'¿Quién es Anna?': Dónde está ahora la protagonista de la historia real, Anna Delvey
Por Betty M. Martínez
Nefes, de la sombra a la luz
Nefes (Irem Helvacioğlu) ha sido el tronco del que han ido saliendo las diferentes ramas de esta historia. Ella ha sido la auténtica 'Fugitiva' y los espectadores sabemos muy bien por qué. Nefes se fugó de la cárcel que otros llamaban hogar así como de sus malos recuerdos, de su trauma y de ese marido que nunca se dio por vencido.
De Nefes siempre recordaremos sus ojos. Esos ojos mirando a cámara transmitían el dolor físico, el miedo atroz, la angustia desesperada, la ilusión creciente, la sonrisa feliz, la emoción desbordada.
Nefes ha logrado que el espectador no se limite a recostarse en el sofá de su casa con un café en la mano, dispuesto a ver una serie más. No. Con 'Fugitiva' los espectadores nos hemos posicionado y hasta hemos interactuado con la pantalla.
No hemos podido evitar apartar la vista del televisor cuando Vedat daba rienda suelta a sus más bajos instintos porque sentíamos como el dolor de Nefes atravesaba la pantalla hasta nuestros dedos. Sentíamos en nuestros oídos el retumbar de ese grito que nunca llegamos a escuchar. Y los espectadores nos levantamos del asiento cuando vimos que el coche de los Kaleli abandonaba la mansión con Nefes y Yigit a salvo en el maletero. Y a los espectadores se nos escapó alguna lágrima cuando vimos a madre e hijo saltar libres y felices en la orilla del mar.
Y también le gritamos a Nefes que no cediera a los chantajes de nadie y se mantuviera firme y segura al lado de Tahir. Y nos enfadamos con ella cuando tomaba el camino incorrecto que la llevaba lejos del hogar de los Kaleli. Y, desde luego, le suplicamos que resistiera cada vez que su vida estuvo en peligro.
Y, en los últimos tiempos, nos emocionamos en cada una de las escenas en que Nefes aparecía rodeada de su familia. Porque esta mujer que siempre tuvo que luchar sola contra la vida finalmente encontró aquello que tanto ansiaba: un hogar, una familia, paz, tranquilidad, seguridad, amor.
El tigre
Pero Nefes no recorrió sola este largo camino. El ciervo peludo azul tuvo a su lado al lobito y al tigre del mar.
Tuvo a su lobito, a ese niño que vivió gran parte de su infancia en una lujosa mansión, pero sin ver el mar, sin ir al colegio, sin jugar con otros niños, sin poder hacer una carrera de bicicletas en condiciones. Además, Yigit tuvo que crecer rápido para aprender cuándo debía alejarse del monstruo, cuando debía darle un abrazo a su madre, cuando debía guardar silencio.
Yigit nació de verdad en el maletero de un coche. A partir de ese momento descubrió lo que era ser un niño. Lo que era tener un padre con el que jugar, con el que hablar, con el que sentirse seguro y protegido. Lo que era tener abuelos, tíos, una prima. Lo que era vivir sin miedo.
El lobito
Y para que el ciervo y el lobito sonriesen fue clave que en su camino se cruzara el tigre del mar. Tahir tenía fama de loco, pero en muchos momentos demostró estar muy cuerdo. Fue el primero en darse cuenta del infierno en el que vivía Nefes y también fue el primero que no miró hacia otro lado. A él no le gustaban los hombres que maltrataban a las mujeres y no iba a permitir que una mujer siguiese sufriendo si él podía impedirlo.
Tahir fue el gran héroe de esta historia. No hubo ni un solo segundo en que dudase o titubease. Desde que abrió el maletero de su coche y descubrió el equipaje que trajo de Estambul, Tahir se convirtió en su guardián y protector y no cedió ante nada ni ante nadie. Puso punto y final a su compromiso casi antes de comprometerse. Se enfrentó a su madre y a sus hermanos. Le gritó al mar Negro que Nefes era su mujer y que como tal debía ser respetada y tratada.
Pero quizá lo más importante es que Tahir siempre le dejó su espacio y su tiempo a Nefes. Dejó que sus heridas cicatrizasen antes de acercarse a ella. Dejó que cerrase las puertas del pasado antes de abrir las del futuro. E incluso cuando los monstruos desaparecieron, Tahir animó a Nefes a avanzar en su desarrollo personal y profesional.
Los monstruos del juego
Si bien los espectadores interactuamos con Nefes, también es justo reconocer que Vedat también consiguió provocar nuestra reacción. Vedat es uno de esos personajes que aborreces de principio a fin, pero que también es fundamental para el desarrollo de la serie.
A Vedat le deseamos lo peor desde el primer minuto. No hay calificativos negativos suficientes para describirlo porque sus actos son absolutamente indescriptibles. Ni siquiera el trauma que arrastra desde la infancia consiguió enternecernos un poco. Es más, hasta en su muerte nos dio más lástima su asesino que su muerte.
El personaje de Vedat es tan básico y tan complejo que es difícil analizarlo. Es básico porque sigue al milímetro el manual del perfecto maltratador: él la quiere a ella por lo que ella necesariamente tiene que quererlo a él; la culpa de que la trate mal es de ella por no quererlo; él es una víctima de esa mala mujer que no sabe comportarse; ella ha sido secuestrada porque nunca se hubiera ido voluntariamente de ese paraíso que era su casa, etc.
Sin embargo, esa simplicidad esconde una personalidad compleja. Era cruel, pero muy inteligente. Vedat no actuaba a golpe de instinto. Él pensaba todos y cada uno de sus movimientos y siempre guardaba una baraja completa de ases en su manga.
Vedat era tan omnipresente en esta historia que su desaparición no dejó algo huérfanos. Evidentemente nos alegramos por la salud física y emocional de Nafes y su familia, pero nos quedamos sin esa curiosidad de preguntarnos cuál sería su siguiente paso, qué retorcido plan se le ocurriría.
Para ocupar el puesto de villano oficial llegó Genco, que, a decir verdad, sin llegar a la intensidad de Vedat, cumplió con su rol. Genco era un auténtico miserable que destrozaba todo cuando tenía cerca. Destrozó a Nilufer, a Melek, a Tariq. Y estuvo muy cerca de destrozar a los Kaleli, pero falló porque cometió un error. Los subestimó. E hizo algo que Vedat nunca hizo. Confiarse. Genco perdió la partida cuando creyó que tenía todas las cartas, pero las contó mal y pagó el precio de su error.
Todos para uno y uno para todos
Lo que ni Vedat ni Genco tuvieron nunca fue lo que había en casa de los Kaleli: unidad. En el dintel de su puerta podrían haber grabado el lema de los Mosqueteros y a nadie le habría sorprendido. Es cierto que han tenido sus discusiones, riñas y crisis, pero en las malas siempre han estado unidos.
Sin duda, Asiye ha sido una pieza clave en esa familia. Al hablar de empoderamiento femenino siempre se piensa en grandes empresarias o brillantes ejecutivas, pero Asiye Kaleli representa otra acepción de ese concepto. Asiye pudo haber sido una exitosa organizadora de eventos o la prestigiosa chef de una empresa de catering o la diseñadora de valiosas joyas de oro, pero ella prefirió organizar la complicada casa de los Kaleli. Eso sí, con mano de hierro. Solo ella era capaz de dejar sin palabras a la viperina lengua de Saniye. Solo ella era capaz de conseguir que los mellizos ejerciesen sin protestar de chóferes, niñeras o guardaespaldas.
Y solo ella era capaz de conseguir que el fiero gorila de Mustafá se convirtiera en un manso gatito. Nefes y Tahir han sido los grandes protagonistas de esta historia, pero Mustafá y Asiye han sido "la pareja” de esta historia. Nos han arrancado más de una sonrisa con su "Ay, Asiye, ay" seguido del inevitable "qué, Mustafá, qué".
A su lado han estado los mellizos Fatih y Murat que han tenido que cargar con el peso de ser los pequeños de la familia. Probablemente sus desvelos por echar una mano a sus hermanos mayores y a sus cuñadas hubieran merecido algo más de suerte. Siempre lamentaremos que Fatih tuviera que despedirse de su "pájaro viajero" y de Murat siempre lamentaremos su don para atraer los problemas. Es en este punto donde Mustafá acumula demasiados puntos negativos. Es un buen hijo, buen marido, buen padre, pero como hermano mayor saca el lado más primate del gorila.
Y como ángeles guardianes de los Kaleli: los señores Osman y Fikret. El primero siempre ha tenido las palabras adecuadas en el momento acertado, además de tener las puertas de su casa siempre abiertas a quien necesitara refugio. El segundo siempre ha tenido las armas dispuestas para proteger a los Kaleli de cualquier amenaza porque Fikret pudo ser el padre biológico de Vedat pero ha sido el padre emocional de Tahir.
Ahora que decimos adiós a 'Fugitiva' nos quedamos con el recuerdo de una mujer que prefirió saltar de un acantilado que dar la mano a su maltratador. De una mujer que con fe, esperanza y persistencia logró que el mundo de fantasía que había creado para su hijo se convirtiera en una realidad llena de amor y cariño. De una mujer que recuperó la confianza en sí misma e hizo que confiáramos en que siempre hay una luz al final del túnel más oscuro. De una mujer afortunada que hizo que nos sintiéramos afortunados de haberla podido acompañar en su fuga.