Superación
Andrés Marcio, enfermo de laminopatía congénita: "Sin la enfermedad no sería tan feliz"
A Andrés la laminopatía congénita que sufre no le impide disfrutar de la vida. A sus 20 años estudia periodismo y le encanta la televisión. Le cuenta a Susanna Griso que se quedaría a vivir en el plató de Espejo Público.
Cuando Andrés Marcio era un feto que estaba en el vientre materno su madre les decía a los médicos que no notaba las pataditas del bebé típicas del embarazo. Los facultativos le dijeron que sería porque le faltaba instinto materno. Después Andrés nació y desde el primer momento los médicos detectaron que al niño le pasaba algo. El bebé no gateaba ni nunca llegó a caminar.
Cuando Andrés cumplió 7 años, y después de consultar a muchos expertos, una doctora española que pasaba consulta en París le dio un diagnóstico: sufría laminopatía congénita. A partir de ese momento la vida de Andrés y la de su familia ha sido una carrera de obstáculos. Ese camino difícil no les ha hecho perder la sonrisa y este joven de 20 años se dedica a contar su día a día en las redes sociales cargado de sentido del humor.
Su enfermedad la sufren una de cada 80 millones de personas y para contar lo poco común de la dolencia explica que es "más probable ser jugador de Real Madrid, ganar un Mundial o que te caiga una maceta en la cabeza y te mate" que padecer la enfermedad. Solamente hay 100 personas en todo el mundo y él es uno de ellos.
La laminopatía congénita afecta principalmente al corazón y eleva el riesgo de sufrir arritmias malignas que pueden causar la muerte súbita. Además, produce insuficiencia respiratoria o el síndrome de la cabeza caída.
"Vivo mi vida normal, con mis problemas como todo el mundo"
Andrés visita el plató de Espejo Público. Para él estar en la televisión es como un sueño donde se quedaría a vivir, cuenta. Actualmente el joven está cursando estudios de periodismo.
Se siente una persona normal con su discapacidad. Se considera muy alegre y se siente muy afortunado de seguir vivo. La esperanza de vida de las personas que sufren su enfermedad es de 18 años y él ya tiene 20. "Vivo mi vida normal con mis problemas como todo el mundo y disfrutando del día a día de las cosas pequeñas. Cada día cuando me levanto doy gracias a Dios y a la vida por seguir vivo un día más".
No le deja hueco a la tristeza ni al mal humor. Cree que si viviera la enfermedad de un modo triste o enfadado la dolencia iba a seguir ahí y "eso no va a cambiar nada". "No queda otra, hay que vivir con optimismo y con esperanza. Un paseo, tomar el sol, un abrazo de tus padres, salir a tomar algo...".
"El sentido del humor es una catarsis que te ayuda a llevar mejor tu enfermedad"
Para él el sentido del humor es fundamental. Como una catarsis que le ayuda a llevar mejor su enfermedad. Le gusta que los que le rodean piensen: "Este chico es feliz con lo que tiene". Cada día tiene más claro que "sin la enfermedad no sería tan feliz". Le ayuda a valorar las cosas pequeñas en las que normalmente no hay tiempo para pensar.
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Le encanta llamar por teléfono a sus amigos. Reconoce que también tiene momentos malos pero cuando los tiene procura que duren poco y que su entorno no los sufra. Andrés ha recordado la primera vez que coincidió con Susanna Griso en un viaje de AVE Madrid- Barcelona. La vio pasar y le pidió una foto. Un recuerdo que alberga con su habitual sentido del humor: "Tú estás igual de bien pero yo, madre mía, lo que he empeorado", le dice a Susanna.