Salud mental

El duro testimonio de un joven, sobre las autolesiones: "Lo sabía mi entorno y quien me mirase los brazos"

Los datos de los últimos años muestran que aumenta el número de jóvenes que se autolesionan. Actualmente un 15%, uno de cada 6 se provoca un daño intencionado. Muchos no lo cuentan.

Los profesionales estudian las causas que hay detrás del incremento de población joven que reconoce padecer problemas de salud mental. Especialmente llamativo son los casos en que se producen lesiones de forma autoinfligida e intencionada. La cifra ha ido ascendiendo en los últimos años hasta situarse en 1 de cada 6, el 15%, de los jóvenes que reconoce autolesionarse. Se teme que la cifra sea aún mayor ya que hay muchos casos que permanecen en secreto, ni se detectan ni se confiesan.

Destacan otras cifras como que el 58% de los menores de 18 años ingresados por salud mental se causaría autolesiones, y además el 50% de los suicidios de jóvenes entre los 12 y los 18 años iría precedido de ellas.

"La única forma de sentir"

Jaime tiene ahora 23 años, pero fue uno de los miles de esos jóvenes que de adolescente incurrió en las autolesiones. El joven compartía su experiencia en Espejo Público. Sufre un trastorno esquizoafectivo , que en su caso suma la depresión a una esquizofrenia. La pubertad hizo aflorar ese trastorno, el paso de la infancia a la adolescencia no hizo sino que se agudizaran los problemas.

Episodios psicóticos frecuentes, un estado de profunda apatía provocada por la depresión, como él mismo reconocía, le llevaron a una situación de desesperación que desembocó en las autolesiones.

La experiencia personal de Jaime, que subrayaba que sólo habla de ella. Contaba que el hecho de hacerse daño a sí mismo no sería una llamada de auxilio, sino un intento por sentir o evadirse del estado anímico e incluso de autocastigarse: "No es tanto encontrar consuelo. Uno está tan vacío que la única forma de sentir cualquier tipo de sensación es esa".

Autocastigo y adicción al dolor

La difícil situación que atraviesan muchos pacientes de este tipo de trastornos hace que en múltiples casos se sientan responsables de ella: "Uno piensa que está haciendo mal las cosas y que por eso está en esa situación".

"Esa autolesión, hasta cierto punto, puede hacerte sentir bien"

Jaime

Después de numerosas visitas a psicólogos y psiquiatras, así como de someterse a tratamiento farmacológico, Jaime confiesa que no fue consciente de la gravedad del problema que sufría hasta que "hasta cierto punto se desarrolla una especie de adicción al dolor. Un masoquismo vinculado con el autocastigo".

Tal sería las percepción de negatividad, culpabilidad y apatía, que el dolor resultaría agradable para quien se encuentra sufriendo una situación similar a la de Jaime.

Difícil de ocultar

Jaime admite que, al no tener una percepción de que lo que le ocurría fuera grave o malo, no trataba de ocultar las marcas de las autolesiones en sus brazos. Por ello con el tiempo se percató de que su entorno, al ver las heridas, sí era consciente de que existía un problema.

A día de hoy, tras años de recuperación, las cicatrices de Jaime son mucho menos visibles. Un recuerdo de la batalla que está ganando y que en su día alcanzó niveles que pusieron en riesgo la vida del joven. "Cortarme demasiado, hasta sentirse uno mareado".

Acompañando a las autolesiones, aseguraba Jaime, que estaba el pensamiento intrusivo de quitarse la vida. La idea del suicidio era recurrente, era "algo de lo que no se podía deshacer": "Uno lo tiene hasta cierto punto normalizado".

Ayuda de profesionales

Reconoce que ha dejado atrás aquella época en la que le abordaban esos pensamientos y si hoy en día volviera a pasarle, le saltarían todas las alarmas y tomaría medidas.

La mejor opción siempre sería ponerse en manos de los profesionales capaces de ayudarle, como Cecilia Hernández, especialista en psiquiatría del niño y del adolescente. La profesional admitía que su sector ha observado alarmada cómo se han disparado las cifras desde la pandemia.

Cecilia instaba a estar pendientes ante la primera señal de alerta, que puede ser con motivo de una petición de apoyo o ayuda. Invitaba a prestar especial atención desde institutos, colegios y familias, así como estar sensibilizados con este problema.

La primera recomendación que hace es que ante lo que supone "una bomba o una crisis" enormes en el seno familiar, es que se hable de tal forma que los jóvenes no se sientan juzgados, dotar de apoyo y mostrar cierta calma. Después establecer una red de apoyo en el entorno, círculos familia, educativo y acudir a los especialistas.