BETTY VE TELENOVELAS

Ezgi Mola cumple 39 años: 5 claves de la icónica Safiye de 'Inocentes'

Ezgi Mola cumple 39 años y lo hace interpretando a uno de los personajes más icónicos de cuantos nos han traído las series turcas. Ella es Safiye, la mayor de los hermanos Derenoğlu, los protagonistas de 'Inocentes' ('Masumlar Apartmanı'), la serie que emite Antena 3 los lunes y los martes.

La irrupción de Safiye (Ezgi Mola) en nuestras pantallas causó un gran impacto. Aún recordamos la primera impresión que nos provocó en 'Inocentes' y no fue nada halagüeña. Todo apuntaba a que sería uno de los personajes más odiados de esta historia. Sin embargo, con el paso de los capítulos, fuimos descubriendo a una mujer que arrastra una buen número de heridas emocionales, de cicatrices sentimentales y de carencias vitales.

Safiye se ha revelado como un personaje, que no solo está cargado de matices, sino que es prácticamente la columna vertebral de esa extraña familia que solo aspira a que alguien los quiera.

La limpieza

Lo primero que descubrimos de Safiye fue su obsesión por la limpieza. En un principio nos provocaba cierto rechazo verla siempre con la botella de lejía en la mano y en más de una ocasión casi fuimos capaces de percibir el olor del desinfectante a través de nuestra pantalla.

Después hay que reconocer que también hemos vivido momentos casi cómicos. ¿Cómo es posible que alguien lave los garbanzos de uno en uno? ¿Cómo es posible que lave cada garbanzo cuatro veces? ¿Cómo es posible que tenga que empezar de nuevo desde el principio si pierde la cuenta?

Y después del rechazo inicial y de alguna sonrisa llegó cierta compasión. Safiye no limpia absolutamente todo cuatro veces por capricho o porque sea una maniática. Lo hace porque necesita hacerlo. Porque solo se siente segura después de haberlo desinfectado todo cuatro veces.

Para Safiye la limpieza es su barrera protectora. Es su cinturón de seguridad. Es el escudo que la protege de virus, gérmenes y de todo aquello que puede lastimarla a ella y a quienes quiere.

Eso sí, llama poderosamente la atención que ella, que no permite que nadie entre en casa y menos con los zapatos puestos, sea capaz de entrar y salir en un piso que es un basurero. Ella, que limpia las espinacas con jabón porque las ve sucias, no tiene reparos en acumular cientos de bolsas de basura. Ella, que es capaz de meter su mano en un recipiente con lejía solo porque la tocó su cuñada, no ve nada raro en llenar todo un piso con ropa sucia y cachivaches llenos de polvo.

El miedo

Porque Safiye vive en un constante, continuo y permanente miedo porque desde muy joven ha vivido en una atmósfera donde imperaban las agresiones, las ofensas y el dolor. Safiye no conoció el cariño de su madre. Ni sabe lo que es el calor de un abrazo materno. Solo conoce los reproches, las críticas y las humillaciones.

Y, como era demasiado joven y estaba demasiado sola como para tener herramientas con las que enfrentar esa situación, Safiye asumió su realidad como la única realidad posible y se encerró en las cuatro paredes de su casa buscando protección y refugio.

Pero Safiye no solo tiene miedo a gérmenes y bacterias, también tiene miedo a que todas los augurios de su madre se conviertan en realidad. Teme poner los pies en la calle por si sucede alguna desgracia entre sus seres queridos.

Porque, por encima de todas las cosas, por encima de la importancia del número cuatro, por encima de la relevancia de la limpieza, por encima de la rigurosidad de sus reglas, Safiye siente pavor a la soledad.

Safiye limpia una y otra vez para que su familia no enferme y la deje sola. Safiye no sale de casa para que no tenga efecto la maldición de su madre y los suyos salgan heridos. Safiye exige un estricto cumplimiento de las pautas de comportamiento familiares porque considera que si las reglas se cumplen, no habrá cambios porque para ella los cambios siempre son para mal.

Safiye ha creado una burbuja y vive con el temor a que estalle. Teme que sus hermanos salgan de ese peculiar universo y la dejen sola con sus recuerdos, sus obsesiones, sus manías y sus miedos. ¿Alguien ha podido olvidar su terror la noche que todos salieron a cenar con Inci? Safiye no tenía miedo a la tormenta. Safiye tenía miedo al silencio sepulcral de esa casa vacía.

La familia

Porque la posesión más preciada de Safiye no son esas bolsas de basura, ni los vestidos de su madre. Su bien más querido es su familia. Ya lo demostró cuando era apenas una adolescente. Sus hermanos pequeños siempre encontraron en ella el cariño, el calor, el consuelo y la complicidad que su madre les negaba. Safiye siempre tenía su puerta abierta. Su regazo siempre estaba disponible. Ella, en la medida de sus posibilidades, intentó que sus hermanos tuvieran la mejor infancia dentro de sus particulares circunstancias.

No sabemos exactamente en qué momento la protección de sus hermanos derivó en una obsesión compulsiva más. Consiguió convertir a Gülten casi en un clon de sí misma. Consiguió que Han comprendiese que no podía abandonar esa casa. Consiguió que Neriman aprendiese a vivir según las pautas establecidas por sus mayores.

Sin embargo, pese a su obstinada disciplina ha habido algo que ha escapado a su férreo control: los sentimientos de sus hermanos y su deseo, su ansia, su necesidad de amor.

Han fue el primero que osó romper las reglas al enamorarse de Inci y casarse con ella. Safiye no vio venir que la vecina “pelo pollo” era la felicidad de su hermano y que esa “rubia” no iba a renunciar a su propia felicidad. Safiye puso todas las zancadillas que se le ocurrieron a su cuñada, pero, cuando fue necesario, supo comprender que merecía un lugar no solo en la mesa, sino, sobre todo, en la familia.

Inci logró romper varios de los tabúes de Safiye. Siempre figurará entre sus méritos haber conseguido atravesar la puerta de la cocina porque, a pesar de sus gruñidos y bufidos, Safiye tiene el corazón lleno de amor por sus hermanos. ¿Alguien ha podido olvidar a un Han destrozado por el abandono de Inci buscó consuelo en el regazo de su hermana mayor? Es más, Safiye fue capaz de abandonar su encierro para acompañar a su hermano en el entierro de su mujer y no dudó en compartir con él y Gülben un refresco en pleno psiquiátrico.

Porque Safiye es capaz de todo con tal de que sus hermanos sean felices, aunque eso le haga daño a sí misma. Es lo que sucede ahora con la boda de Gülben y Esat. Safiye puso todo de su parte para no dejar a su hermana en ridículo. Se esforzó hasta lo inimaginable para que Gülben viese cumplido su sueño. Incluso sus artimañas para torpedear el compromiso no fueron para lastimar a Gülben, sino porque se sentía dolida por creerse excluida de los planes de su hermana.

Al final, todo cuanto hace Safiye, acertado o desacertado, tiene un único objetivo: proteger a sus hermanos. Puso en cuarentena a Inci porque temía que Han sufriese si ella se iba. Mantuvo los recelos hacia Esat porque no estaba segura de que pudiese tolerar todos los problemas de Gülben.

Safiye, en definitiva, es una compleja combinación de hermana sobreprotectora que no quiere que a sus hermanos los roce ni el aire y hermana temerosa que vive con la angustia de que la abandonen entre las cuatro paredes que son refugio y prisión simultáneamente.

Y, además, justo es reconocer la extraordinaria sintonía que tienen Ezgi Mola, Birkan Sokullu y Merve Dizdar. Son muchas las ocasiones en las que sus miradas y sus gestos transmiten mucho más que todo un párrafo de guion. Cuando los vemos en la misma escena nos convencen de que son esos hermanos que han compartido una infancia complicada y encaran un futuro lleno de incertidumbre.

El amor

Pero Safiye tampoco es inmune al amor. De hecho, fue la primera que descubrió esa intensa emoción de la mano de Naci cuando apenas era una adolescente. El problema es que aquella felicidad que sentía junto a su compañero yendo al cine o visitando una librería también vino acompañada del mayor dolor y la mayor tristeza. Safiye se ilusionó. Vio en Naci una esperanza para salir de la opresión de su madre.

Sin embargo, Safiye fue víctima en su adolescencia del mismo mal que la aqueja en su madurez. Ahora Safiye teme quedarse sola por el abandono de sus hermanos. Antes fueron sus hermanos los que temieron perder a la única madre que conocieron. No se puede culpar a Han y Gülben de lo que hicieron siendo unos niños. En el corazón y los actos de un niño no hay maldad. Ambos actuaron por su propio miedo.

Por miedo a quedarse solos con su madre sin el aura protectora de su hermana mayor.

Ahora tiene una nueva oportunidad. Naci ha vuelto a aparecer en su vida y ha vuelto la Safiye feliz, la Safiye que se suelta el pelo, la Safiye que pide un vestido nuevo, la Safiye que sale a la calle, la Safiye que permite que la rocen, la Safiye que sonríe, la Safiye que sueña.

Y a todos nos gusta esa Safiye. Les gusta a sus hermanos porque sienten que el aire vuelve a circular por su casa. Le gusta a Han, que pese a su obsesión por el control y sus desacertadas decisiones, comprende que Naci es la única esperanza que le queda a su hermana. Le gusta a Gülben que ve a Safiye y Naci como los protagonistas de una de sus novelas rosas con final feliz.

Y nos gusta a nosotros porque Naci es la mejor medicina, la mejor terapia, el mejor psicólogo, el mejor tratamiento para Safiye. Y nos gusta porque nos gusta mucho más la Safiye emocionada al escuchar el clarinete que la Safiye que tiembla solo con acercarse al portal. Porque nos gusta mucho más la Safiye que es capaz de tomarse un té al aire libre que la Safiye que se destroza la piel lavándose una, dos, tres y hasta cuatro veces.

El futuro

Pero parece que el destino está empeñado en poner piedras en el camino de Safiye. Si la enfermedad de Naci no era un nubarrón suficiente para amenazar su posible felicidad, ahora también tiene que lidiar con los celos infantiles de Tomris. Safiye sabe que Naci la quiere y comprende que si no le ha dado ya el ansiado anillo es por una razón de fuerza mayor, pero ¿hasta dónde podrá tolerar?

La ausencia de Naci durante su tratamiento en Estados Unidos supuso un gran paso atrás en su prometedora evolución. Todo lo que había avanzado lo retrocedió de golpe. No solo regresó a su encierro, sino que hasta su gran aliada, el agua, se convirtió en su peor enemiga.

La recuperación emocional de Safiye pasa por su felicidad y su felicidad pasa por varias circunstancias. Safiye no será feliz si sus hermanos no son felices. Safiye no será feliz si Naci no está en su vida.

En resumen, Safiye es uno de esos personajes de carne y hueso que provocan todas las emociones posibles en el espectador. Safiye nos enfada cuando lanza sus dardos envenenados en forma de palabras hirientes. Safiye nos enternece cuando supera todos sus miedos y se acerca a sus hermanos. Safiye nos emociona cuando comprende que ha causado daño y, a su manera, pide disculpas. Safiye nos divierte cuando no se muerde la lengua por convencionalismos y dice lo que todos pensamos sin anestesia previa. Safiye nos angustia cuando el pavor se apodera de ella y no es capaz de reaccionar sin la ayuda de quienes la quieren (preferentemente Han).

Ahora estamos en un momento clave. Gülben tiene encarrilada su ansiada boda con su adorado Esat. Han se ha reencontrado con Ceylan, lo que puede suponer una oportunidad para recuperar la felicidad que un día tuvieron como pareja. Naci ha

regresado y parece dispuesto a luchar por el sueño que tiene desde que era un adolescente, previas tareas de convencimiento de su hija preadolescente.

Pase lo que pase con Safiye, consiga ser feliz o no, supere su trastorno obsesivo compulsivo o no, lo que está claro es que el personaje que brillantemente interpreta Ezgi Mola nos hace reflexionar cada capítulo y nos ayuda a comprender un poco mejor lo que sienten, sufren y padecen muchas personas a este lado de la pantalla.