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Máxima: el cuento de hadas real de la plebeya argentina y el príncipe europeo

Máxima se estrena en Antena 3 donde nos contarán de primera mano cómo se fraguó uno de los romances reales más importantes de las últimas décadas, el de Máxima Zorreguieta y Guillermo Alejandro de Holanda.

En estos tiempos en los que todas las grandes historias tienen su reflejo en las pantallas de televisión, el cuento de hadas real protagonizado por Máxima Zorreguieta y Guillermo Alejandro de Holanda no podía ser una excepción.

A pesar de que la historia nos ha revelado el gran spoiler de esta serie resulta fascinante saber qué pasó fuera de los focos. Queremos saber qué fue lo que no vimos. Queremos saber cómo se escribió esa historia que ya está en los libros de historia.

Y es de agradecer que ya desde las primeras secuencias conseguimos identificar perfectamente a Delfina Chaves y Martijn Lakemeier con las ilustres personalidades a las que interpretan. Ella logra transmitir toda la gestualidad de una mujer, cuya amplia sonrisa forma parte de su propia personalidad. Él consigue esa contenida formalidad gestual de quien se sabe permanentemente observado y analizado.

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Sevilla tuvo que ser

Uno de los detalles que ya conocíamos de la relación entre los actuales reyes holandeses es que se conocieron en Sevilla durante la Feria de Abril. Y ahí empieza esta historia. En el encuentro entre dos desconocidos que coinciden en casa de unos amigos y que simplemente son un hombre y una mujer que se caen bien y que se divierten juntos.

De hecho, son muchos los detalles que nos indican que ese encuentro fue especial. Máxima, al contrario que una duquesa, no mostró mayor interés por conocer a un invitado tan especial y exclusivo y, de hecho, lo que más le llamó la atención fueron sus nulas aptitudes para el baile. A Guillermo Alejandro (Álex, para los amigos y la familia) le llamó la atención aquella invitada que desbordaba alegría, espontaneidad y que no mostraba mayor interés por su principesca posición social.

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Nueva York lo confirmó

De hecho a Máxima le impresionó más que su ilustre pretendiente se presentara sin previo aviso en la puerta de su apartamento en Nueva York para invitarla a cenar que su rimbombante apellido.

Porque en esos primeros tiempos, en esos primeros encuentros, en esas primeras citas, Máxima solo veía a Álex. Lo único raro de su relación era llevar siempre a varios escoltas a su espalda. El resto, simplemente eran los comienzos de una relación sentimental normal y corriente. Y Nueva York fue su mejor aliada para asentar las bases de ese romance porque era el mejor escenario para pasar completamente desapercibidos.

Pero Nueva York fue también el punto de inflexión cuando son descubiertos por un periodista. El propio Álex se lamenta de su mala suerte porque quería conservar esa burbuja intacta durante más tiempo. Quería evitar que el mundo exterior y, sobre todo, su privilegiada y, a la vez, complicada posición repercutiese en su noviazgo.

Y ahí somos testigos de la primera transformación de Máxima. Ella no tiene el malestar, enfado, preocupación o angustia de Álex por haber sido descubiertos. Quizá porque en aquel momento no era capaz de calibrar el inmenso cambio que iba a sufrir su vida. De hecho la Máxima que, aunque cabizbaja, sonríe educadamente a la prensa en su primer encuentro con los paparazzi, no es la misma que intenta ocultarse con una gorra y cierra la puerta a las cámaras.

Además, poco a poco Máxima va comprendiendo que su relación no solo le atañe a ella, sino que también tiene consecuencias para su entorno. En su trabajo, con una propuesta de traslado para facilitar su integración en su posible nuevo destino. En sus amigos, que son cotizadas fuentes de información sobre la candidata a princesa de Holanda. En su familia, que es investigada hasta el más mínimo detalle.

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El padre puede ser un problema

De hecho, en Máxima también vemos cómo reciben las respectivas familias esa relación.

En el caso de los Zorreguieta, hasta nos divierte cómo interrogan a su hija para saber a qué se dedica su novio; cómo les cuesta entender que es príncipe de profesión; cómo intentan recordar sus conocimientos sobre realeza europea para localizar en el mapa a S.A.R. Guillermo Alejandro; cómo confían en que no sea el mayor: cómo no pueden evitar un "¡Dios mío! Vas a ser una reina", cuando logran encajar todas las piezas del puzle.

Porque ellos son conscientes de todo lo que va a cambiar en la vida de su hija y en las suyas. De hecho, es ese el momento en el que Máxima plantea a Álex cómo sería su relación de tener un hipotético futuro juntos. Y el "quiero seguir trabajando" nos confirma que ella aún no ha comprendido la magnitud de la situación.

Pero el mayor problema no es su lugar de residencia o su profesión. El mayor problema ya lo tiene localizado e identificado la reina Beatriz: "el padre puede ser un problema". Es casi el único pero que le encuentra a la chica que su hijo le acaba de presentar.

“Su padre parece un problema”: los reyes investigan el pasado de Máxima a sus espaldas | antena3.com

El príncipe Nicolás, experto consorte, sabe cuáles son los mejores pasos para encajar (aprender el idioma lo antes posible y ser ella misma); pero la reina tiene en su mente otros criterios e intuye que el pasado de su candidato a consuegro puede ser un serio obstáculo de cara al futuro.

De hecho, resulta muy interesante la forma en la que han elegido contarnos ese pasado. Todos sabemos que Jorge Zorreguieta formó parte del Gobierno de la dictadura de Videla en Argentina y que esa fue la gran losa que pesó sobre Máxima como novia del príncipe heredero.

Sin embargo, en vez de explicárnoslo así, han optado por trasladarnos, al menos en los primeros capítulos, la visión de Máxima. La visión de una niña que disfruta cabalgando por La Pampa con su padre. La visión de una niña que corre divertida por los pasillos del trabajo de su padre. La visión de una niña que no entiende por qué llora un niño en el despacho de su padre. La visión de una niña que ve cómo el coche de su padre se salta un control del Ejército mientras otras personas son cacheadas y detenidas. La visión de una niña que ve hombres armados a la puerta de su casa. La visión de una niña que va al colegio con escolta.

Comprendemos que la Máxima niña no entendiese lo que pasaba a su alrededor, pero ¿Cómo reaccionará la Máxima adulta cuando vea a su padre cuestionado por la prensa mundial? ¿Cómo reaccionará cuando su holandés vaya más allá de saber pedir un café e identifique la palabra asesino? ¿Hasta qué punto se tambaleó la relación? ¿Qué papel jugó la reina Beatriz? ¿Apoyó los sentimientos de su hijo o el buen nombre de la Corona?

Así fue la infancia de Máxima: la razón por la que su padre podría ser un obstáculo en su relación | antena3.com

Todos sabemos cómo terminó esta etapa. Máxima se convirtió en una de las principales exponentes de esa nueva generación de princesas que podríamos calificar de PASP (plebeyas aunque sobradamente preparadas) y donde la que más y la que menos (desde Mette-Marit de Noruega a Letizia de España pasando por Mary de Dinamarca) tuvo que esquivar innumerables barreras sociales, culturales, idiomáticas, tradicionales y mediáticas.

Por lo tanto, hay muchas formas de sentarse a ver Máxima, la nueva serie de las noches de los miércoles en Antena 3, basada en el libro que escribió Marcia Luyten sobre la actual reina de los Países Bajos.

Podemos hacerlo como una serie-documental en el que se nos describe de forma dramatizada cómo se fraguó el matrimonio de un jefe de Estado europeo.

Podemos hacerlo como una combinación entre serie turca y telenovela latina donde una plebeya argentina y un príncipe europeo deben luchar contra todo y contra todos para defender su relación sentimental.

Podemos hacerlo como un telefilme de sobremesa de fin de semana donde el destino de una alta ejecutiva de Nueva York cambia en un bucólico viaje a España tras conocer al heredero del trono de un país europeo.

Podemos hacerlo como un cuento de hadas de toda la vida en el que ‘érase una vez’ una muchacha argentina que cambió por completo su vida tras conocer a un príncipe azul.

Todos esos puntos de vista son posibles y perfectamente compatibles porque lo cierto es que estamos ante una historia tan intensa y fascinante que todos los detalles nos resultan interesantes. Porque, además, en esta historia no hay intriga ni misterio. No hay spoilers posibles. Todos sabemos perfectamente cómo termina el cuento, la telenovela, la serie o el telefilme. Pero, al mismo tiempo, todos tenemos curiosidad por saber cómo llegamos a aquel histórico 2 de febrero de 2002 cuando, con un espectacular diseño de Valentino y ante representantes de todas las casas reales de Europa, Máxima Zorreguieta se convertía en princesa de los Países Bajos.