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La confesión de uno de los presuntos autores de la muerte de Ardines: "Pensé que lo dejamos vivo, porque se trataba de darle solo un susto"

Espejo Público ha tenido acceso en exclusiva a la declaración íntegra de uno de los presuntos autores de la muerte de Javier Ardines.

Los sicarios que participaron supuestamente en el crimen de Javier Ardines cobraron 35.000 euros. Espejo Público ha tenido acceso en exclusiva a la confesión íntegra de uno de los autores del crimen, un sicario argelino que confesó que "solo pretendían darle un susto".

Esta es la declaración íntegra:

A principios de agosto mi compañero y yo fuimos a casa de Ardines a cumplir el encargo de Pedro, que era darle un susto no matarle. El plan era ponerle una valla de esas amarillas en mitad de la carretera, como una trampa, y asaltarle en cuanto se bajase a quitarla.

Pusimos la valla en mitad de la carretera y esperamos. Estábamos escondidos los dos en el lado izquierdo del camino.

Vimos venir el coche. Cuando los faros iluminaron las vallas casi paró, pero como solo habíamos colocado una valla y había hueco por los lados, la esquivó con el coche. Pasó por un lado.

Decidimos dejar pasar unos días y volver a intentarlo, pero esta vez subimos tres vallas del camino. Una al lado de otra para bloquear la carretera y una tercera en el medio, sujetando las otras dos para que no se fueran al suelo. Esperamos agazapados donde la otra vez.

Vimos venir el coche de Ardines. Esta vez se tuvo que parar. No podía pasar. Abrió la puerta, se bajó del coche y caminó hacia las vallas para quitarlas. Entonces saltamos a por él.

Los faros del coche le deslumbraron y no pudo vernos bien, y además mi compañero lo primero que hizo fue rociarle la cara de gas pimienta y le dio un golpe en la cabeza. Ardines tiró una valla y salió corriendo. Lo perseguimos.

Yo llevaba un palo en la mano y mi compañero y bate de béisbol. Ardines corría mucho. Yo intentaba darle en las piernas para tirarle pero nada.

Mi compañero sí consiguió golperarle en la cabeza fuerte. Al final se cayó al suelo. Le dije a mi compañero: 'Corre, vámonos, esto ya está'. Salí corriendo de regreso pero él se quedó allí. No lo vi bien, pero escuché como le volvía a golpear en la cabeza.

Siempre pensé que lo dejamos vivo, porque se trataba de darle solo un susto.El encargo costó 35.000 euros. A nosotros Jesús, el que hizo de intermediario, nos dio 25.000 y él se quedó con 10.000.

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