NÚMERO DE SERIE
Tras 'Big Little Lies', Jean-Marc Vallée dirige la miniserie de HBO 'Heridas abiertas', basada en la novela de Gillian Flynn ('Perdida') y producida por Marti Noxon ('UnREAL', 'Dietland'). Su gran baza es Amy Adams, en el papel de esa antiheroína televisiva que estábamos esperando.
Las paredes color verde de la mansión de los Crellin está pintada a mano en seda. El cartel de 'Heridas abiertas' presume de este exquisito y colorido fondo. Delante de él, tres mujeres, tres generaciones, tres formas de ver la vida (y la muerte). Todo, pura fachada.
Patricia Clarkson es la sobreprotectora y refinada matriarca,Adora. Atenazada por los recuerdos del pasado, por la dolorosa pérdida de una hija, es presa de un miedo irracional a la vida, que le hace existir en un mundo inventado entre esas cuatro paredes, enfundada en elegantes camisones con vertiginosos tacones, mientras se arranca de forma compulsiva las pestañas de los ojos. Encerrada en su jaula de oro y mimada por un pintoresco marido florero que gusta de evadirse de ese silencioso infierno con la música de sus cascos, Adora vive anclada en el pasado, con una criada negra que le prepara los desayunos y una hija adolescente a la que viste como si fuera una frágil muñeca de porcelana.
La chavala, Amma (Eliza Scanlen), acata las órdenes de esa mujer rota, que llora en silencio y prefiere evitar, como si no existieran, las noticias que llegan del exterior. Amma se aburre en un pequeño pueblo como Wind Gap, donde, efectivamente, no ocurre nada… hasta que ocurre. El asesinato de una niña y la desaparición de otra, alarma aún más a esa madre preocupada, mientras que a Amma parece no importarle. Es más, le divierte. La inconsciente alegría de vivir de esta Lolita rural, con unos shorts cortos y montada sobre sus patines, choca con la apesadumbrada vida de su madre, desconocedora de la doble vida de su hija. Amma sale de casa dispuesta a comerse el mundo, se droga, se rebela como puede, pero cuando vuelve a casa, regresan las trenzas y los vestidos vaporosos con lazos azules.
Rompe esta aparente normalidad y monotonía, el personaje de Amy Adams. Camille Preaker es la antiheroína televisiva que estábamos esperando. Viste siempre de negro, como en el cartel, y como en éste, soporta la presión de una madre dominante –que apoya la mano sobre su hombro– e intenta comprender (y proteger como puede) a esa hermana tardía, con la que su madre ha intentado ocupar el hueco que dejó su hija muerta. Camille regresa a Wind Gap como reportera, para cubrir el caso para el St. Louis Chronicle (magnífico Miguel Sandoval como su comprensivo jefe, ejerciendo de padre) y, sin prever las consecuencias, se encuentra presa también de esa asfixiante comunidad, en la que pequeños ventiladores intentan sin suerte aligerar el insoportable calor, símbolo del tedio, y en el que sus vecinos, chapados a la antigua y clasistas, miran con suspicacia a esa mujer de ciudad que en el pasado les dio la espalda y ahora llega para rendirles cuentas.
Como indica su título, 'Heridas abiertas' es la historia de una mujer que investiga un crimen mientras intenta comprender esas heridas del pasado que nunca se cerraron. Y, lo más terrible, se olvidaron, pero que vuelven a resurgir a modo de extraños flashbacks (Sophia Lillis, la pelirroja de 'IT', como la joven Camille hipnotiza) que se mezclan con aparentes alucinaciones producto de su alcoholismo. Junto a ella, el detective Richard Willis (un sexy Chris Messina), un policía de ciudad que intenta poner orden en un lugar en el que el sheriff local no coopera. Camille y Richard conectarán, pues son los únicos que se sienten como pez fuera del agua, exigiendo alguna respuesta. Es curioso volver a ver a la pareja de 'Julie y Julia' (2009) en unos papeles mucho más maduros e interesantes.
Vistos siete de los ocho episodios, 'Heridas abiertas', basada en la primera novela de Gillian Flynn, autora de 'Perdida', gustará a aquellos que disfrutaron con películas como 'Medianoche en el jardín del bien y del mal', de Clint Eastwood, donde un periodista investiga un asesinato, intentando desenmascarar las miserias de una decadente comunidad de millonarios. Como en 'Big Little Lies', del mismo director, son mujeres adineradas las que llevan parte del peso de la trama (Elizabeth Perkins anda por ahí), y “el crimen/los crímenes”, sí, se produce en un ambiente privilegiado. Pero pocas similitudes más. Aquí lo importante, más allá del descubrimiento del asesino, es Camille, quién es y porqué se comporta así.
El magnetismo del imperfecto (y empoderado) personaje de Amy Adams, muy del estilo de la también creadora de 'Dietland', Marti Noxon, logra que nos seduzca cada vez que se inflige dolor y al mismo tiempo intenta curar a los otros, o le echa un trago a la botella de vodka, sin disimular ni su cinismo ni un físico que huye de la perfección del entorno. Este es un papel por el que la actriz se podría llevar más de un premio. También la sobresaliente dirección y montaje de la serie, con el uso del flashback, el sonido, la música y esa atmósfera onírica, con alguna escena explícita que llama la atención. Suspense y sudor.