NÚMERO DE SERIE
Son propuestas refrescantes, divertidas, inusuales. Este verano necesitamos más que nunca personajes que nos hagan sentir que todo puede salir bien. Y que muestren que ser buena persona no te hace más débil.
Jason Sudeikis, el cómico de 'Saturday Night Live', vuelve a la carga con la segunda temporada de 'Ted Lasso'. Quién le iba a decir a él que recibiría tanta atención mediática, con aplauso de público y crítica, con una comedia blanca en la que su personaje luce sonrisa Profidén en todo momento. Aquí no hay suspense, ni violencia, ni sexo explícito ni dramas que reivindiquen un nuevo orden. 'Ted Lasso' nos ofrece una ración extra de buenrollismo, nos tranquiliza y nos reconcilia con las personas contagiándonos el entusiasmo de su protagonista.
El entrenador de fútbol sabio que se esconde tras una fachada de aparente torpeza es ambicioso y luchador, pero nunca pierde los papeles ni ese encanto naíf. A pesar de las bofetadas y de ser en muchas ocasiones el hazmerreír de la prensa y de sus propios jugadores, Ted Lasso jamás tiene una palabra fea, empatiza con los problemas de los demás y confía en la bondad del ser humano. Y el karma se lo recompensa. Todo un ejemplo este: cómo una idea sencilla a la que se le pone corazón puede convertirse en algo muy grande que traspasa fronteras televisivas.
Josh Thomas se ha especializado en series que nos alegran el alma. Ya lo hizo con 'Please Like me' normalizando la salida del armario de su personaje con un extra de honestidad. Ahora, en la segunda temporada de ‘Todo va a ir bien’, su segundo trabajo televisivo como creador, habla sin tabúes ni innecesarias vueltas de tuerca del autismo. Propuestas siempre semiautobiográficas, el cómico australiano es capaz de profundizar en sus inseguridades y neuras de una forma luminosa. No es fácil huir de la lágrima fácil cuando se tratan temas dolorosamente universales como la muerte, el desamor, las enfermedades mentales… pero él lo consigue. En 'Todo va a ir bien' el protagonista se hace cargo de sus dos hermanastras cuando fallece el padre. Lo que podría haber sido una sucesión encadenada de escenas deprimentes él las convierte en encantadoras y chispeantes lecciones de vida. En la segunda temporada descubre que también parece autismo como una de las chicas, lo que le lleva a lidiar con otro tipo de temores y consigue que empaticemos desde la más absoluta normalidad con todo lo que nos propone sin perder la mordacidad y una pizca de mala leche.
Lorne Michaels, el creador de 'Saturday Night Live', ha aprendido al frente del longevo programa de sketches humorísticos que no hay nada más entretenido que un reparto coral haciendo bromas mientras se enfrenta a sus más íntimos secretos. En 'Schmigadoon!' el misterio principal recae en una pareja de enamorados –que tal vez no lo estén tanto, ese es el quid de la cuestión– que llegan a un extraño lugar anclado en el pasado cuyos habitantes los reciben con los abrazos abiertos y… cantando. Para los que echamos de menos la deliciosa 'Pushing Daisies' aquí se replica ese extravagante colorido y toque infantil, como de fábula con final feliz, con personajes generosos y dulces, que solo buscan ayudar a los demás desde la más absoluta candidez.
Uno se quedaría a vivir en el pueblo de 'Schmigadoon' donde todo el mundo viste impecable, se canta y se baila, y se comen deliciosas recetas surgidas de un cuento de hadas. Cada episodio de media hora nos introduce en un musical de los de antes, transportándonos a una época inocente que parecía perdida, en la que no hay espacio para el mal humor, la desconfianza y los malos rollos. Un auténtico placer para los sentidos.
Eugene y David Levy, padre e hijo en la vida real, se sacaron de la manga una sencilla comedia cuyo triunfo les pilló por sorpresa ya que se llevaron todos los premios habidos y por haber cuando dijeron adiós en su última temporada. Nunca es tarde para comenzar a disfrutar de 'Schitt's Creek', que se emite en Neox, y que en apariencia es una sitcom de manual que transcurre en un motel de un pueblucho en el que instalan los Rose, una familia ricachona venida a menos. La gracia de la serie reside en la divertida evolución que sufren el matrimonio y sus dos hijos, unos snobs de modales exquisitos que se creen mejores que los lugareños y se llevan cada dos por tres unos buenos rapapolvos.
La familia comienza siendo de lo más odiosa, son prejuiciosos, no escuchan y su única obsesión es salir de allí y regresar a su lujosa existencia sin valores. Sin embargo, poco a poco es la gente normal, que vive tranquila con sus tradiciones y costumbres, la que va haciendo mella en su falso estilo de vida y también aprendiendo en contraposición de lo bueno que les puede ofrecer esta gente de ciudad. La serie se convierte entonces en una lección de vida alucinante porque en el pueblo de Schitt’s Creek la gente evita la confrontación inútil, se ayudan unos a otros y presumen (sin ser muy conscientes de ello) de conocer muy bien cuáles son las prioridades en la vida.
Shonda Rhimes, la creadora de ‘Anatomía de Grey’, entre otras muchas series de éxito, ha sabido rentabilizar el exitazo de ‘The Crown’ con esta propuesta juvenil ambientada en una corte del siglo XIX que se acerca más a ‘Gossip Girl’ que a Jane Austen. Aquí encontramos lo habitual de las ficciones de época: madres ambiciosas con hijas casaderas, guapos pretendientes, pomposos banquetes y fastuosos bailes, los modos y costumbres de un grupo de privilegiados en una sociedad en la que imperan las falsas apariencias.
Pero como no podía ser menos, en 'Los Bridgerton' todo se desmadra un poco y la creadora se toma ciertas licencias. Ante el corsé de la hipocresía habitual de la década de 1800, los personajes se desmelenan, suena música actual, la reina es negra, los chicos van peinados como los Jonas Brothers, el sexo abunda y ellas hablan como chicas del siglo XXI y son las que mandan. Porque entre las series que nos invitan a sonreír en verano también está esta comedia romántica, un retrato de la época que impone sus propias reglas y cuya segunda (y esperada) temporada ya está en marcha.
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