BETTY VE TELENOVELAS
'Meryem', la serie en la que un accidente cambio drásticamente la via de todos sus protagonistas, ha llegado a su final este viernes y esto es lo que hemos aprendido de ella.
Hay decisiones que suponen un antes y un después. Hay encrucijadas que no permiten retroceder. Es lo que sucedió en 'Meryem'. Un accidente supuso un giro radical en la vida de todos sus protagonistas.
'Meryem' esperaba con ansias la noche en que su vida cambiara. Soñaba con la noche en la que su novio Oktay le pidiese matrimonio. Y, de hecho, la noche en que su vida cambió llegó, aunque no hubo petición de matrimonio. Lo que hubo fue un trágico accidente, una sucesión de pésimas decisiones y una serie de acontecimientos que llevaron a Meryem a vivir los peores, y también los mejores, momentos de su vida.
El poder de la bondad
Meryem (Ayça Ayşin Turan) ha sido, sin duda, un ejemplo de bondad sin límites, de generosidad llevada a la máxima potencia y de una buena dosis de ingenuidad. Creía que su novio de toda la vida se iba a casar con ella, pero él compartía sus noches con otra. Creía que conocía a ese muchacho de barrio que se esforzaba por ser fiscal, pero él solo le mostraba su mejor cara, su mejor sonrisa, su mejor careta.
Porque Meryem simplemente quería y creía. Quería a Oktay y creía todas sus palabras. Como aquella promesa de que no iría a la cárcel, cuando acabó en un calabozo.
Pero lo que muchas veces nos enervó de Meryem no fue su confianza ciega en el hombre equivocado. Lo que nos frustraba era que, cuando ya empezó a intuir que Oktay no era el hombre que ella pensaba, seguía protegiéndolo. Seguía callando su crimen. Seguía ocultando su delito. Prefería ser ella la señalada, la acusada, la amenazada antes que incumplir la palabra dada. Ella prometió callar y cumplió a rajatabla su compromiso hasta que la situación se hizo insostenible.
Es más, su silencio fue el mayor muro que existió entre ella y Savas. Cuando los sentimientos entre ambos empezaban a aflorar, no era el rencor de él lo que los separaba, ni las dudas de ella sobre esa relación. Solo cuando las mentiras fueron dando paso a la verdad fueron cayendo los inmensos bloques de cemento que los separaban.
Y ahí Meryem volvió a demostrar que la bondad y la generosidad eran componentes fundamentales de su ADN. Al principio calló para proteger a Oktay y después hizo todo cuanto pudo para proteger a Savas, para mantenerlo lejos del peligro que lo acechaba.
La búsqueda de respuestas
Mientras que Meryem solo aspiraba a una vida tranquila y solo quería una familia, un hogar y un lugar donde preparar galletas con forma de sol, Savas (Furkan Andıç) necesitaba respuestas. Necesitaba saber quién mató a Sevinç. Necesitaba saber por qué su novia acabó aquella noche de lluvia en aquella sombría carretera. Y después necesitaba saber qué ocultaba su padre.
Savas, en definitiva, tenía un cierto complejo de protector de todos cuantos le rodeaban. Quiso odiar a Meryem, quiso castigarla por arrebatarle lo que más quería, pero Savas no es como su padre y, desde luego, no es como Oktay. Savas puede sentir mucha rabia, pero no odio. Y, sobre todo, Savas solo se plantea agredir cuando ha sido previamente agredido. Él o alguno de los suyos.
Por eso, nunca pudo contenerse cuando surgía la oportunidad de detener a Oktay. Porque fue la persona que mató a Sevinç y, sobre todo, porque era una amenaza latente y constante para Meryem.
Es curioso, Meryem empezó protegiendo a Oktay de Savas y, al final, solo pensaba en proteger a Savas de Oktay.
Oktay, la incógnita de la ecuación
Por muy tierna, aunque complicada, fuese la relación de Savas y Meryem, el gran dinamizador de esta serie ha sido Oktay (Cemal Toktaş). ¿Por qué? Porque él siempre estaba en medio de la acción. Es más, en muchas ocasiones él mismo desencadenaba los sucesivos acontecimientos que se iban produciendo.
Durante mucho tiempo Oktay fue la incógnita en la ecuación. Fue la x que todos intentan despejar pero que solo revela su resultado si se conoce la fórmula correcta. Y en el caso de Oktay contaba con muchas variables para dificultar su identificación.
Contaba con el silencio cómplice de Meryem. Contaba con las esperanzas románticas de Beliz. Contaba con la connivencia de Derin. Contaba con la avaricia de Yurdal. Contaba con el rencor de Suzan.
Y, sobre todo, contaba con una habilidad innata para salir airoso de todas las complicaciones que se le presentaban. El joven y brillante fiscal siempre tenía un as bajo la manga para cubrirse las espaldas y poner contra las cuerdas a sus enemigos. Era riguroso, metódico, cuidadoso. Planeaba cada movimiento hasta el más mínimo detalle y no se dejaba sorprender.
Pero el orgulloso, soberbio y ambicioso Oktay fue derrotado por otro de sus grandes defectos: los celos. Oktay se sentía muy seguro mientras controló a Meryem, pero cuando se dio cuenta de que Savas era una amenaza mayor de la que pensaba, perdió por completo el control.
El problema para Oktay no era que Savas quisiera castigarlo por la muerte de Sevinç. El problema para Oktay era que Savas había ocupado su lugar en el corazón de Meryem. Y esa derrota fue demasiado para el ego de Oktay. Porque Oktay siempre quiso ser Savas y nunca soportó verse derrotado por él.
El, que había tenido el mundo a sus pies, que había enviado a la cárcel a un reputado fiscal, que había establecido una lucrativa relación comercial con Yurdal, que había evitado el fin de su carrera inculpando a una inocente, que había despistado a una brillante policía, nunca pudo aceptar el rechazo de una humilde panadera.
Oktay es el mejor ejemplo de cómo una decisión equivocada en un momento inoportuno puede resultar catastrófico. Fue un error conducir después de haber bebido. Fue un error abandonar a Sevinç moribunda. Fue un error inculpar a Meryem. Fue un error aliarse con Yurdal. Pero, sobre todo, fue un error creerse invencible. Creerse inmune.
Tal vez fuese Beliz quien apretó el gatillo, pero Oktay murió por su incapacidad de ver, y aceptar, la realidad tal cual era. Una realidad en la que ya no era fiscal. Una realidad en la que ya no tenía montones de fajos de billetes. Una realidad en la que Meryem no lo quería a él. Una realidad en la que debía pagar por los innumerables crímenes que cometió en su huida constante hacia no sabemos dónde.
La fuerza de la familia
Meryem y Savas han recorrido un tortuoso camino, pero no lo han hecho solos. A su lado siempre han tenido a su familia. Y no se trata del parentesco sanguíneo, sino de otro que en ocasiones es mucho más fuerte: el de la amistad.
Güçlü ha sido un personaje que se ha hecho querer y admirar a lo largo de toda la serie. Savas lo considera un hermano y es lógico que lo haga porque siempre ha estado a su lado pasara lo que pasara, hiciera falta lo que hiciera falta. Güçlü ha estado cuando tocaba llorar. Ha estado cuando tocaba buscar respuestas. Ha estado cuando tocaba correr peligro. Ha estado cuando tocaba sonreír. Casi podría decirse que todos querríamos un Güçlü en nuestra vida.
Eso sí, Güçlü no solo ha sido fiel escudero de Savas, sino que también ha tenido que lidiar sus propias batallas en una guerra que ha tenido nombre propio: Burcu. Y su victoria final ha sido la de la persistencia y la perseverancia.
Cuanto más se alejaba Burcu, más insistía Güçlü. Cuanto más insegura se sentía Burcu, más seguro se sentía Güçlü. Cuanto más miedo sentía Burcu, más valiente se sentía Güçlü. Cuanto más confundida estaba Burcu, más claro lo tenía Güçlü.
Pero justo es reconocer que aunque a veces no la entendíamos, Burcu tenía sus razones para mantenerse distante. Poco a poco fuimos conociendo a la mujer que se escondía tras la coraza de la detective, descubrimos las profundas heridas que arrastraba de su pasado y comprendimos sus miedos.
Porque la valiente policía que no dudaba en perseguir a los delincuentes más peligrosos sentía auténtico pánico a enamorarse, a iniciar una relación, a tener pareja, a enamorarse.
Eso sí, aunque nos alegramos de que finalmente le diese una oportunidad a la felicidad, nos descolocó un poco que la eficiente policía otorgase un 'indulto' muy personal a Yurdal.
En definitiva, 'Meryem' no solo ha sido una historia donde el odio dio paso al amor, sino que también nos ha mostrado que toda acción conlleva una reacción, que toda decisión implica una consecuencia y que la forma de encarar esa nueva situación determinará un nuevo futuro.