NÚMERO DE SERIE
Una nueva adaptación de un libro, otro lugar encantado y parte del reparto original. En'La maldición de Bly Manor', la segunda entrega de la antología dan más miedo los habitantes de la mansión que los propios fantasmas.
Fue una de las sorpresas de 2018. ‘La maldición de Hill House’ se coronó como una de las mejores ficciones del año, obra maestra del terror firmada por Mike Flanagan, que atrajo a muchos espectadores no tan habituados a este tipo de retorcidas y oscuras tramas. Como fan de Stephen King, Flanagan había rodado 'El juego de Gerald' y tras el estreno de la serie se atrevió con 'Doctor Sueño', la secuela de 'El resplandor', demostrando en todo caso tener buena mano para las adaptaciones literarias. De hecho, 'La maldición de Hill House' se basó en la novela de Shirley Jackson de 1959, un libro que instauró las bases de las historias con casas encantadas. En este thriller psicológico protagonizado por la familia Crain, los hijos no han superado la muerte en extrañas circunstancias de su madre, lo que les lleva, ya de adultos, a revisitar aquella fantasmal mansión en la que sufrieron sus peores pesadillas.
Flanagan parece tener debilidad por las casas encantadas, lo que resulta ser el hilo conductor de la antología, pues en esta segunda entrega cambia Hill House en EE UU por la británica Bly Manor para adentrarnos en una nueva historia de fantasmas, dentro de otra enigmática mansión y con parte del reparto original interpretando nuevos personajes, muy al estilo de 'American Horror Story'. En esta ocasión adapta una de las novelas más versionadas de Henry James, 'Otra vuelta de tuerca', publicada originalmente en 1898, en la que una institutriz debe hacerse cargo de dos hermanos huérfanos. Obviamente, la niñera las pasará canutas en su nueva residencia, debido al influjo de antiguas leyendas, la actitud de los propios niños (y habitantes de la casa) y alucinaciones varias.
La familia Crain sufrió lo que no está escrito en la primera parte. Ahora, solo lo hará aparentemente la institutriz, aunque cada uno de los personajes secundarios que la rodean –la ama de llaves, el cocinero, la jardinera…– arrastra su particular trauma (oculto a modo de capas de cebolla que el espectador irá descubriendo). ¿Por qué la joven institutriz huye de EE UU para encerrarse en una mansión inglesa con desconocidos y ve una figura masculina que parece perseguirla? ¿Por qué nadie quería cubrir el puesto de la niñera que ofrece el adinerado tío de los chavales hasta que apareció ella? Estas son algunas de las primeras preguntas que se desvelan en el arranque de la temporada, pero hay mucho más. Porque una vez que la institutriz se instala, sabremos más de la extraña casa de muñecas de la niña, del pasado oscuro del niño en un internado, de la antigua niñera que se suicidó, de la esquiva jardinera, de la relación entre el sensible cocinero y la ama de llaves con ciertos problemas de memoria (hay un episodio apabullante que puede acompañar al magnífico 'La reina' de 'Castle Rock', en lo que parece ser un homenaje de Flanagan a su idolatrado Stephen King).
En esta ocasión el patriarca de los Crain, Henry Thomas, es el tío de los niños que contrata a la institutriz, interpretada por Victoria Pedretti, la versión adulta de Nell en 'La maldición de Hill House'. Su hermano mellizo y drogadicto, Oliver Jackson-Cohen, se convierte en Peter, un enigmático personaje que se deja ver por la mansión, ex pareja de la anterior niñera. Completan el reparto, nuevos fichajes como T’Nia Miller ('Years and Years', 'La Fortuna'), la ama de llaves; Rahul Kohli ('iZombie'), el cocinero; Amelia Eve, la jardinera y Alex Essoe ('Doctor Sueño'), la madre de los niños (estos dos últimos, junto a Henry Thomas, protagonizarán la próxima serie de Flanagan, 'Midnight Mass').
Ahora en la intro no se rompen las esculturas que parecían cobrar vida en la primera entrega (aparecen intactas en el jardín) sino que los personajes los que protagonizan los títulos de crédito, una serie de retratos enmarcados que nos miran y cuyos ojos acaban siendo borrados. En la casa, la niñera y los chavales sienten la presencia de fantasmas, escurridizos, que aparecen y desaparecen en las sombras. Los otros tres adultos parecen no darse cuenta de nada. Si en la primera parte había espectros subliminales que no llegábamos a percibir de forma consciente, ahora son más evidentes, aunque no por ello menos atemorizantes.
Hay que disfrutar de 'La maldición de Bly Manor' olvidándose de ciertas virguerías de la primera entrega pues esta es menos estilosa en cuanto al montaje (con excepciones), aunque no pierde su encanto, y juega más con aquellos miedos de los que no se suele hablar, anteponiéndolos a los sustos y golpes de efectos sonoros. El miedo a perder la cabeza, a envejecer de forma indigna, la muerte desde la mirada ingenua de un niño, el dolor de la pérdida (de un ser querido, de la memoria), la búsqueda de la identidad ahogada por un amor irreal… son temas que se exponen de una forma alucinante por boca de unos personajes que andan un tanto desorientados. Comparten ambas temporadas una enorme y misteriosa mansión, y una enigmática atmósfera. El drama vuelve a ser complejo pero esta vez se potencia el terror psicológico desde un lado más visceral.
Para alejarse de 'Suspense' ('The Innocents', 1961), de Jack Clayton –en la que se inspiró Alejandro Amenábar para 'Los otros'– y otras versiones (sin ir más lejos la recién estrenada película de Floria Segismundi), Flanagan recurre a continuos flashbacks en los que adquiere importancia el pasado de la institutriz, por ejemplo, que sufre alucinaciones con un hombre al que se le iluminan los ojos (y que tendrá su explicación racional). Además, ha unido otras historias de terror menos conocidas del escritor para darle más empaque a la historia. Gustará a los fans del creador, de las historias de Stephen King en las que se antepone el miedo psicológico al terror explícito, pero es mejor disfrutarla sin pensar en la primera parte, algo que se hace complicado al ver a Victoria Pedretti, aquí enorme como mujer vulnerable que intenta rehacer su vida.