NÚMERO DE SERIE
"Cuando muera me va a recordar todo el mundo". Cristina la Veneno tal vez no lo consiguiera en 2016 pero lo hace ahora con la serie creada por Javier Calvo y Javier Ambrossi para ATRESplayer Premium.
Javier Calvo y Javier Ambrosi han creado un auténtico evento social, un fenómeno fan en torno a la figura de la Veneno a lo largo de ocho episodios llenos de inolvidables momentos, gracias a un reparto que quita el sentido (Daniela Santiago parece haber nacido para interpretar este papel), a unos ingeniosos cameos y a una combinación de drama y comedia que tan bien supieron usar en 'Paquita Salas' y que aquí les ha valido para profundizar en el personaje de una forma mucho más cercana. Javier Calvo y Javier Ambrossi se han ganado la complicidad de una nueva generación que ha sentido como suya la historia de supervivencia de la Veneno, una mujer que sufrió tras las cámaras, personaje carismático donde los haya, carne de cañón mediática, cuyo trágico (y para algunos, enigmático) desenlace le hizo parecer un juguete roto de la televisión.
#VenenoFinal es el remate perfecto para un drama tragicómico, con pinceladas realmente divertidas, que si algo ha celebrado ha sido la vida, entre risas y lágrimas, abrazando al perdedor, a esos personajes un tanto canallas, pero cuya autenticidad los hace únicos. Como contar con Paca la Piraña, que se lleva de rondón un beso de José Coronado. Es fácil romperse por dentro cuando ella recuerda en la ficción (y en la realidad) la muerte de su amiga. O esos actores de raza, como Mercedes León, la madre de Cristina en la serie, que nunca la aceptó y solo consideró enfrentarse a ella en directo en televisión. O esa hermana, Carmen, en la piel de una bravísima Mona Martínez, a la altura de los medios de comunicación sensacionalistas creyendo que su Joselito había sido asesinado por una mano negra, un crimen de las altas esferas. Y qué decir de Lola Rodríguez como Valeria Vegas, la autora de ‘¡Digo! Ni puta ni santa’, portavoz ante una fantasmal Cristina que espera atenta (como el espectador) a que le narren la mayor de las fantasías, esa que tiene como protagonistas a una familia bien avenida presente en el Parque del Oeste junto a sus amigas, su verdadera familia.
Esta última secuencia, salpimentada por una graciosa Paca la Piraña, demuestra la capacidad de la serie para mezclar detalles de la vida real con los deseos de un mundo más justo y libre. No se obvia la realidad, no se borra. Para eso está el personaje de Pepón Nieto con tanto que hacer sin tener que decir demasiado. Y esa familia cruel que duele solo de verla, que nunca llegó a entenderla y que se aferra a su propia fantasía, que Cristina era Joselito y debía volver a su pueblo. Pero la fantasía que nos interesa es otra, la que transcurre a la luz del día, el perfecto homenaje a un personaje injustamente denostado y olvidado. En el universo de Javier Calvo y Javier Ambrossi, como también ocurre en algunas ficciones de Ryan Murphy ('Hollywood' sin ir más lejos), el deseo de un mundo inclusivo y libre trasciende al personaje y su circunstancia, se antepone a la realidad de un biopic. Cristina no sobrevive ni hay que reinventar la historia, pero se recrea un final esperanzador, tratado con amor y mucho mimo.
Y eso es lo que llega. Veneno es una serie necesaria por su mensaje, porque abre los ojos a quien los mantiene cerrados, porque empodera a quien quiere vivir a su manera sin hacer daño a nadie, porque juega con los símbolos y la fantasía para mostrar una cruda realidad, porque da visibilidad a quienes carecen de ella. "Valeria, ¿es bonita mi vida?". "Es preciosa". "Pues léemela otra vez". No hace falta decir mucho más para entender el mágico desenlace, con ese extra de ternura. Javier Calvo y Javier Ambrossi le dan el cierre que hubiera merecido. Cristina se fue en silencio, pero solo muere quien es olvidado. Y la Veneno, además de sus apariciones televisivas, de su libro, cuenta ahora con una ficción que la retrata con sus claroscuros, tan valiente y alocada, como sensible y vulnerable.
No hay nada mejor que recordar desde la admiración y el respeto. Eso es lo que Javier Calvo y Javier Ambrossi han hecho.