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En 'Dos años y un día' un afamado presentador entra en prisión por un chiste. Dentro, tendrá que controlar también sus gracias. El resultado, sin embargo, es divertidísimo. En Atresplayer Premium, cada domingo.
La trama de 'Dos años y un día',ya disponible en Atresplayer Premium tiene curiosos puntos de conexión con la realidad logra que nos resulte bastante creíble lo increíble, y eso a pesar también de su tono por momentos paródico. Además de por poner en el punto de mira los límites del humor, porque su protagonista Arturo Valls ('¡Ahora caigo!') es Carlos Ferrer, el conductor del concurso 'Verdadero o falso'. Un chiste sobre una virgen en las fiestas de un pueblo le llevan directo a la cárcel. Así lo cubre en el telediario Mónica Carrillo. No importa el juicio ni la opinión pública. La serie encuentra su lugar entre rejas, cuando a Carlos Ferrer se le viene el mundo encima y se le acaban las ganas de bromear con nada. ¿Qué hace un humorista codeándose con ladrones, traficantes y asesinos? Efectivamente, callarse e intentar pasar desapercibido. ¿Lo consigue? Va a ser que no.
Fuera, a Carlos Ferrer le espera su novia Verónica (Amaia Salamanca) y este chico es tan pardillo que, sintiéndose culpable, le da vía libre para que mantenga relaciones con otros. Descubrimos pronto que esta chica está encantada con la propuesta. De un plumazo, entendemos que Carlos Ferrer es una víctima de sí mismo y que deberá aprender a marchas forzadas si quiere sobrevivir en una prisión. Dentro están los personajes típicos de cualquier serie carcelaria que se preste, pero con la salvedad de que visten con uniformes rosas y su directora es Laura (Adriana Torrebejano), una exconcursante que se llevó 5.000 euros en el programa de Carlos Ferrer y que se siente agradecida porque se pudo sacar unas oposiciones que le llevaron a ese puestazo.
Esta tipa empoderada que maneja con firmeza el centro no pierde la sonrisa y el buen rollo nunca. Algo inexplicable, divertido. No creemos que esté loca del todo porque hasta parece sensato lo que propone si partimos de la base de que Carlos Ferrer ha sido encarcelado por gastar una broma. En su intento de hacer de la cárcel un lugar acogedor (hay un preso que se dedica a rastrillar la arena en modo zen), se exige a los presos una única cosa: "No se corre". Es casi un mantra, una advertencia naif, como si se tratara de los pasillos de un colegio.
Junto a estos dos destaca el policía de prisiones (Fernando Gil), intentando normalizar la rocambolesca situación. Y el Rubio (Michael John Treanor) un sevillano muy devoto, mazado y tatuado, que se acompaña de su séquito y que se la tiene jurada al recién llegado. "Un delito es robar para comer, porque hay necesidad, pero un cómico, solo tenías que callarte la puta boca", le dice. Y hasta parece lógico en esta hilarante situación, básicamente porque te puedes llevar un navajazo. Aunque Carlos Ferrer no se amilana e intenta defenderse argumentando que un chiste solo ofende cuando ataca a la gente de verdad, que el humor tendría que servir para señalar nuestras miserias y hacernos mejores. Lo bien que suena, sí, pero Carlos Ferrer está en la cárcel.
En los dos primeros episodios se habla del poder terapéutico del teatro (con Jordi Vilches poniendo mucho empeño con Hamlet); del preso de compañía que intenta evitar que el nuevo se suicide (aunque en este caso, Adolfo, su compañero de celda interpretado por Javier Botet, es un poco intensito, un obsesivo del control) o del que lleva media vida dentro (con el veterano Manuel Galiana, como don Jaime, un capellán).
Los creadores de la serie, Miguel Esteban, Raúl Navarro (que además dirige y se reserva un cameo dando una bofetada por la calle al pobre Carlos Ferrer), Luismi Pérez y Sergio Sarria, incluyen muchos momentos meta, con alusiones a colegas de la profesión y la ayuda de amiguetes.
Ahí están Carlos Librado 'Nene' (comparándole con Manel Fuentes) o los Javis (Calvo y Ambrossi) explicándole a Carlos Ferrer lo que significa la cultura de la cancelación (porque los Javis "nunca mienten"). Hay alusiones a series como 'Perdidos', a Mario Casas o a Ignatius, con imitación del propio Valls y guiño de 'El fin de la comedia'. ¿Y por qué no ver 'Cadena perpetua' en el cine de la cárcel? Divertida y con mensaje, 'Dos años y un día' es una comedia carcelaria con un Arturo Valls dándolo todo que consigue que mantengas la sonrisa tonta en la cara, rodeado de un buen puñado de secundarios de los que quieres saber más, con situaciones que intentan ir un paso más allá de las de otras ficciones de parecido argumento.