo en abusar de su mujer para mantenerla a raya tras descubrir que esta estaba del lado de los Gómez.

Después de tanto luchar, Manolita encuentra la oportunidad perfecta para ver a Beltrán en la cárcel, aunque no por el asesinato de Marisol. Se trata de una cinta de Juan Zúñiga, el diplomático y exmarido de Maica, en la que se escucha a Martín-Cuesta amenazándole con acabar con su vida días antes de que este apareciese muerto.

Pero Manolita sabe perfectamente que Beltrán no es el asesino de Juan Zúñiga, y después de mucho debatir con Marcelino sobre hacer o no lo correcto, es su marido quien envía la cinta a la policía para culpar al coronel, pasando un tiempo entre rejas por un crimen que no cometió.

Tras salir de la cárcel, Beltrán quiere alejarse del barrio, y recibe la visita inesperada de Ángela Calatrava, su examante. Encuentra en ella la oportunidad perfecta para acabar con los Gómez desde dentro, y usa a la mujer como espía. Se hace amiga de Manolita para espiar para Beltrán, pero la lealtad de Ángela estará en duda por todas las atrocidades que Sanabria le cuenta sobre el coronel.

Gracias a Ángela, Beltrán descubre que Manolita estuvo encubriendo a Anabel Velázquez, su amiga y la verdadera asesina de Juan Zúñiga. El coronel mueve los hilos para provocar su detención, y cuando Manolita se entera que Calatrava siempre estuvo jugando con ella, corta por lo sano con su relación.

Nunca se supo de qué lado estaba Ángela, y su juego de agente doble le hizo ganarse tanto el desprecio de Beltrán como el de Manolita. Antes de abandonar la Plaza de los Frutos, Calatrava es asesinada por un hombre de Martín-Cuesta. Manolita presencia la muerte de Ángela, que con su último aliento le da una pista clave para destruir a Beltrán: “Rafa…”.

¿Qué quería decir Ángela? Las últimas palabras dejan a Manolita pensando, ¿es posible que Rafita esté vivo? Ella misma le dijo a Sanabria que el amigo del difunto Tito también estaba muerto, pero ¿y si era mentira? Manolita investiga en el quiosco donde Ángela trabajaba antes de morir y encuentra unos resguardos de pagos que Beltrán le hace a Rafita.

¡Es lo que los Gómez necesitan para acabar con Beltrán! Esos resguardos no sirven como prueba, pero Manolita no tira la toalla y, después de ver cómo su vida peligra con una terrible explosión en el centro social, organizada por Martín-Cuesta, Manolita se niega a quedarse con los brazos cruzados y va en busca de la única persona que puede destruir a Beltrán: Rafita.

Lo que planea Manolita no es algo fácil, el coronel paga a Rafa por su silencio, pero Sanabria no piensa tirar la toalla tan fácilmente. Acude a Cristina para que hable con Rafita, y la abogada consigue que el joven les ayude a hacer justicia.

Los Gómez tienen a Martín-Cuesta contra las cuerdas, pero el coronel consigue salvarse una vez más. Manolita y Beltrán se enfrentan en su última batalla a vida o muerte con la que ponen fin a su oscura e interminable guerra.