PIDE SU TRASLADO DE PRISIÓN
Antonio Ortiz recibe amenazas de muerte en la prisión de Soto del Real
El presunto pederasta de Ciudad Lineal, Antonio Ortiz, podría ser trasladado de prisión tras recibir amenazas de muerte en la que se encuentra, Soto del Real. Se encuentra en la enfermería del centro y pide su traslado.
Ni siquiera el aislamiento libra a Antonio Ortiz de las advertencias de los presos. Según ha podido saber Espejo Público, el pederasta se encuentra en la celda de enfermería. Es un habitáculo acristalado para que los funcionarios puedan observarlo en todo momento. Sin embargo, a pesar de las medidas, Ortiz ha recibido amenazas de muerte escritas en servilletas. Los reclusos ya le tienen identificado y él siente una gran inseguridad en Soto Del Real.
Pide, por tanto, que le trasladen de cárcel. Lo hace él y el propio director de la prisión que teme no poder garantizar la integridad de Ortiz. La opción que cobra más fuerza es la prisión de Aranjuez. Allí cumplió su primera condena por abusos sexuales a una niña de 7 años y, aunque no tendría el anonimato a su favor, si que podría sentirse más seguro por haber estado en el recinto y conocer a alguno de los internos.
Desde que fuese detenido, Ortiz además, no ha podido practicar ejercicio. Algo de lo que se ha quejado fuertemente, la policía le retiró los cordones de sus zapatillas para evitar evitar el suicidio y no se los ha devuelto. Esto le impide correr y entrenar. Rutinas en el día a día de un hombre adicto al deporte y que ahora está desestabilizado. Fuera de lugar, que aún no ha recibido visitas de familiares pero que actúa con algo menos de soberbia después de saber que la policía le imputaba varios delitos de tentativa de homicidio porque casi provoca la muerte de dos niñas con los tranquilizantes que les suministró. Fuentes de la prisión afirman que, cuando lo supo, dijo que eso era imposible. Además insiste en su inocencia. A quienes le rodean entre rejas les ha comentado que espera que se aclare todo y que no está perdiendo peso para evitar ser reconocido porque, simplemente, no sabe ni por qué está allí.